Por: Omar Vidal y Richard C. Brusca

En pleno siglo 21, gobiernos en todo el mundo atacan a la ciencia y el pensamiento científico independiente . Lo hacen líderes políticos en Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Rusia, Hungría, China, Japón, India, Sudáfrica, Brasil, Colombia y México. La mayoría de estos países solían apoyar a la ciencia, pero ahora, asombrosamente, muchos de sus mandatarios la asedian.

Es un embate antiintelectual que debilita a las instituciones científicas, cuestiona la credibilidad de los propios científicos y carcome nuestra comprensión del mundo natural. A instituciones y científicos se les acorrala reduciendo o eliminando el financiamiento y, como resultado, la investigación científica, la búsqueda del conocimiento y la educación están siendo asfixiadas.

En medio de la peor combinación de crisis sanitaria, económica, social y ambiental en un siglo, algunos mandatarios hacen lo impensable–difundir información distorsionada o falsa que confunde a la población sobre las amenazas globales más apremiantes, como el Covid-19 , que ha infectado a 40 millones de personas y matado a más de un millón en todo el mundo. Lo mismo pasa con el calentamiento global–2019 y 2020 han sido dos de los años más calientes registrados. Este año, 8 mil incendios quemaron dos millones de hectáreas de bosques en California; centenares de incendios en el Círculo Ártico emitieron 244 millones de toneladas de CO2; y 30 mil incendios arrasaron con millones de hectáreas de selva en la Amazonía. Entretanto, ciudades costeras en todo el mundo se preparan para un aumento inexorable del nivel del mar que amenaza con ahogarlas. Y qué decir de la pérdida de biodiversidad–entre 1970 y 2016, las poblaciones de vertebrados silvestres se desplomaron 68%. Nuestra relación con la naturaleza se ha roto y estamos viendo las consecuencias.

La arremetida contra la ciencia empeora cuando se aproximan las elecciones presidenciales en Estados Unidos , que tendrán repercusiones globales. Este 3 de noviembre los estadounidenses decidirán si reeligen a Donald Trump—el principal negacionista del cambio climático y probablemente el mandatario que más erráticamente ha manejado la pandemia. El presidente que se mofa de su principal asesor sobre el Covid-19 y director del Instituto nacional sobre alergias y enfermedades infecciosas, Anthony Fauci; mientras que en su país hay más de 8 millones de personas infectadas y los muertos rebasan los 220 mil.

El Señor Trump desbarató las instituciones estadounidenses necesarias para frenar el calentamiento global, resquebrajó a la Agencia de protección ambiental, suspendió las contribuciones al Fondo verde para el clima y sacó a su país del Acuerdo de París sobre cambio climático, no obstante ser el segundo emisor de gases de efecto invernadero después de China.

En un hecho sin precedentes, en las últimas semanas, algunas de las revistas científicas más prestigiosas del mundo–Scientific American, Nature, The New England Journal of Medicine, The Lancet Oncology y Science–condenaron el récord científico del Presidente Trump. Por primera vez en su historia las primeras cuatro respaldaron a un candidato a la presidencia de Estados Unidos, Joe Biden. Una decisión audaz, pues ni las publicaciones científicas ni los científicos acostumbran a involucrarse públicamente en campañas políticas. Ya no es así. Como lo expresó Nature: “La ciencia y la política son inseparables. La ciencia y la política siempre han dependido la una de la otra”.

¿Qué podemos hacer los ciudadanos en vista de estos ataques contra la ciencia ? Por lo menos preguntarnos si deberíamos elegir a políticos que toman decisiones con base en evidencia científica o en intereses políticos personales. Estamos hablando de decisiones cruciales para la sociedad y la humanidad, decisiones que ponen en riesgo nuestra supervivencia, decisiones que le afectan a usted, a sus hijos y a sus nietos. La próxima vez que un político pida nuestro voto, preguntémosle su punto de vista sobre ciencia y medio ambiente–y dejémosle claro que le haremos responsable si no cumple sus promesas.

Los gobiernos y los políticos deben detener el desmantelamiento de las instituciones científicas. Deben dejar de difundir aseveración y es falsas sobre las crisis globales. Deben suspender los ataques contra la búsqueda del conocimiento y contra los científicos. Todos debemos trabajar juntos por un presente y un futuro más seguros y saludables.

Omar Vidal es un científico y ambientalista; Richard C. Brusca es investigador científico de la Universidad de Arizona y fue Director Ejecutivo del Museo del Desierto de Arizona-Sonora en los Estados Unidos.

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