Desde el año pasado, los senadores Ricardo Monreal, de Morena, y Raúl Bolaños-Cacho, del Partido Verde Ecologista, presentaron una iniciativa para expedir la Ley General de Economía Circular (LGEC). En este marco, hace un par de días dichos senadores organizaron un Foro para abordar el tema de la economía circular en México, donde compartieron varios mensajes sobre los propósitos que cumplirá esta propuesta de Ley.

De esta forma, la LGEC ha tenido como uno de sus principales objetivos derrumbar el proceso iniciado con diversos actores de la sociedad para regular los plásticos de un solo uso desde la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos (LGPGIR), así como brindar protección y garantías a la industria del plástico (y a industrias conexas como la de bienes de consumo rápido, recicladores, etc.) ante los avances dados en gran parte del país para proteger nuestro planeta mediante la prohibición de determinados artículos de plástico desechable. Todo esto a través de una interpretación sesgada y un uso a conveniencia del concepto y los principios de la Economía Circular.

Así, lo que estos senadores y la industria del plástico quieren pasar como economía circular es primeramente una economía del reciclaje que deja el status quo intacto, mantiene intereses particulares y no brinda garantías al planeta ante la contaminación plástica. Por esto, una verdadera Ley de Economía Circular debería partir de una transformación en el mismo modelo de producción y consumo que actualmente es excesivo en el uso de materiales hechos para usarse y desecharse inmediatamente después, lo que implica buscar soluciones no en la última fase de la gestión de los residuos ya generados, sino desde antes de que los combustibles fósiles se sigan transformando en estos artículos diseñados para ser desechables, que además son innecesarios y prescindibles.

Asimismo, representantes de la Industria presentes en el Foro vincularon la discusión de la LGEC con el Acuerdo Nacional por una Nueva Economía de los Plásticos, un acuerdo voluntario firmado por industriales y senadores, como el Sen. Jorge Carlos Ramírez Marín del PRI, para aumentar modestamente sus tasas de reciclaje de plásticos como forma principal de dar solución a la crisis por contaminación plástica. De esta forma, poniendo las bases de la Ley en el reciclaje. Sin embargo, como lo indica , especialista en economía circular, es impreciso hablar de reciclaje como sinónimo de economía circular, ya que ésta tiene un potencial mucho más amplio.

Así, antes de reciclar el residuo de un producto, este tipo de economía exige producir un bien de gran calidad cuya vida útil pueda extenderse lo más posible a través de distintas fases como el dar mantenimiento al producto, reutilizarlo, repararlo, remanufacturarlo, y, si todo esto no es posible entonces puede llevarse ya a la fase del reciclaje. Para Ueyonahara, si un producto no puede pasar por estas fases y sólo puede reciclarse, entonces debe reevaluarse su propósito y buscar otras alternativas de satisfacer la necesidad que busca cubrir.

Lo anterior es particularmente cierto para los plásticos de un solo uso, los cuales han sido concebidos desde su diseño para ser utilizados por unos cuantos minutos o unas pocas veces y después ser desechados, de ahí la grave problemática de contaminación plástica que sufre el planeta. Ante esto, el reciclaje en definitiva no es la solución, sino innovar en nuevos modelos de negocio que den alternativas a los consumidores basadas en materiales durables, que puedan reusarse y que no dañen la naturaleza. Por todo esto, basar la LGEC en el reciclaje protege intereses particulares de una industria renuente a innovar y recorta el amplio potencial que tienen la economía circular para nuestro país.

En este contexto, de acuerdo a un artículo de la , el reciclaje implica también trasladar la responsabilidad de generar basura a los individuos, quienes deben entonces tirarla en su lugar para evitar la contaminación del planeta, retirando la responsabilidad de quienes producen y distribuyen productos diseñados para ser desechables, en un sistema donde el consumidor individual no tiene muchas alternativas. No obstante, la responsabilidad extendida a los productores no debe evadirse, ya que son ellos quienes deben encargarse de que los productos que ponen en el mercado (y que les dejan cuantiosas ganancias) no sean un problema ambiental. No puede haber economía circular sin la correcta consideración de esta responsabilidad.

La industria del plástico se mostró muy entusiasmada en el Foro organizado por los senadores ante la perspectiva de una ley que está siendo vislumbrada a su medida, pero como ciudadanía no debemos engañarnos con falsas promesas que dicen ser a favor del medio ambiente, pero que en la realidad continúan privilegiando intereses particulares por encima del bien común.

Ante esto, es importante dejar en claro que para que la economía circular podría realmente traer beneficios económicos y ambientales para México, se deben respetar sus principios originales conforme lo expresado en los últimos párrafos. Así como respetar y apuntalar un proceso ya iniciado para abordar la gestión de residuos desde la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos, que ya existe para ello. No solo tomando la parte de la economía circular que le conviene a la industria del plástico para no cambiar un ápice de su business as usual.

Responsables de la campaña de Océanos sin Plásticos de Greenpeace México

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