La “fiebre” de los patines en los 80
La “fiebre” de los patines en los 80

Texto: Marco Salas

Al inicio de la década de los 80 patinar estaba de moda. Los jóvenes aún bailaban al ritmo de la música disco y para quienes gustaban de patinar lo hacían al estilo de la película Roller Boogie , una historia de baile y amor en patines entre dos jóvenes que participan en un concurso. El tema de la cinta fue Boogie Wonderland .

Los patines eran ese tipo de regalo que de niño pedías a los Reyes Magos , de acuerdo con Sonia Vargas, madre de dos hijas y gerente de cuentas de licenciamientos de una empresa mundial de computación.

Sonia estaba tan emocionada que a sus nueve años aprendió a patinar el mismo día que llegaron sus patines y para el siguiente fin de semana ya se deslizaba por la pista de patinaje que estaba por Constituyentes , en la tercera sección del Bosque de Chapultepec .

Tráiler de la película Roller Boogie (1979).

En la imagen antigua se observa un par de patines de alrededor de los años 30, en la actual, vemos el diseño de tacones sobre ruedas creado en 2017 para la marca Saint Laurent por el diseñador belga Anthony Vaccarello. Crédito: Creative Commons. Diseño web: Griselda Carrera Álvarez.

También acudía a la segunda sección de Chapultepec donde patinaba alrededor del lago menor con su par en línea color gris con ruedas azules que prendían. Si se le rompían no era problema, pues en la tercera sección “había una casita en donde vendían refacciones y rentaban patines”, recordó Sonia.

Las hermanas Rosa María y Angélica Navarrete aprendieron a patinar en su casa de “caerse al suelo y levantarse riendo”. Recuerdan que en la tercera sección algunos maestros daban demostraciones y clases de baile sobre ruedas y Rosa se reunía entre amigos para practicar patinaje de figura o artístico. Angélica prefería correr por el circuito.

La “fiebre” de los patines en los 80
La “fiebre” de los patines en los 80

Por lo general, en la década de los 80 eran comunes los concursos de carreras, baile y patinaje artístico. En la fotografía se observa a los miembros de un equipo americano compitiendo en el “Victorian Roller Skating Championship” durante mayo y junio de 1980. Crédito: Creative Commons.

“Mi primer maestro era un viejito de 80 años, vivía en Estados Unidos, competía sobre hielo y a los seis meses regresaba a enseñar a México”, contó la doctora y terapeuta Rosa María. Bailar sobre patines de ruedas era confiar en la pareja y saber dar vueltas de “molinete” (en su propio eje) por cuenta propia, recalcó la entrevistada.

“Una vez hicimos una locura”, dice Rosa María, con sus amigos bajó la pendiente de la tercera sección hasta Tacubaya a una velocidad impresionante, por suerte sin ser atropellados por ningún coche sobre Constituyentes.

La “fiebre” de los patines en los 80
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Los patines de bota color azul, con vivos rojos eran clásicos de la época, al igual que los negros. Crédito: Creative Commons

Angélica comparte la misma anécdota, pero aseguró no atreverse a tal hazaña, tenía acaso 10 años. “Los amigos de mi hermana juntaban tres o cuatro botes de basura acostados en el punto en que se unía la pista redonda con el resto del circuito y encarrerados los saltaban, yo no corría tan rápido como ellos, ni saltaba los botes, pero me gustaba verlos”, mencionó Angélica.

Dice que era emocionante cuando llegaba el momento de cambiar las llantas de pasta de los patines porque era la oportunidad de cambiar al color que quisieras. Las llantas se desgastaban según el uso sobre cada tipo de terreno, había azules, rojas, verdes, negras, blancas y eran tipo transparente, similar al color de los discos de acetato también de aquellos años.

Las de pasta eran silenciosas y con ellas se patinaba más suave en comparación con los patines de fierro que eran ruidosos y pesados. Obvio una superficie plana y sobre todo lisa era lo ideal para patinar más seguros y de forma más suave, recuerda ella.

La “fiebre” de los patines en los 80
La “fiebre” de los patines en los 80

A principios de los 80 las desaparecidas tiendas Blanco ofrecían a su clientela patines importados de bota de gamuza a precios accesibles, pues llegaron a costar hasta 3 mil pesos o más. Colección Villasana-Torres.

