En México, cada vez resulta más urgente abrir las puertas a grandes personajes del deporte internacional. Nuestro país necesita de este tipo de eventos, no solo para colocarse en el mapa, sino para inspirar a nuevas generaciones que carecen de referentes cercanos. La natación, a diferencia de otras disciplinas, rara vez tiene la fortuna de recibir a sus máximas figuras en territorio nacional.

Por eso, lo que ocurrirá en Querétaro el próximo fin de semana no debe verse como un simple torneo, sino como un auténtico acontecimiento deportivo y cultural.

Del 18 al 21 de septiembre, la ciudad de Querétaro será sede de la Copa Internacional de Natación de Curso Corto 2025, una competencia que, desde hace ocho años, ha logrado consolidarse como la única plataforma capaz de traer a México a nadadores de talla mundial.

Que figuras de semejante categoría decidan competir aquí es, en sí mismo, un logro mayúsculo, considerando que la anterior Federación Mexicana de Natación nunca fue capaz de generar proyectos sólidos que vinculen al país con la élite acuática global.

El gran atractivo es Léon Marchand, el francés que ya se ha ganado un sitio en la historia como uno de los monstruos de la natación moderna. Su capacidad de dominar múltiples pruebas lo ha llevado a ser comparado con Michael Phelps. Si Francia tuviera un equipo de relevos tan sólido como el de Estados Unidos en el mejor momento de la carrera de Phelps, seguramente Marchand ya sumaría varias medallas colectivas a su palmarés olímpico. Aun así, con sus cinco oros olímpicos, su figura se eleva como un ejemplo de lo que significa la grandeza deportiva.

Para México, su presencia es más que un espectáculo: es la oportunidad de que cerca de mil jóvenes nadadores convivan con un referente que puede marcarles la vida. Pero no solo estará Marchand. El cartel de Querétaro se enriquece con tres figuras que consolidan la dimensión internacional del evento: Hubert Kós, campeón olímpico húngaro en 200 metros espalda en París 2024; Chase Kalisz, estadounidense especialista en estilos combinados, con oro olímpico en Tokio 2020 y plata en Río 2016; y David Schlicht, australiano finalista mundialista y medallista en relevos.

Todos ellos, además, trabajan bajo la tutela del legendario Bob Bowman, el entrenador que condujo a Phelps a la cima y que hoy sigue formando campeones.

Decir que competirán es casi un formalismo. La diferencia de nivel es tan amplia que sus victorias serán más una exhibición que un reto real. Y aun así, esa “exhibición” es invaluable.

Para los jóvenes mexicanos, presenciar de primera mano cómo se nada a nivel mundial, cómo se prepara un verdadero atleta de élite y cómo se construye la excelencia, puede convertirse en la semilla de futuros campeones.

Con esta Copa en Querétaro y México vuelven a demostrar que cuando se organiza con visión y profesionalismo, se puede estar en el mapa internacional. Que nadie se confunda: no es la Federación quien lo ha hecho posible, sino un grupo de organizadores que entienden la importancia de abrir puertas.

Que los niños, niñas y jóvenes mexicanos tengan frente a ellos a Marchand, Kós, Kalisz y Schlicht no es un lujo: es una inversión en sueños, y los sueños también son el combustible del futuro deportivo de un país.

Profesor

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