Justo cuando empezamos a superar los estragos que nos dejó la furiosa propagación del virus SARS-CoV-2, el 24 de febrero de 2022, como si se tratara de una nueva pesadilla, el ejército ruso dio inicio a la invasión de Ucrania.

Con gran ingenuidad, suponía que nada podría empeorar aún más a nuestro atribulado mundo. Estaba muy equivocado. Desde hace dos años, a partir del 24 de febrero de 2022, nuestro mundo ha vivido en peligro.

Vladimir Putin, quien ha gobernado a Rusia durante la mayor parte del siglo XXI, tomó la decisión de invadir a Ucrania.

De acuerdo con cifras que Naciones Unidas dio a conocer el jueves de la semana pasada —referidas por Bloomberg—, los dos años del conflicto bélico han dejado un saldo de 30 mil 457 víctimas civiles, de las cuales se estima que 10 mil 582 murieron y 19 mil 875 resultaron heridos.

De acuerdo con una nota publicada en El País el domingo 25 de febrero, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski estimó que 31 mil soldados han perdido la vida defendiendo a Ucrania.

Respecto a los costos derivados de la guerra, hasta diciembre de 2023, el gobierno ucraniano había gastado 150 mil millones de dólares en su defensa, y estimaba que gastaría 24 mil millones de dólares más en 2024.

Con relación a Rusia, a pesar de todas las sanciones económicas impuestas, las cuales efectivamente han deteriorado su economía, tendrá que destinar 112 mil millones de dólares para continuar la guerra.

A través de la historia podemos constatar que las guerras representan enormes dolores para la mayoría de los pueblos. En cambio, para algunos mercaderes las guerras siempre representan un formidable negocio. Esta guerra no es la excepción.

El apoyo que Ucrania ha recibido de Estados Unidos y de Europa ha reportado formidables ganancias a determinados fabricantes de armamentos y a la industria militar.

En la referida nota de Bloomberg se recupera una relación de las principales empresas en la industria de las armas o defensa, de acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo: General Dynamics Corp (GD), Honeywell International (HOH), Lookheed Martin Corp. (LMT), Northrop Grumman Corp. (NOC), Rayyheon Technologies Corp. (RTX).

Todas esas empresas son estadounidenses.

A través de la historia podemos confirmar que gran parte de las , originalmente fueron concebidas para propósitos bélicos.

Por ello, no debe extrañarnos las ganancias que la invasión de Ucrania ha reportado a algunas empresas en el sector de tecnología.

En el ciberespacio paralelamente se libra una auténtica guerra entre hackers rusos, ucranianos y numerosos grupos de cibermercenarios, quienes prestan sus servicios al mejor postor.

En el frente de batalla en Ucrania son empleados robots para desplazar municiones y explorar terrenos.

Además, para operaciones más complejas son utilizados robots de mayores dimensiones: unmanned ground vehicles (UGV), o vehículos terrestres no tripulados.

Pequeños drones aéreos supervisan las operaciones de los robots. Los drones además son utilizados para vigilar el campo de batalla, observar los movimientos del enemigo, transportar explosivos y destruir robots.

Los vehículos aéreos no tripulados no son nuevos. Algunos fueron utilizados durante la Segunda Guerra Mundial y fueron utilizados como artefactos explosivos.

El campo de batalla ucraniano está saturado de sensores aéreos que permiten rastrear y atacar cualquier cosa que se mueva.

La invasión propició la indispensable reconversión de algunas empresas ucranianas. Por ejemplo, la empresa Taras Ostapchuk se dedicaba a crear postes para el alumbrado público; ahora construye robots y drones para la guerra.

Ostapchuk —refiere Matt Burgess en un interesante artículo publicado en Wired— ha desarrollado tres tipos de robots, todos llamados Ratel. El robot "kamikaze" de cuatro ruedas puede llevar explosivos atados o colocar minas terrestres; los otros dos robots pueden transportar equipos o llevar heridos.

Ucrania pretende construir un "ejército de robots".

Las guerras representan auténticos laboratorios de experimentación tecnológica.

La invasión a Ucrania ha permitido evaluar los posibles alcances de los sistemas de armas autónomas letales, los cuales involucran la contribución de la robótica negativa y la inteligencia artificial (IA).

Las armas autónomas letales pueden seleccionar y atacar objetivos sin intervención humana significativa en el proceso de toma de decisiones. Por supuesto ello invalida lo dispuesto por Isaac Asimov en sus leyes de la robótica.

Transformar a los robots en armas mortales autónomas podría pasar una terrible factura a la humanidad. Ya nos lo anticipó la ciencia ficción, la cual se ha convertido en el día a día de nuestra realidad.





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