En el curso del tiempo, los grandes cambios de las sociedades se han cimentado y orientado sobre la cultura. Esta invaluable herramienta es la que les da consistencia y perdurabilidad y la que permite a los pueblos ser mejores. Este género de transformaciones es de las más osadas, delicadas y difíciles para un gobernante. Mas refundar un Estado, rescatarlo de la corrupción en la que ha caído, es el honor más grande al que alguien puede aspirar. Quien tiene esa visión y se fija esa misión es el genuino estadista.

Las mudanzas más trascendentes de la Historia están consideradas como la quiebra de prolongadas épocas de degradación social, económica y política. Hoy, a más de un siglo de su movimiento armado, México se halla inmerso en un proceso de recomposición del que se pensó que alteraría sustancialmente las cosas, procurando la igualdad y la justicia. Pero lo que pasó fue que caciques y caudillos se repartieron el país, establecieron nuevos mecanismos de expoliación y construyeron instituciones supuestamente democráticas, con lo que la inequidad y la injusticia prevalecieron y se acentuaron.

A estas taras, se sumó el cáncer más agresivo y corrosivo que ha carcomido a la sociedad y al país por décadas. La prevaricación se institucionalizó. Se convirtió en una forma de conducta y de vida. Y quienes más provecho sacaron de esa perversión fueron quienes gobernaron el país. La peor corrupción es la de orden político, pues siendo México una democracia, en realidad ha sido una oligarquía; es decir, el dominio de los pocos ricos sobre millones de pobres.

Y ahí, justamente, es donde se encuentra la preocupación y la ocupación del presidente Andrés Manuel López Obrador. Su propósito es arrancar de raíz ese tumor del alma y del ser de los mexicanos. Su anhelo es hacer un país nuevo, con ciudadanos mejores. La obra más grande que concibe es la refundación del Estado, proceso en el que tiene comprometido todo su empeño y su esfuerzo.

En ese afán, ha estado animando la consulta sobre si deben o no ser enjuiciados los expresidentes. Y la razón es muy clara: fue durante los sexenios de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, cuando las diferencias sociales se hicieron más grandes. Fue el tiempo en que el neoliberalismo, que históricamente incluye también a Miguel de la Madrid, tomó carta de naturalización en México.

La evidencia es, por un lado, el puñado de magnates, enriquecidos en las esfera político-económica y, por otro, las masas, que cayeron en la miseria por las devastadoras políticas públicas de empresarios y “políticos” que sólo vieron por su interés. Eran lo mismo. Y esa es la expresión más patente de la corrupción que AMLO quiere exterminar.

Es natural, por eso, que haya resistencias y críticas a que se realice ese ejercicio de democracia participativa, expresión a la que el presidente López Obrador le confiere el más alto valor sobre la premisa de gobernar con, por y para el pueblo.

Si la experiencia es exitosa, para lo cual hay que salvar todos los ordenamientos legales, dará un paso decisivo y definitivo para empezar a edificar ese México nuevo que todos queremos.

SOTTO VOCE…


Del 24 al 26 de septiembre, se efectuará en Lima, Perú, el Congreso Internacional en Investigación Jurídica y Enseñanza del Derecho, en el que el principal ponente será el doctor Eduardo López Betancourt, quien hace casi medio siglo fue el primero en obtener el grado de Doctor en Pedagogía en nuestro país. En su exposición, disertará sobre la obra de su autoría “Pedagogía Jurídica”, con la cual suma 52 libros en la materia y se hizo acreedor al Premio Mérito Editorial IUS, que otorga la UNAM. Es el autor de más obras publicadas en su especialidad.

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