Por: Iván Martínez 

El pasado 6 de enero el mundo se sorprendió por las imágenes de una muchedumbre tomando por asalto el Capitolio de los Estados Unidos. La historia es conocida, pero quiero llamar la atención sobre tres hechos ahí ocurridos.

1) El policía Eugene Goodman se plantó frente a un grupo de manifestantes que ingresaron al Capitolio, y fue retrocediendo mientras intentaba disuadirlos de avanzar. Como los manifestantes avanzaban hacia él, al retroceder los hizo seguir una ruta que los alejó de donde estaban aún los senadores desalojando el edificio, evitando que ambos grupos se encontraran.

2) En la antesala de las oficinas del presidente del Capitolio, que era defendida por guardias de seguridad, un grupo de manifestantes intentaba forzar la puerta. La manifestante Ashli Babbitt asomó su cuerpo por el hueco de vidrios rotos de la puerta y recibió de un guardia un disparo que le quitó la vida.

3) El policía Brian Sicknick obtuvo heridas durante el enfrentamiento, mismas que le causaron la muerte horas después de los hechos, en su oficina.

Hablamos de tres actuaciones diferentes realizadas por personal responsable de hacer cumplir la ley y brindar seguridad. El primero es considerado un héroe por haber mantenido la calma y haber evitado hechos lamentables. El segundo (no se publicó su nombre) recibió una licencia administrativa y fue suspendido de actividades policiales mientras se hace una investigación. El tercero fue velado con honores en el mismo Capitolio, donde el propio Biden le presentó sus respetos.

Así de delicada es la tarea policial, y así de graves o afortunadas pueden ser las consecuencias de las decisiones que el personal que debe protegernos, toma en unos instantes. Traigo estos hechos a colación por ser recientes, ampliamente conocidos, y para evitar ejemplos nacionales que puedan considerarse politizados.

Hablando de nuestro país, en 2019 se publicó la Ley Nacional de Uso de la Fuerza (LNUF) que busca prevenir abusos por parte de los elementos de las instituciones de seguridad pública, incluyendo a las fuerzas armadas cuando actúan realizando esas funciones. La ley establece que la fuerza puede ser utilizada ante tres conductas: resistencia pasiva, resistencia activa, y resistencia de alta peligrosidad, y que ante tales conductas, los agentes cuentan con cinco mecanismos de reacción: controles cooperativos (uso de la voz), controles de contacto (sujeción momentánea), sometimiento, tácticas defensivas y fuerza letal.

Estos cinco mecanismos se deben usar de manera proporcional a la conducta, por lo que no deben causarse daños a quien solo se resiste pasivamente, o no puede causársele la muerte a quien se resiste activamente. La fuerza letal solo puede usarse ante resistencia de alta peligrosidad. ¿Se justifica disparar a una mujer que intenta traspasar una puerta acompañada de una muchedumbre?

La Ley establece también cinco niveles de uso de la fuerza que deben ir agotándose uno a uno. El elemento puede hacer uso de su presencia, de comandos de voz, de sometimiento cuerpo a cuerpo, de armas “menos letales” (como el bastón policial, dispositivos tipo “taser” o irritantes químicos), y como último recurso, las armas de fuego. Si el guardia del Capitolio hubiera usado un “gas pimienta”, tal vez Babbitt estuviera viva y él no estaría en riesgo de ir a la cárcel acusado de homicidio.

Aunque la LNUF es perfectible, es un logro importante que contemple el uso de armas “menos letales” que pueden evitar una tragedia tanto para el policía como para la persona que enfrenta. Por supuesto, su uso exige adiestramiento, pero ¿a cuántos policías ha visto portar un bastón expandible o un gas en su cinturón? Es importante desestigmatizar su uso para que los elementos cuenten con una herramienta intermedia entre el uso de sus manos y su arma de fuego.

Investigador del Observatorio Nacional Ciudadano 
@MartinisIvan 

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