En una reciente sesión del Chartered Institute of Arbitrators (CIArb), American Branch, presidido por la abogada mexicana Cecilia Flores Rueda y por René de Liux, presidente del CIArb Capítulo México, tuve el privilegio de participar como conferencista y sostener una conversación franca sobre los retos que hoy enfrenta el arbitraje internacional en nuestro país. En ese espacio de reflexión coincidimos en una idea central: la ética, la diversidad y la tecnología no representan una amenaza para el sistema arbitral, sino una oportunidad real para fortalecerlo, dotarlo de mayor legitimidad y proyectarlo con solidez hacia el futuro.

El arbitraje internacional atraviesa hoy un punto de inflexión. Lo que durante años fue percibido como un mecanismo técnico y especializado para resolver disputas entre empresas, se ha convertido en una pieza central de la arquitectura jurídica global. De sus decisiones dependen millones de dólares, infraestructura estratégica, proyectos energéticos, contratos de largo plazo y la estabilidad de cadenas de suministro que cruzan fronteras. Pero, a diferencia de los tribunales estatales, el arbitraje no se sostiene en la fuerza coercitiva del Estado, sino en algo más delicado y a la vez más poderoso: la confianza. La confianza de las partes en que los árbitros actuarán con independencia, imparcialidad y rigor técnico; y el prestigio acumulado de quienes integran los tribunales arbitrales, cuya credibilidad personal se convierte en garantía de justicia. Cuando esa confianza se erosiona —por conflictos de interés, opacidad, falta de diversidad o uso irresponsable de nuevas tecnologías— no solo se cuestiona un laudo concreto, sino la legitimidad misma del sistema arbitral.

En ese sentido, el sistema arbitral enfrenta tres desafíos simultáneos: ética, diversidad y tecnología, especialmente el uso creciente de inteligencia artificial (IA). Ignorarlos sería poner en riesgo la legitimidad del arbitraje y la confianza de los inversionistas. Abordarlos con seriedad, en cambio, puede fortalecer a México como sede arbitral regional en los próximos años.

Ética: el nuevo núcleo del arbitraje internacional

En contraste con los tribunales judiciales, el arbitraje carece de un código único y universal. En su lugar, opera con un mosaico de normas —soft law y reglamentos institucionales— que buscan garantizar independencia e imparcialidad.

Destacan las Directrices sobre Conflictos de Interés de la International Bar Association (IBA), las reglas de recusación del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) y el Código de Conducta de la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (CNUDMI).

Estos instrumentos insisten en revelación obligatoria, prohibición de roles múltiples (double hatting) y mayor transparencia. Casos recientes como en Reino Unido han reforzado un mensaje claro: los árbitros deben revelar incluso lo que “pudiera parecer” un conflicto de interés. La apariencia importa tanto como la realidad.

Inteligencia artificial: herramienta poderosa, riesgo creciente

La inteligencia artificial ya llegó al arbitraje, y no como experimento, sino como práctica cotidiana.

Hoy se utiliza para analizar volúmenes masivos de documentos, detectar patrones, proyectar escenarios y redactar borradores procesales. Sin embargo, también genera riesgos:

  • alucinaciones jurídicas, como precedentes inexistentes;
  • filtración de información confidencial, cuando se cargan documentos en plataformas abiertas;
  • sesgos algorítmicos, que replican desigualdades;
  • y la delegación indebida del razonamiento jurídico.

En Estados Unidos, el caso evidenció cómo un escrito generado por IA incluía jurisprudencia falsa. El caso mas reciente y en curso, . plantea cuestionamientos fundamentales sobre el papel y los límites del uso de IA en la función resolutiva de los árbitros. En la controversia no ha habido una decisión final sobre la anulación del laudo en sí, pero se considera una oportunidad en la que el mensaje puede ser contundente: la IA debe ser un apoyo técnico, no un sustituto de la responsabilidad profesional.

Las instituciones arbitrales de Europa y Asia ya exigen declaraciones de autoría humana. México no tardará en seguir ese camino.

Diversidad: la deuda pendiente en el arbitraje internacional

El arbitraje internacional ha sido históricamente un espacio profundamente homogéneo. Durante décadas, los tribunales arbitrales estuvieron dominados por hombres blancos, principalmente de Europa Occidental o , de los Estados Unidos, lo que reflejaba una estructura profesional estrecha y poco representativa de la diversidad global. Esto no es solo un asunto demográfico: afecta directamente la legitimidad, la imparcialidad percibida, y la calidad de la deliberación y las decisiones arbitrales.

