Los tiburones ballena de El Azul mexicano
Los tiburones ballena de El Azul mexicano

La piel del tiburón ballena me recuerda al dominó que tenía cuando era niño.

El tiburón ballena ( Rhincodon typus ) es el vertebrado más grande que existe, después de las ballenas. Estos friolentos gigantes de hasta diecinueve metros de longitud evitan el agua fría y por eso merodean los mares tropicales y subtropicales. Tal vez gracias a eso viven más de cien años–como las longevas tortugas marinas, a quienes tampoco les gusta el agua fría.

Estos ancestrales peces y reptiles migratorios pasan una gran parte de su vida en el mar Caribe, y le tienen especial cariño a la Península de Yucatán.

Los tiburones ballena son tan grandes como sus legendarios primos, el extinto megalodón ( Carcharodon megalodon )—un tiburón blanco de ojos negros, equipado con mandíbulas de tres metros de longitud y que patrulló los mares templados del Neógeno, hace entre veintiocho y dos millones de años, devorando ballenas, tortugas, otros tiburones, dugongos y cualquier otra criatura grande que osara cruzarse en su camino.

El tiburón ballena es uno de los únicos tres tiburones que se alimentan filtrando. Con su enorme boca succionan inmensas cantidades de agua que pasa velozmente por cojinetes filtradores en su garganta y con los que atrapan plancton y pequeños peces. Después expulsan el agua por las agallas. Sus mandíbulas poseen más de tres mil diminutos dientes, que utilizan para macerar los pedazos más grandes de alimento.

El segundo tiburón filtrador es también el segundo pez más grande (hasta doce metros), después del tiburón ballena. El tiburón peregrino ( Cetorhinus maximus ) es una criatura narigona y gentil en peligro de extinción debido a la sobrepesca para satisfacer nuestro insaciable apetito por su carne, su piel y sus aletas. Y el tercero es el más pequeño de los tres (alcanza cinco metros y medio), el tiburón bocudo ( Megachasma pelagios ), de aspecto muy extraño, cuerpo flácido, bioluminiscente, de aguas profundas y que muy raramente ha sido observado o capturado.

Los tiburones ballena de El Azul mexicano
Los tiburones ballena de El Azul mexicano

Mi primer encuentro, cara a cara, con un tiburón ballena fue hace quince años cerca de la isla de Holbox, en el Caribe mexicano ; el segundo fue hace ocho años en la Bahía de La Paz, en el Golfo de California. En ambas ocasiones nadaba con mi hija pequeña.

En Holbox, mientras mirábamos fijamente su ojo izquierdo–del tamaño del faro delantero del coche de mi esposa–el tiburón nos echaba un vistazo como preguntando, ¿Quién demonios son ustedes y qué hacen aquí? Noté el guiño que me hizo ese gigantesco ojo, aun sabiendo que los tiburones no tienen pestañas–era una mirada íntima en la que entreví los misterios de la naturaleza y el anhelo de vivir de esta criatura ancestral.

Hace unos días regresé de mi tercer encuentro cercano con tiburones ballena, esta vez en El Azul , a unos veinte kilómetros de Cancún en Quintana Roo. Aquí, y en algunos otros sitios cercanos, los científicos han identificado más de mil tiburones ballena diferentes que estacionalmente se reúnen para alimentarse en estas ricas aguas. La agregación más grande conocida de tiburones ballena–420 individuos en 18 km2–se encontró entre la isla Contoy y la isla Mujeres, no muy lejos de donde ahora nadaba yo.

Esta vez, encontrándome tan cerca de estos gentiles gigantes, no pude evitar imaginarme engullido por esas colosales mandíbulas–como Jonás–y después verme expulsado con el agua que salía por esas formidables agallas–como Pinocho–como parte del proceso que nutre la vida del pez más grande del mundo .

Lo que todavía no logro entender es por qué insistimos en llamarles tiburones, sí son hermosas tiburonas.

Como en casi todas las especies animales, las tiburones ballena son más atractivas, vigorosas, carismáticas, enigmáticas y elegantes que los machos. También son más grandes y longevas, viajan más lejos y llevan en su panza centenares de tiburoncitos. Estos tiburones nacen vivos, pero jamás humano alguno ha sido testigo de semejante milagro natural. De hecho, las islas Galápagos son el único lugar conocido en donde se han observado con alguna regularidad hembras preñadas del tiburón ballena.

Los tiburones ballena de El Azul mexicano
Los tiburones ballena de El Azul mexicano

La mayoría de las poblaciones de tiburones ballena del mundo están disminuyendo. Son amenazadas por la sobrepesca, principalmente en los mares asiáticos, en donde aún se comen sus aletas, su carne, su hígado. Pero sobreviven a pesar de ser atropellados frecuentemente por embarcaciones y a pesar de los cambios en la temperatura del agua y su productividad, y las alteraciones de las corrientes marinas por el calentamiento global . Y a pesar de que algunos operadores turísticos en sus áreas de concentración—como ocurre en El Azul—ignoren los lineamientos que regulan a esta multimillonaria actividad turística de observación y nado con tiburones ballena.

Cada año, entre mayo y septiembre, los tiburones ballena regresan a El Azul para alimentarse y acumular sus reservas energéticas. Sabemos mucho sobre su ecología y comportamiento mientras están aquí, pero no sabemos exactamente a dónde van y qué hacen una vez que parten de El Azul. Sin embargo, está claro que las aguas mexicanas son el paraíso de los tiburones ballena: la Península de Yucatán en el Caribe; y el Golfo de California, el Archipiélago de Revillagigedo, Nayarit y Oaxaca en el Pacífico.

Los científicos de Pronatura Península de Yucatán–una de las organizaciones conservacionistas mexicanas más importantes–han estudiado a los tiburones ballena durante muchos años. Me dicen que uno de cada tres tiburones que visitan El Azul es una hembra; los demás son machos, principalmente machos inmaduros.

Desafortunadamente, jamás sabré si el último tiburón ballena con el que nadé era hembra o macho. Le vi alejarse meneando rítmicamente su inmensa cola bifurcada, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, mientras sus agallas se abrían y cerraban lentamente como un acordeón, permitiendo que las aguas cálidas del Caribe mexicano siguieran fluyendo cadenciosamente.

Mientras contemplaba una última vez a este dominó titánico que nadaba conmigo, el cuerpo del tiburón ballena se desvaneció lentamente en el mar de El Azul–un lugar en donde, ocasionalmente, las almas buscan sanar.

* Las fotografías utilizadas en este artículo son de Gustavo Costa©

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