En los días pasados, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y la presidenta de la Comisión Europea de la Unión Europea (UE), Úrsula von der Leyen, se reunieron con el líder Xi Jinping. Esta visita resulta tan interesante como intrigante por varias razones, pero no es la única que se ha gestado en los tiempos recientes. Desde hace meses varias comenzaron a celebrarse entre el mandatario chino y representantes de algunos de los países más poderosos del mundo. ¿Qué implicaciones hay detrás de este suceso?

Xi se ha reunido en Beijing con un número grande de líderes europeos en las últimas semanas. Ha recibido al canciller alemán Olaf Scholz y a Pedro Sánchez, presidente de España. En los días pasados hicieron lo propio Macron y von der Leyen y, en el futuro próximo, se estima que asistan Giogia Meloni y Mark Rutte, primeros ministros de Italia y Países Bajos, respectivamente, quienes habían sido invitados por el mandatario chino desde noviembre pasado durante la cumbre del G20 en Bali, Indonesia.

Pero, ¿por qué las visitas?, y ¿por qué una tras otra para los líderes europeos? Puede haber varias respuestas para ambas preguntas. Es evidente que China ha crecido de manera inusitada en las últimas dos décadas. Probablemente, su progreso económico es lo que más ha sorprendido, ya que hace 30 años el país de los ríos azul y amarillo no contaba con una economía dirigente, y hoy en día ostenta la segunda posición mundial, sólo por detrás de Estados Unidos de América (EUA) a quien, de acuerdo con las estimaciones, podría superar al final de la década actual.

También su desarrollo tecnológico ha sido notable, permitiéndole conseguir hitos como mantener comunicación con la Tierra desde el lado oscuro de la luna. Su poderío militar es claro, es decir, hoy en día su ejército y arsenal se encuentra en los primeros tres más fuertes del mundo, sin mencionar su posesión de armas nucleares. De la misma manera su influencia política y comercial es bien conocida no sólo en la región del sureste asiático, sino en todos los continentes, incluso en algunos es el primer socio comercial.

Por ende, para varios estados es relevante mantener buena relación con Beijing para preservar su relación comercial, en una primera instancia. Esto no es ajeno a los miembros de la UE, que encuentran en China un mercado importantísimo para los productos y servicios europeos, además de un contendiente sólido para sí mismos y para su aliado EUA que poco a poco sería superado en los siguientes años por el gigante asiático en diferentes rubros.

Esta lectura de la situación quizá haya sido la razón para el acercamiento evidente de Bruselas con Beijing. Sin duda, la UE es un poder global en muchos sentidos, pero el ritmo del crecimiento de China le ha sobrepasado y ahora se perfila para competir directamente con el país de las barras y las estrellas. Por ende, una buena relación con la potencia asiática puede servir en muchos aspectos, por ejemplo, en la guerra de Rusia y Ucrania. Es bien sabido que Xi ha sido un soporte para su similar ruso en este conflicto bélico, por lo que la diplomacia con el líder chino podría funcionar para que limite su apoyo a Moscú.

Sin embargo, lo que sorprende de esta visita han sido las palabras de Macron, quien señaló que Europa es aliada de EUA, pero no por eso va a ser su vasallo. Es una declaración inesperada, pero que ilustra la visión que el presidente francés sigue teniendo de la posición de la UE en el mundo, como un agente fuerte, independiente y plenamente autónomo en su política exterior.

No hay duda de que Bruselas, en efecto, busca un mejor posicionamiento global, ya que eso le significaría más probabilidades de garantizar su supervivencia y actuar con menos ataduras. No obstante, la declaración de Macron y el acercamiento que ha tenido la UE con Beijing puede generar tensiones con Washington, ya que significaría que su aliado cercano tras la Segunda Guerra Mundial y con quien colaboró con esmero durante el resto del siglo XX y lo que va del XXI, estaría ahora congeniando a un nivel mayor que antes con China, que es su rival número uno en la competencia por la hegemonía global.

Si bien el movimiento de Bruselas puede que esté calculado por los líderes de la UE, no remueve la inquietud de Washington, por lo que podemos esperar una reacción del país de las barras y las estrellas en los siguientes días para intentar recalibrar las interacciones entre su aliado y China. A pesar de que esto pueda ocurrir, las preguntas son: ¿cambiará la política exterior del conglomerado europeo de naciones?, y, ¿se habrá negociado la reducción del apoyo a Rusia en la guerra con Ucrania a cambio de algo con respecto a Taiwán? Es un intrigante quid pro quo que ciertamente le preocuparía EUA.

Historiador e internacionalista

@NielsRosasV (Twitter)

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