Acaban de concluir los clavados en el Campeonato Mundial de Deportes Acuáticos en Singapur y, entre los muchos nombres a destacar —como el de Osmar Olvera—, hay uno que merece un reconocimiento especial, no solo por las medallas conseguidas, sino por lo que representa en la historia reciente del deporte mexicano: Ma Jin.

Una entrenadora china que, con trabajo, disciplina y carácter, se ha convertido en parte esencial del éxito de los clavados en nuestro país.

Llegó a México a principios de los años 2000. Desde entonces, su presencia ha sido constante, firme y determinante —aunque no siempre valorada como merece—. En un entorno históricamente dominado por entrenadores hombres, Ma Jin tuvo que abrirse paso en un sistema que no fue diseñado para mujeres ni para extranjeras. Pero, a fuerza de resultados, fue dejando huella.

No se puede entender la era moderna de los clavados mexicanos sin su nombre. Paola Espinosa, Rommel Pacheco, Tatiana Ortiz, Juan Celaya, Alejandra Orozco, Osmar Olvera y otros tantos talentos han pasado por sus manos. Ella no solo los entrenó: los formó, los acompañó y, en muchos casos, los transformó.

Pero no todo ha sido sencillo. En estas dos décadas ha lidiado con un desfile de directores en la Conade, como un servidor, Carlos Hermosillo, Bernardo de la Garza, Jesús Mena, Alfredo Castillo y, más recientemente, Ana Gabriela Guevara. Con todos ha tenido que negociar, resistir y, muchas veces, luchar para que se le reconozca el espacio ganado con esfuerzo.

Con Guevara, en particular, vivió quizá uno de los episodios más duros de su carrera: intentos por desestabilizarla, marginarla, incluso regresarla a China. Pero se quedó. Porque México también es su casa, y porque su compromiso con los atletas ha sido más fuerte que cualquier obstáculo político.

En Singapur volvió a demostrar su vigencia, con Osmar Olvera, quien consiguió un histórico oro en trampolín de 3 metros, derrotando precisamente a los chinos, entre otras medallas.

Ma Jin pudo haber aceptado una oferta para dirigir al equipo de clavados de Estados Unidos rumbo a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. No lo hizo. Se quedó por convicción, por cariño a este país y, también, por una historia personal: se casó con un mexicano, formó una familia aquí y ha echado raíces.

Por todo eso, y por todo lo que aún puede dar, hay que decirlo claro: Ma Jin es una china muy mexicana, y es un lujo tenerla con nosotros.

Profesor

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