El amanecer del 28 de agosto un tsunami de rebeldía azotó la costa de Nueva York cuando la adolescente sueca Greta Thunberg arribó desde el Reino Unido, después de cruzar el océano Atlántico en un velero, para hablar ante la Cumbre de Acción Climática de las Naciones Unidas. Bajo la mirada de millones en todo el mundo, a esta guerrera vikinga del clima sólo le bastaron unos minutos para subir las apuestas sobre el futuro de nuestro planeta y la política global.

Mirándonos fijamente regañó a docenas de jefes de estado por su terca inacción y autocomplacencia. Ustedes, les increpó, han arrastrado al mundo y nuestro futuro a una crisis climática con repercusiones ambientales, sociales y económicas impredecibles. “Los ojos de las generaciones futuras están sobre ustedes. Y si deciden fallarnos, les digo que nunca les perdonaremos. No les dejaremos salirse con la suya. Aquí y ahora marcamos nuestra raya”, les advirtió.

Aún más importante, sin ambigüedades y con una refrescante insolencia juvenil, Greta envió un mensaje perentorio a millones de jóvenes alrededor del mundo: llegó la hora de la desobediencia y de desafiar el statu quo ; ¡ya se nos acabó la paciencia!

El mundo puede estar ante el nacimiento de una insurrección no vista desde los 1960s. Usted puede pensar que estoy exagerando, pero eche una mirada a esas imágenes de centenares de miles de niños y jóvenes enojados que, marchando codo a codo en virtualmente cada país de la Tierra, cantan consignas como “Si ustedes no se comportan como adultos entonces nosotros lo haremos”, “Nuestra casa está incendiándose” y “Si no es ahora, entonces cuándo”.

Como era de esperarse, la activista que con su Escuela en huelga por el clima y Viernes por el futuro inspiró y movilizó a millones de adolescentes en todo el mundo, fue el centro de las calumnias habituales y abusos verbales misóginos por su apariencia, forma de hablar y hasta por su autismo. La infamia.

Una de las primeras voces despectivas surgió del hombre más poderoso de la Tierra, el presidente Donald Trump, quien se burló sarcásticamente de Greta por Twitter: “Ella parece una joven muy feliz esperando un futuro brillante y maravilloso. ¡Qué bueno verlo!”, escribió el setentón negacionista del calentamiento global. Aun la normalmente sensible Canciller alemana Angela Merkel se apresuró a criticar a la activista climática de 16 años, diagnosticada con el síndrome de Asperger, lamentando su falta de optimismo sobre las bendiciones de la innovación tecnológica.

Dos meses después, la avalancha de rebeldía, pasión y esperanza mesurada que Greta trajo con ella a los Estados Unidos, se ha apaciguado. Pero su exigencia para actuar inmediatamente, su llamado a “escuchar a la ciencia” y su exhorto a la desobediencia civil todavía retumban en las paredes del mismo edificio desde el cual centenares de líderes políticos se han dirigido al mundo desde 1952.

Porque al igual que Greta también yo escucho a la ciencia, creo que los líderes de las naciones responsables de emitir la mayoría de los gases de efecto invernadero deben renunciar inmediatamente y ser reemplazados por ella y otros individuos de esos países que estén en contacto con la realidad. Se que me hago ilusiones, pero además exijo que los presidentes de las compañías de combustibles fósiles responsables de la mayoría de las emisiones de carbono regresen al colegio o de plano se vayan a casa. Las generaciones presentes y futuras estarían mejor si esto llegase a ocurrir.

Y, si, Greta, en tus propias palabras: no deberías estar enfrentando esto, deberías regresar al colegio. Te robamos tus sueños y tu niñez con nuestras palabras vacías. La gente está sufriendo, se está muriendo y ecosistemas enteros están colapsando.

Pero por favor no desfallezcas. Ignora los ataques brutales de los adultos que no entienden que no entienden, porque, como escribió el gran poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe en Der Kläffer: “Cabalgamos en todas las direcciones por placer o negocios, pero el perro que ladra siempre viene detrás de nosotros y aúlla con todo su poder. Así que el Pomerania de nuestra perrera nos acompaña constantemente y la ruidosa canción de su ladrido solo prueba que estamos cabalgando”.

Cabalga, Greta, cabalga y deja que los perros ladren.

Científico y ambientalista Twitter: @ovidalp

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