Juegos y aprendizaje en calles y pistas

Alexandra Martínez, comunicóloga cultural, aprendió a patinar con sus papás en las fuentes vacías de los parques de su colonia y su primer par fue metálico de los que se ajustaban al zapato con una llave mariposa y de la parte de en medio podían ajustarse acorde al número de calzado. “Sonaban como fierros acomodándose mientras te deslizabas sobre ellos”, dijo, después consiguió unos fosforescentes de bota.

La “fiebre” de los patines en los 80
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Para frenar se hace el pie un poco hacia atrás como tocando el suelo con la punta del patín que tiene una goma especial para bajar la velocidad o frenar. Con el tiempo también se desgasta y hay que cambiarla. Aquí los patines de Sonia. Foto: Cortesía

Para ella patinar siempre fue EL paso antes de volar. “Claro que cuando ibas de bajada lo único que sentías era el terrorífico ‘¡cómo detengo esta madre sin partírmela!’ La última vez que sentí eso fue en la baja del Circuito Cultural de la UNAM por ahí de 2001”, mencionó Alexandra.

Su mamá “casi vivía en patines” y ella quería hacer lo mismo, pero le prohibieron andar sobre ruedas en la casa y sobre todo bajar las escaleras así.

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Pista de patinar que se adaptó en una fuente o espejo de agua abandonado en la zona de Chapultepec cuya entrada era donde estaban las instalaciones de Guardias presidenciales, en la segunda sección del bosque de Chapultepec. Inicios de los años 80. Crédito: colección Villasana-Torres.

Pero hubo temerarios sin prohibiciones, como Miguel García, gerente de ventas de una marca de ropa deportiva. De pequeño, dijo en entrevista, “me emocionaba brincar escaleras completas y ser más rápido y ágil que el niño al que no le había podido ganar el día anterior en las carreras”.

Miguel vivía en la unidad Independencia de San Jerónimo y Periférico, en donde los vecinos salían después de la escuela para jugar a “las traes” y coleadas en patines , que era agarrarse de la mano en fila mientras los de enfrente jalaban a los demás y los de atrás salían volando, como una víbora de la mar. “No faltaba el del codo roto, el raspado y el del moretón”, comentó.

El entrevistado recordó que los vecinos que tenían bicicleta jalaban en fila a los que tenían patines y que incluso llegaron a ser cerca de 60 niños en la misma fila. También que era normal acercarse a Periférico y colgarse de las defensas de los coches.

No era peligroso porque eran automóviles de vecinos los que desaceleraban para pasear un rato sobre Periférico a Miguel y sus vecinos. Ir a gran velocidad es algo inolvidable, concordó Karina Aguirre, maestra de inglés, a quien de pequeña siempre le gustó ir rápido en patines. “Me caí varias veces, pero no importaba, yo le metía velocidad”, dijo entre risas en entrevista.

Karina aprendió a patinar con sus vecinos, era normal que salieran a jugar a la calle con sus patines y bicicletas e hicieran carreritas . “Mis papás también nos llevaban a mí y a mi hermana a una pista que estaba en Mixcoac”, concluyó.

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Karina patinando de niña en la pista de patinaje del Parque San Antonio en San Pedro de los Pinos, Ciudad de México, principios de los años 80. La segunda niña es su hermana en el mismo lugar. Fotos: Cortesía.

La moda que empezó en el cine

“Las películas ayudaron a que se pusiera de moda patinar. Es más, cuando salió E.T. se pusieron de moda las bicis, pero había cierta película, Rollerball , de lucha en patines. Mis amigos y yo imitábamos la peli: un equipo tenía que meter una pelota en la canasta contraria y fue un empujadero con uno que otro trancazo muy bueno”, mencionó Miguel.

La cinta Roller Boogie y su música disco marcaron toda una época entre los que gustaban de bailar en patines, actuaron Linda Blair y Jim Bray.

La “fiebre” de los patines en los 80
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El cartel promocional de la película de 1979. Crédito: Compass International Pictures.

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Linda Blair, protagonista de Roller Boogie, ya era famosa por la película El Exorcista de 1974, cuando a sus 13 años su “extraordinaria actuación logró que todo el mundo se aterrorizara”, según la columna Hollywood Informa… publicada en este diario en 1979. En ella, Blair protagonizó a una niña poseída por el demonio.

