Ana Velasco

Considerar el papel que juega Estados Unidos en las políticas de seguridad en México nunca ha sido opcional. Basta solo mirar a la historia de la cooperación en materia de crimen organizado de las últimas cuatro décadas para notarlo. Lo que sorprende, sin embargo, es que pareciera existir un empeño en ignorarlo.

El próximo 3 de noviembre Estados Unidos elige presidente y eso es relevante para la política de seguridad de México. El actual presidente Donald Trump intentará conseguir la reelección y, aunque aún es pronto en la carrera, los antecedentes históricos juegan a su favor. Desde 1933, solo George HW Bush, Jimmy Carter y Gerald Ford han sido derrotados en una elección mientras ocupaban la Casa Blanca. Esto supone que Trump estará en un momento muy particular en los próximos meses con un doble carácter de candidato y presidente en funciones. Por si fuera poco, enfrenta un proceso de destitución.

Es previsible que un presidente que busca la reelección se concentre en vender los triunfos de su primer periodo, y es aquí donde México será una de las referencias. Cabe recordar que fue desde el anuncio de sus intenciones para contender por la presidencia en el verano de 2015 que el empresario señaló a México con una serie de adjetivos despectivos como una forma de apelar al electorado anti-inmigrante. Y aunque hubo quienes descalificaron estos dichos como meras tácticas de campaña, lo cierto es que parte de esa retórica se cristalizó tras ser electo. Bajo tensas negociaciones, se reformuló el TMEC; y bajo la amenaza de la imposición de aranceles, el gobierno mexicano endureció su política migratoria.

Estos antecedentes dejan poco espacio para esperar acciones radicalmente distintas respecto a México en los próximos meses. La pregunta es qué podemos esperar. No es desproporcionado decir que las decisiones del presidente estadounidense han representado un reto para analistas en todo el mundo y que con frecuencia las describen como impredecibles. Sin embargo, a lo largo de estos años se distinguen algunos patrones.

Uno de ellos es la estrategia de provocar deliberadamente una crisis, por ejemplo, con una amenaza creíble, y después disminuir el tono para venderlo como un triunfo. Este proceder ha sido comparado con la llamada “teoría del hombre loco” atribuida al ex presidente Richard Nixon, que consiste en intimidar a un oponente a hacer concesiones haciéndole creer que se actúa desde una posición de absoluta temeridad.

Es objeto de debate que Nixon haya utilizado esta “teoría”, y Trump nunca se ha referido explícitamente a ella, pero sin duda es una técnica que le ha dado resultados. Un ejemplo reciente ocurrió en las últimas semanas de 2019 cuando el presidente afirmó que estaba en marcha el proceso de designación de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas.

La noticia corrió como pólvora en nuestro país y provocó declaraciones al más alto nivel. En seguida, el Canciller viajó a Washington DC para atender la situación con el Secretario de Estado. Hubo un acuerdo. Trump informó que estaba retrasando temporalmente la designación e intensificando "esfuerzos conjuntos para tratar decisivamente con estas organizaciones viciosas y ¡en constante crecimiento!".

Lo sorprendente de la reacción en México es que la cantidad de información que fluyó no necesariamente empataba con la veracidad. Analistas de seguridad trastabillaron para proveer explicaciones claras sobre el procedimiento bajo el que ocurren estas designaciones y sus consecuencias. Por ejemplo, se afirmó que sería el congreso el que tendría la última palabra al votar la designación, cuando este tiene un papel secundario al únicamente revisar el aviso que el Departamento de Estado le envíe. Además, no era la primera vez que se hacía esta amenaza de la designación.

Es urgente reconocer que durante los últimos años ha sido especialmente evidente el desconocimiento que tenemos los analistas, la sociedad civil y la prensa, en general, de los procesos políticos de Estados Unidos, y cómo estos influyen en nuestro país e inciden en la vida de nuestros paisanos.

El año electoral es una oportunidad para corregir rumbo. Es importante aclarar que las dinámicas bilaterales en el amplio tema de seguridad distan de depender de las maniobras de un solo actor político. El sistema de pesos y contrapesos en el gobierno federal, el involucramiento de distintas agencias que no necesariamente comparten objetivos, los distintos grupos de interés, así como el papel que juegan los estados en la definición de las políticas no puede soslayarse. Pero en tiempos de un ejecutivo tan poderoso, y con una situación de seguridad en México cada vez más volátil, mal haríamos en seguir ignorando la necesidad de información veraz. La asimetría en la relación exige este pragmatismo.

Investigadora del Observatorio Nacional Ciudadano
@_anavelasco

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