Por: Daniela Cristóbal

Hace tres meses tuve la oportunidad de conocer Medellín, la ciudad con más homicidios en el mundo en los tiempos de Pablo Escobar. Específicamente, pude visitar la Comuna 13, una de las 16 comunas de la ciudad, que se ha convertido en un sitio turístico en años recientes. Lo que vi, escuché y compartí ahí me llevó a reflexionar sobre lo que México puede aprender de esta dolorosa experiencia que experimentó Colombia.

A través del muralismo, los habitantes de la comuna van contando su historia, como una forma de no olvidar esa etapa oscura. Tuve la oportunidad de escuchar esta historia a través de Paola, una mujer que nació y ha vivido ahí porque su abuela llegó a Medellín como víctima de desplazamiento forzado interno. Paola nos cuenta que la comuna fue un corredor de drogas y armas, por lo que la presencia de grupos armados disputándose el territorio fue común durante décadas.

Paola comparte varias anécdotas desgarradoras, como que los niños desde los 9 años eran reclutados por grupos delictivos (guerrilleros, paramilitares o narcotraficantes) y eran obligados a comenzar una carrera delictiva dentro de la organización. Para “probar finura” los menores eran obligados a cometer homicidios en el espacio que hoy es una cancha para practicar deportes.

La violencia de género también tuvo lugar en esta comuna, las niñas y mujeres no podían salir con la certeza de que iban a volver. Muchas de ellas fueron encontradas sin vida con huellas de severa violencia y muchas más continúan desaparecidas. Al estar en la comuna puede observarse un lugar conocido como “la escombrera”, una fosa donde existen restos humanos sin identificar, y para la cual, ninguna administración se ha esforzado por comenzar con la identificación de los mismos.

Los niños, niñas y adolescentes tenían un solo sueño: ser el “más duro”, es decir, ascender en su carrera delictiva hasta ser un jefe o capo. Tal como anota Alonso Salazar en su libro “No nacimos pa’ semilla” la juventud en Medellín encontró en la violencia, el sicariato y el narcotráfico, una posibilidad de realizar sus anhelos y de ser protagonista en una sociedad que les ha cerrado las puertas.

En 2002, tras la Operación Orión, el gobierno logró recuperar el control del territorio y comenzó un largo camino que continúa hasta hoy hacia la pacificación, recuperación de espacios y reconstrucción del tejido social. Paola comenta que el turismo ha significado una mejor situación económica, que los niños hoy ya no crecen en un entorno violento y ven otros ejemplos de modos de vida, la comuna cuenta con más servicios y poco a poco siguen recuperando su vida.

Si bien hay secuelas en las víctimas directas e indirectas que probablemente no alcancen a sanar, cabe reconocer el gran ejemplo de la Comuna 13 para el mundo: sí hay otro camino diferente a la violencia. El trabajo en conjunto de autoridades, comunidad, sociedad civil, académicos, muralistas, activistas, personal de salud,

artistas, etc. ha sido fundamental para cambiar la realidad de las personas en la comuna.

Lamentablemente, México cuenta con abundantes historias sobre desplazamiento forzado interno, feminicidio, violencia de género, reclutamiento de menores y desapariciones forzadas. Las víctimas reclaman justicia y paz. Tal vez, como en el caso colombiano, podamos afirmar lo que anotaba Salazar en 1990: “Vivimos una realidad desquiciada. […] este país no ha encontrado paz ni para sus muertos.”

Investigadora del Observatorio Nacional Ciudadano

@dani_cristob

Referencias:

Salazar, A. (1990). No nacimos pa’ semilla. (1ª edición en Debolsillo, 2023).Penguin Random House Grupo Editorial.

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