México ha registrado recesiones económicas de diverso tipo. La más reciente ocurrió de acuerdo con el enfoque del ciclo de negocios o clásico entre abril de 2008 y junio de 2009, como lo ha mostrado el índice coincidente del Sistema de Indicadores de Ciclos publicado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Se produjo básicamente por causas externas y no por un mal manejo de la política económica. Se registró una gran sincronía con la recesión ocurrida en Estados Unidos (EU), que fue de diciembre de 2007 a junio de 2009, y mostraba que los desempeños de las economías estaban acoplados.

Esta caída de la actividad económica fue muy pronunciada, duró un poco más de un año y se reflejó básicamente en el sector externo de la economía mexicana. Para sacarla de ese estado, se aplicó una política de gasto público expansiva y monetaria acomodaticia (bajas en las tasas de interés de referencia), por lo que tuvo poco impacto en el sector financiero, en la quiebra de empresas, inflación alta y gran desempleo, así como del desplome del mercado interno, como sucedió en 1995.

La recesión anterior tuvo una larga duración de tres años, comenzó en septiembre de 2000 y concluyó en el mismo mes de 2003. La caída de la actividad económica de México estuvo sincronizada con la de EU, pero mientras que ésta comenzó después (marzo de 2001), también concluyó muy pronto (noviembre de 2001), aunque la recuperación fue muy lenta, porque la fuerte corrección de las bolsas se convirtió en un desplome y generó un efecto riqueza negativo muy profundo en los hogares que dañó el consumo privado, y muchas empresas se vieron envueltas en escándalos contables por maquillar las pérdidas que generó el manejo indebido de inversiones, ocasionando una fuerte crisis de confianza en los mercados.

En México, en estos momentos la caída de la actividad económica no es todavía tan pronunciada, por lo que no habría elementos para decretar que estamos en recesión, sino que más bien se ha estado desacelerando (creciendo a menor ritmo) para pasar a un estado de estancamiento y ya registrar ligeras caídas, como lo mostró el indicador global de la actividad económica (IGAE) en julio y como seguramente lo confirmará la producción industrial de agosto, que se difunde mañana.

Es decir, pareciera ser que la economía mexicana se encamina hacia una recesión del tipo que ocurrió a principios de siglo, que fue paulatina y que se fue resintiendo con el tiempo por los efectos negativos acumulados. El gobierno ha insistido en que el mal funcionamiento de la economía tiene que ver más con factores externos, como los efectos indirectos del escalamiento de la guerra mundial, que amenazan con provocar una recesión global, o que la incertidumbre que ocasiona el retraso en la aprobación del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).

Tiene en parte razón si consideramos la explicación que dio el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) de por qué México cayó dos lugares al puesto 48 en el índice Global de Competitividad 2019: "La incertidumbre y las tensiones comerciales derivadas de la política comercial internacional de Estados Unidos constituyen un obstáculo que impide el desarrollo socioeconómico de México, reduciendo las expectativas de los líderes empresariales y, en consecuencia, su disposición a invertir".

Si observamos lo que sucede con variables clave como la inversión fija bruta, que en julio ya registró una caída de 9.1% respecto al mismo mes de 2018, y que en su componente de construcción la baja es de 6.9% y en maquinaria y equipo de 12.8% en tasa anual, la situación es preocupante no solo por la parte de la demanda agregada que representa la inversión, sino también porque se está quitando efecto multiplicador a la actividad económica futura.

La falta de confianza del sector privado está afectando el desempeño de la inversión, pero también el hecho de que la política económica ha priorizado tanto la disciplina fiscal y el abatimiento de la inflación al consumidor, que si bien ya logró que en septiembre sea de 3% a tasa anual, ha contribuido a la contracción del gasto e inversión público, que junto con las altas tasas reales de interés han restringido el crecimiento.

La cautela que se observa en la inversión también se refleja en el consumo de bienes duraderos de origen nacional y extranjero entre enero y julio de 2019, que han caído respectivamente contra el mismo periodo del año pasado en 10.9% y 1.5%.

Para reactivar la inversión, el gobierno anunció que próximamente dará a conocer el Programa de Infraestructura 2019-2024. Algunas primicias ya les fueron presentadas a empresarios destacados y mostraron su beneplácito. Sin embargo, son proyectos que tardarán tiempo en implementarse, y por otro lado, difícilmente se va a dinamizar la inversión privada si el propio gobierno está presupuestando una caída en términos reales de la inversión física de 5.4% para el próximo año.

ADDENDUM: El WEF destacó que una de las pocas áreas donde el desempeño de México retrocedió fue la carencia de mejoras en la infraestructura de transporte (baja de 1.3 puntos y lugar 51), lo que lo aleja de las economías mejor posicionadas. Aeropuerto dixit.

Catedrático de la EST-IPN
Email: pabloail@yahoo.com.mx

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