Brechas de género

Las estadísticas más recientes de instituciones arbitrales muestran avances, pero también evidencian que existe una brecha significativa dependiendo de quién nombra al árbitro:

  • En el International Chamber of Commerce (ICC), en 2024 el 28.6 % de los árbitros confirmados o nombrados fueron mujeres incluyendo todas las fuentes de nombramiento; sin embargo, cuando se separa por tipo de nombramiento, solo aproximadamente 17-20 % de las designaciones de las partes correspondieron a mujeres, mientras que las instituciones, como la propia Corte de la ICC, nombraron a mujeres en proporciones cercanas a 40-46 %.
  • Datos anteriores respaldan este patrón: informes interinstitucionales indicaban que en 2019 los nombramientos femeninos por las partes eran mucho menores que los de las instituciones, con las partes designando solo alrededor del 13-15 % de mujeres árbitros frente a por arriba del 34 % cuando nombraban las cortes institucionales.
  • En otros centros arbitrales como el London Court of International Arbitration (LCIA), las estadísticas de 2022 mostraron que casi 45 % de los nombramientos realizados por la Corte eran mujeres, mientras que las partes solo designaban mujeres en alrededor del 19 % de los casos.

Estos números confirman una tendencia: la desigualdad no es natural sino conductual —depende del criterio y las prácticas de quienes nominan— y se puede mejorar si las partes y los consejeros tienen una intención explícita de promover diversidad.

Más allá del género: diversidad geográfica y de experiencia

La diversidad no solo se refiere al género. Otros factores importantes incluyen:

  • Origen geográfico y nacionalidad: A pesar de que la ICC reconoció en 2023 nombramientos de árbitros provenientes de 89 jurisdicciones diferentes, la mayoría de los nombramientos seguían concentrados en árbitros de Europa Occidental y Estados Unidos, con otras regiones —como Latinoamérica, África y el Sudeste Asiático— subrepresentadas.
  • Edad y trayectorias profesionales: Las estadísticas recientes de la ICC muestran que cerca del 40 % de los árbitros confirmados o nombrados estaban por debajo de los 50 años, lo que indica un incremento de participación juvenil, aunque los promedios de edad siguen siendo relativamente altos.
  • Discapacidad y accesibilidad: Prácticamente no existen protocolos sistemáticos que integren personas con discapacidad en listas arbitrales, foros académicos o comités institucionales, lo que es una clara área de inclusión pendiente.

Iniciativas globales para corregir desequilibrios

Varias iniciativas han surgido para enfrentar estas brechas, no simplemente por una razón de justicia social, sino porque hay evidencia de que la diversidad mejora la calidad del arbitraje:

  • Equal Representation in Arbitration (ERA Pledge): Lanzada en 2016, esta iniciativa ha reunido a miles de individuos y organizaciones de más de 140 países comprometidos con la representación equitativa en tribunales arbitrales.
  • ArbitralWomen: Red global de profesionales que promueve la participación de mujeres en arbitraje, mentoría y liderazgo.
  • Racial Equality for Arbitration Lawyers (REAL): Iniciativa centrada en promover la inclusión racial y étnica en el ámbito arbitral.

¿Por qué la diversidad importa?

La diversidad no es solo un “tema de representación”:

  • Mejora la deliberación colegiada: Equipos diversos aportan perspectivas distintas, lo que reduce sesgos cognitivos y aumenta la calidad del análisis jurídico y de hechos.
  • Incrementa la percepción de imparcialidad: Partes de diferentes orígenes culturales y jurídicos tienden a confiar más en tribunales que reflejen esa pluralidad, lo que fortalece la legitimidad del laudo.
  • Fomenta inclusión sistémica: Una práctica más representativa prepara al arbitraje para manejar disputas globales complejas en sectores tecnológicos, energéticos, ambientales y de tecnología disruptiva.

La convivencia con el sistema judicial: una relación necesaria

Cuando hablamos de arbitraje, a veces se piensa que funciona como un “sistema paralelo” al judicial. Pero en realidad arbitraje y tribunales estatales son como dos vecinos con entradas separadas, pero que comparten el mismo suministro de agua, luz y seguridad, y conviven en armonía.

