Susan Bro

encarna el dilema que puede definir el gobierno de Joe Biden : ¿Puede haber paz social sin que haya justicia?

Bro es la madre de Heather Heyer, quien en 2017, a los 32 años, fue asesinada en Charlottesville, la capital del estado de Virginia, por James Alex Fields, un activista de extrema derecha. Fields atropelló deliberadamente con su automóvil a un grupo de personas que protestaban pacíficamente contra la marcha de neonazis y supremacistas blancos llegados a Charlottesville desde todo el país. Famosamente, al comentar estos trágicos hechos, el entonces presidente Donald Trump recalcó que había muy buena gente en ambos lados de la protesta. Joe Biden ha dicho que este evento en Charlottesville fue determinante en su decisión de postularse a la presidencia.

A Susan Bro le preocupa que en aras de buscar la unidad, Joe Biden esté dispuesto a sacrificar la justicia. “Sanar las heridas causadas por este tipo de actos requiere que quienes los perpetren sean responsabilizados y condenados. La unidad demanda justicia”, declaró Bro al New York Times.

Biden ofrece otra perspectiva: “Podemos unir fuerzas, dejar de gritar y bajar la temperatura… Sin unidad no puede haber paz, sólo furia y amargura”, ha dicho.

La lista de emergencias que debe atender el nuevo presidente es abrumadora. La pandemia, sus catastróficas consecuencias económicas, el cambio climático, una sociedad profundamente desigual y polarizada, y decenas de crisis internacionales, son solo algunos de los problemas urgentes que debe enfrentar el gobierno de Biden. Si responder con eficacia a tan sólo a uno de estos retos es inmensamente difícil, enfrentarlos a todos simultáneamente es una tarea titánica. Pero no hay alternativa: las amenazas están allí, se han venido agravando y ameritan atención inmediata. Biden ha diagnosticado correctamente que el progreso en la lucha contra cualquiera estas amenazas depende de que disminuyan las divisiones que ahora fragmentan a su país y bloquean la toma de importantes decisiones que el país requiere. La unidad fue el tema al cual el presidente Biden dedicó su discurso inaugural y es la aspiración que reitera cada vez que se dirige a la nación.

Biden es un político de larga experiencia y sabe lo ardua que será la tarea de unir a sus compatriotas y promover la armonía. Sabe que si bien 82 millones de estadounidenses votaron por él (o en contra de Trump) otros 74 millones lo hicieron por Trump (o en contra del actual presidente). Biden también sabe que la ceremonia que marcó el inicio de su presidencia ocurrió en las gradas del Capitolio, el exacto lugar desde donde turbas violentas instigadas por Donald Trump invadieron y saquearon las oficinas del poder legislativo. Y, por supuesto, está en cuenta de que más de un tercio de los estadounidenses creen que él es un presidente ilegitimo.

En vista de todo esto, la unidad nacional que propugna Biden es a la vez un requisito indispensable y una tarea cuyo éxito nunca será completo.

Las manifestaciones de la tensión entre paz y justicia ya irrumpieron en el debate político de Washington. Tan sólo un día después del inicio del gobierno Biden, y como reacción a la decisión de proceder con el juicio de impeachment a Donald Trump, el senador republicano Ted Cruz instó a los líderes del Partido Demócrata a dejar a un lado lo que describió como “su odio partidista a Donald Trump”, y añadió: “Parece que los senadores demócratas quieren inaugurar la temporada legislativa con un juicio que es un acto punitivo y vengativo.”

Ese mismo día, un periodista le preguntó a Nancy Pelosi, la líder del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes, si enjuiciar a Donald Trump no contradecía el deseo de unificar al país. “El hecho es que siendo Presidente de Estados Unidos él incitó a una insurrección” respondió Pelosi y añadió: “Yo no creo que sea muy unificador el simplemente decir ‘olvidemos lo ocurrido y sigamos adelante’. Esa no es la manera de unir al país. Es nuestra responsabilidad proteger y defender la Constitución y eso es lo que vamos a hacer.”

Refiriéndose a Trump, la líder democrática afirmó que “no le podemos decir a un presidente: ‘Haz lo que quieras en tus últimos meses de gobierno y no te preocupes de las consecuencias ya que podrás irte del cargo sin problemas’. Hay quienes nos piden que olvidemos a quienes murieron aquí el 6 de enero y los intentos de desconocer el resultado de las elecciones, de socavar nuestra democracia y de violar nuestra Constitución. Yo no lo veo así. Creo que ignorar lo que sucedió le haría daño a la unidad.”

El debate de paz versus justicia no es nuevo en Estados Unidos ni en el resto del mundo. De hecho, es frecuente encontrarlo en muchas de las sociedades que comienzan a recuperarse de prolongados periodos de violencia y de masivas violaciones a los derechos humanos. Este no es el caso de Estados Unidos. Pero no hay duda de que es un debate que el país debe tener.

Miembro distinguido del Carnegie Endowment for International Peace 
twitter@moisesnaim

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