Quien esto escribe, acudió como espectador al #DesfileCívicoMilitar2022 en Ciudad de México, el pasado 16 de septiembre. Fue una exhibición del estado de fuerza federal, pero también un acto de sutil comunicación entre el gobierno y la sociedad, para normalizar el papel del ejército como policía.

Por Arturo Peláez Gálvez
 

Con la clara intención de hacer visible a la Guardia Nacional, como aparato policial de las Fuerzas Armadas, el grueso del desfile fue acaparado por los elementos de la Guardia Nacional, ubicados en cantidad y posición, como protagonistas privilegiados para ser vistos, aplaudidos y legitimados ante la sociedad.

Apretados en un pequeño templete, pero con actitud cordial, las tres parejas de locutores enviados por el Ejército, la Fuerza Aérea y la Guardia Nacional se repartieron el micrófono entre sí para explicar al público las características de sus respectivos contingentes. Relegado, debajo del templete, un oficial de la Marina esperaba pacientemente a que le permitan subir al estrado dominado por personal de la Secretaría de la Defensa Nacional. Ahí estaba la metáfora visual del amontonamiento de recursos del estado en una sola institución, y del desplazamiento de otras posibilidades institucionales para resolver el problema de la seguridad en el país.

Sólo detrás del contingente inicial de banderas, desfilaron las diversas compañías de la Guardia Nacional para mostrar que el carácter civil con el que fue tolerada su creación es militar en realidad; subordinada a la moral, mando y determinación de la Secretaría de la Defensa Nacional, tal como el Ejecutivo pretende ratificar legalmente en el marco de un turbio proceso legislativo que aún no concluye.

Los contingentes del Ejército, de la Fuerza Aérea y especialmente de la Armada de México fueron relegados detrás de la Guardia Nacional. Compactados a su mínima expresión, los planteles de educación militar también entregaron su cuota numérica para dar mayor vista a la Guardia Nacional. Mediante diversos carros temáticos, la Guardia Nacional presumió la realización de labores de proximidad social, vigilancia de carreteras, ejecución de operativos especiales e incluso, el desarrollo de un plan alterno al histórico DN-III del ejército para atender emergencias climáticas o terremotos.

En lugar del DN-III, se espera que en adelante el público piense en el plan recién creado y ahora nombrado Plan GN (Plan Guardia Nacional) para atender emergencias nacionales. En adición a los gallardetes ordinarios del H. Colegio Militar, fueron inoculados los estandartes de cinco compañías de la Guardia Nacional, como especialidad superviniente de la que egresarán los oficiales de ese nuevo cuerpo del ejército.

Como emblema de la creación presidencial, los colores guinda como fondo, y el águila juarista en el centro hilvanan ─en la historia mexicana reciente─ la ceremonia en la que un hombre se declaró a sí mismo “presidente legítimo” y aquél que siendo presidente Constitucional ha penetrado en las instituciones militares para alterar su organización interna, dotarla de un emblema ajeno a la heráldica militar previa, e incrustarles un nuevo órgano dedicado a funciones policiacas.

Que el partido dominante en México y el aparato policial federal compartan el mismo emblema señala un mensaje en el que la política y la fuerza tienen un mismo vértice, peligrosamente conectado en torno a la seguridad.

Con ese desfile, el gobierno envió un mensaje sobre el modo en que entiende el papel del ejército en torno a la seguridad y queda aguardar la manera en la que la sociedad habrá de reaccionar a ese mensaje.

Investigador del Observatorio Nacional Ciudadano
@PelaezGalvez

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