La afirmación de los senadores de Morena de que el presidente “encarna a la nación, a la patria y al pueblo” ratifica, en la “democracia” del siglo XXI, la histórica idea de que ese personaje lo es todo. Durante seis años, la vida nacional gira en torno suyo. Él es omnisapiente, omnipresente y omnipotente. De su voluntad pende siempre la proyección y la vida política de todos los actores públicos y de la nación. Es el semidiós sexenal que corona el sistema político.

Pero nadie como Andrés Manuel López Obrador ha exacerbado ese poder. Por la Constitución, goza de amplísimas atribuciones. Es jefe de Estado, de Gobierno y de las Fuerzas Armadas. Su ascendiente sobre el Congreso, la Suprema Corte y los gobernadores, aunque no sean morenistas, es innegable.

Además, es líder absoluto de su partido y, en un macropoder, encarna todos los micropoderes de la República. Ningún colaborador, incluso del primer círculo, tiene voz si él no lo permite. La democracia es muchas voces, pero aquí se ha convertido o se pretende que esa forma de gobierno se reduzca al silencio.

La realidad y la posición política del presidente parten de su admirable perseverancia por conquistar el poder, que le llevó más de dos décadas. El punto de partida de su proyección es su carisma que, en términos weberianos, se ajusta al tipo ideal tradicional; ha sido y es la persona que muchas otras apoyan ciegamente. Su liderazgo se construyó sobre un discurso desafiante y exigente, enarbolando reclamos sociales incuestionables que hoy debería estar atendiendo.

Con su estilo personal de gobernar, que se da básicamente a través de un micrófono en sus presencias matutinas cotidianas, ha mantenido su arraigo y su popularidad, lo que lo ubica prácticamente en un status de ídolo y de caudillo; pero pudiendo aprovechar esa privilegiada situación para generar grandes bienes a sus gobernados, aún no lo ha hecho.

Lo que dicen sus epígonos del Senado de López Obrador, guste o no, es real; pero, en su desplegado de apoyo publicado en días pasados, cometen el error de reconocerlo como una totalidad excluyente, ya que, si como afirman, “encarna a la nación, a la patria y al pueblo”, esas entidades no excluyen a nadie.

Y ellos, en una actitud sumisa, no sólo dividen, pero confrontan, condenando y considerando como traidores a quienes no están de acuerdo con su desempeño.

Rebasada la mitad del sexenio, AMLO conserva ese halo cuasi divino que ha sido impronta de todos cuantos han ocupado la silla presidencial, pero irremediablemente, entrará en su ocaso y terminará su tiempo, como lo reconoció ayer: “Ya no puedo más; cierro mi ciclo y me retiro”.

Los múltiples problemas del entorno mundial, traerán muchas dificultades a todos; pero es de esperar que, en el tiempo que le queda, siente las bases para la solución de los grandes problemas nacionales, promesas que hicieron posible su elevación, y que facilitarían una transición tersa y suave.

SOTTO VOCE

Gustavo de Hoyos Walter, exlíder de la Coparmex, trabaja intensamente en la configuración nacional de Sí por México. Esta semana, encabezó en Chihuahua la instalación del Capítulo respectivo de esa organización, la que, en poco tiempo, tendrá presencia en todo el país… El ataque de Vladimir Putin a Ucrania es una evidencia moderna de la irracionalidad del hombre; confirma que jamás entenderá y que provocará su destrucción… De las propuestas del presidente para representar a México en el extranjero entre integrantes de la “oposición”, Quirino Ordaz será el primer palomeado por el Senado. Lo más probable es que Claudia Pavlovich, acusada por la fiscalía de Sonora de un desvío multimillonario de las arcas públicas, no corra con la misma suerte. Si de bodas se trata, la de su hija fue incomparable. Las de otros, “más discretas”, hasta la chamba han costado.

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