Salvador Romero Ballivián

En 2023, la política latinoamericana abrió el tour electoral presidencial en Paraguay y lo cerró en Argentina, con paradas en Guatemala y Ecuador.

Paraguay ratificó su singularidad, alejándose de las tendencias en la región. En efecto, el Partido Colorado retuvo el poder, ajeno a la ola adversa para los gobiernos; séptima victoria en ocho contiendas desde el retorno a la democracia, una marca no alcanzada por ningún otro partido. Lo rutinario en Paraguay constituye una excepcionalidad en América. Le bastó movilizar una base disciplinada y enfrentar una oposición dividida. Así ungió al joven presidente Santiago Peña y logró la mayoría legislativa.

Guatemala siguió líneas más habituales: severa derrota gubernamental, leve baja de la participación y candidaturas sorpresa. Tras barajar las cartas hasta el final, el electorado se decantó por Bernardo Arévalo, a quien las encuestas apenas tenían en su radar. Tras su inesperado paso a la segunda vuelta, se impuso con holgura cuando se notó que las estructuras de poder pretendían excluirlo. Allí radicó el meollo del enturbiado proceso, sometido a una inusitada presión desde esferas del poder fáctico, aliadas con instancias jurisdiccionales y el gobierno, para inhabilitar candidaturas juzgadas amenazantes para el statu quo. En la segunda vuelta y la fase postelectoral, el Tribunal Electoral, la comunidad internacional y la movilización social mantuvieron la postulación y la victoria de Arévalo contra los intentos por descarrilarla judicialmente.

Ecuador también mezcló tendencias comunes y singularidades inquietantes. Acorralado por el inminente juicio parlamentario de destitución, el presidente Lasso estrenó la denominada “muerte cruzada”: disolvió la Asamblea y convocó una elección que también recortó su mandato, y en la cual no compitió. Prevaleció la disputa entre el polo del expresidente Correa y otro, fragmentado, heterogéneo y sin líder permanente. Como en 2021, el correísmo ganó la primera vuelta gracias a un sólido voto duro y fue superado en la segunda, ahora por el debutante Daniel Noboa. La sombría novedad fue la impronta del crimen organizado, cuyo símbolo trágico fue el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio, sin que la investigación arroje precisión sobre el crimen.

En una Argentina golpeada por la crisis económica y una pobreza agravada, la candidatura de Javier Milei, antisistema, confrontativa y provocadora desarregló la pauta tradicional del enfrentamiento entre peronismo y antiperonismo. En la segunda vuelta, revirtió la desventaja frente al ministro de economía peronista Massa, gracias al voto conservador que respaldó a Bullrich en la ronda inicial.

Los comicios de 2023 constataron rasgos cada vez más frecuentes en América Latina: polarización sociopolítica, acentuada en el espacio digital; derrota oficialista por la frustración con la economía y el deterioro social; apertura hacia líderes que nunca gobernaron, incluso con trayectorias breves, y que prometen cambios significativos o, simplemente, desplazar a la impopular “clase política”; inversión del resultado en segunda vuelta; intentos por deslegitimar la integridad del proceso, aun sin evidencias. Asimismo, se confirmó que el supuesto giro a la izquierda es, en realidad, el rechazo a los gobiernos, más allá de su línea, mientras la democracia pierde lustre en varios segmentos, en particular juveniles. Este conjunto de tendencias se pondrá en juego en 2024.

Director IDEA Internacional en Paraguay

Miembro del Consejo Asesor del Observatorio de reformas políticas en América Latina

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