El arbitraje decide el fondo del conflicto, sí, pero solo los jueces pueden darle fuerza real a la decisión. Por ejemplo:

  • Si una parte oculta pruebas → solo un juez puede ordenarlas.
  • Si se necesita congelar cuentas o detener un daño inmediato → solo un juez puede emitir medidas cautelares.
  • Cuando se emite el laudo → solo un juez puede convertirlo en obligatorio mediante su ejecución.
  • Si hubo un problema grave en el proceso arbitral → solo un juez puede anularlo, y únicamente por causas específicas.

Un sólido arbitraje requiere de un sólido sistema judicial. El arbitraje requiere de los jueces para medidas cautelares, acceso a pruebas, ejecución de laudos y un control estricto pero limitado de anulación. Esta convivencia ha causado tensiones que se resolvieron en pro del respeto al principio de autonomía del arbitraje frente a la justicia doméstica.

Casos como en Estados Unidos demostraron que, ante anulaciones locales contrarias al derecho internacional, los jueces extranjeros pueden ejecutar un laudo para proteger la integridad del sistema. Y episodios como exhiben la importancia de que los tribunales nacionales actúen con mesura frente a controversias de altísima complejidad.

México: oportunidad de liderazgo regional

México tiene hoy una oportunidad real de convertirse en un líder regional en materia de arbitraje. ¿Por qué? Porque ya contamos con tres bases muy firmes que muchos otros países todavía están construyendo.

Primero, nuestra Constitución —en particular los artículos 17 y 133— reconoce la validez del arbitraje y le da fuerza jurídica. Eso significa que en México el arbitraje no es un “método alternativo simpático”, sino un mecanismo plenamente respaldado por el Estado.

Segundo, desde 1993 adoptamos la Ley Modelo de la CNUDMI (Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional). Este detalle suele pasar desapercibido, pero es clave: la mayoría de los países que son potencia arbitral usan este mismo estándar. México se integró a esa corriente hace más de treinta años, y eso nos coloca al nivel de las mejores prácticas internacionales.

Tercero, el T-MEC nos obliga a mantener coherencia jurídica y ofrecer certidumbre institucional. Los inversionistas de Estados Unidos y Canadá esperan predictibilidad, reglas claras y tribunales que respeten el arbitraje. Esto, lejos de ser una carga, es una palanca para fortalecer nuestro propio sistema.

Ahora bien, tener bases sólidas no basta. El siguiente paso —y aquí está el reto estratégico— es trabajar en estas tres áreas que definirán el arbitraje del futuro: ética, inteligencia artificial y diversidad. Necesitamos árbitros con estándares éticos muy claros, instituciones que regulen el uso responsable de IA en los procedimientos y tribunales que representen realmente la diversidad de nuestro país y de la comunidad internacional.

Hacer esto no es un lujo, ni un gesto simbólico. Es, realmente, una forma de enviar al mundo un mensaje contundente: México es un país serio, un país que ofrece confianza, y un país que entiende que el Estado de derecho se construye también con instituciones modernas y transparentes.

Conclusión: Un sistema global que exige responsabilidad compartida

El arbitraje no puede seguir funcionando con prácticas del siglo pasado. La confianza de los inversionistas y empresas depende de que el sistema evolucione hacia mayor: transparencia, diversidad, integridad, y adaptación tecnológica responsable.

México puede ser protagonista de esta transformación si asegura que los principios éticos y democráticos que rigen su propio sistema judicial también permeen en su ecosistema arbitral.

A estos retos estructurales se suman dos ejes ineludibles del arbitraje contemporáneo: la inteligencia artificial y la diversidad. La tecnología ya forma parte de la práctica arbitral y exige reglas claras que preserven la autoría humana, la confidencialidad y la integridad del razonamiento jurídico. La diversidad, por su parte, dejó de ser un objetivo aspiracional para convertirse en una condición de legitimidad: la composición de los tribunales debe reflejar pluralidad de género, región, edad y experiencia, si se pretende que el arbitraje conserve su autoridad moral y técnica.

México se encuentra ante una oportunidad histórica. Cuenta con un marco constitucional sólido, una legislación alineada con la Ley Modelo de la CNUDMI (Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional) y compromisos internacionales que exigen coherencia institucional. Si a ello se suma un compromiso real con la ética, la regulación responsable de la inteligencia artificial y una política activa de inclusión en la integración de tribunales y listas arbitrales, México puede consolidarse como un referente regional de arbitraje confiable, moderno y legítimo.

El futuro del arbitraje no se definirá por resistir el cambio, sino por gobernarlo con responsabilidad. El futuro del arbitraje será ético, inclusivo y tecnológicamente responsable… o no será.

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