La “fiebre” de los patines en los 80
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El filme sobre patines fue calificado como “un éxito diferente” para la joven actriz, aunque en 1979 se dijo que no logró destacar luego de los 8 meses de tensión que duró la grabación de esa “modelo entre las cintas de terror”. Crédito: Compass International Pictures.

Roller Boogie

impulsó la tendencia de bailar en patines y, de acuerdo con Sandy G. Inclán, nadadora del equipo Sirenas y Tiburones de Ciudad Deportiva, años más tarde este estilo de baile sería reemplazado por el break dance .

“En la época disco el brillo era muy importante”, contó Sandy en entrevista, “mis patines negros los pinté con barniz de uñas con diamantina. Obvio en la piel no se veía muy bien, pero eran diferentes y brillaban”, agregó.

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Notas de EL UNIVERSAL donde se daba cuenta de los deportes, anuncios y hasta obras de teatro sobre patines. Fotos: Archivo EL UNIVERSAL.

Para bailar se vestía con calcetas blancas de dos o tres rayas de colores, shorts brillantes y camisetas con estampado plástico con diamantinas de colores. “Raro el que usaba protección . No podías presumir tu melena si traías casco”, comentó.

Sandy dijo que iba al CCH Naucalpan a mediados de los 80 y que cambiaba las clases por patinar en la Arena Naucalpan del pueblo de San Bartolo, el espacio era para lucha libre, pero alquilaban patines en cinco pesos la hora, ponían una esfera disco y música. “La gente daba vueltas en patines y ya. Era divertidísimo”, dijo.

En una ocasión, Sandy avisó a su salón que no entraría y quien quisiera seguirla a la Arena era bien recibido. Todo el salón llegó y ella les enseñó a patinar a varios. La tragedia vino cuando uno de los chicos se fracturó la nariz.

Sandy disfruta de enseñar y de compartir, al grado de que cambió su fiesta de 15 años por una grabadora en la que ponía música cuando su grupo de amigos nadadores barría el estacionamiento de Ciudad Deportiva para dejar libre el espacio y así se deslizaran. “Lo único catastrófico eran las piñitas que caían de los árboles, caían de repente y no había de otra: te tocaba suelo”.

De acuerdo con Sandy, también en el estacionamiento de CU era normal ver a la gente en patines, bocinas y música. Bailaban como pasatiempo.

La “fiebre” de los patines en los 80
La “fiebre” de los patines en los 80

Los patines Rollerblade son muy populares, la empresa fue fundada por dos hermanos jugadores de hockey en los 80’s y hoy en día es una de las más grandes del mercado. Crédito: Wiki Commons.

Varios continúan viviendo esa emoción

De entre todos ellos, Sonia Vargas es la única que aún patina, dice que la hace olvidarse de la edad y de los estereotipos , se siente libre, se transporta y se libera porque patinar es moverse distinto de lo cotidiano.

Cuando Sonia vivía en Toluca, hace algunos años, se abrió una pista de patinaje llamada “Parke Urbano” en la Multiplaza Santín que está en la Carretera Toluca-Naucalpan. La pista estaba ambientada como en los 80, con todo y fuente de sodas.

Sonia les pidió a sus hijas que fueran a patinar y ellas se sorprendieron al verla. “Tenían una imagen mía de ser muy seria, no se lo creían. Me vieron disfrutar, hacerlo con gusto. Es una sensación de libertad ”, concluyó Sonia.

Tanto Sonia como Miguel transmitieron su gusto por los patines a sus hijas. Miguel enseñó a patinar sobre hielo a su hija Fernanda. Además de tener un costo por usar la pista, a decir de Sonia, el caer sobre hielo duele tres veces más que el piso, pero las calles no suelen ser tan seguras como antes y que sus hijos patinen fuera no es una opción.

La “fiebre” de los patines en los 80
La “fiebre” de los patines en los 80

Sonia y Miguel transmitieron el gusto por patinar a sus hijas. Sonia, en la foto, dice sentirse libre y olvidarse de la edad cuando lo hace. Foto: Cortesía.

Además, antes pasaba que los pares se compraban más grandes para que el pie no los rechazara conforme crecía, como fue el caso de Angélica Navarrete que aprendió a patinar con patines del número cinco cuando ella era del dos, o “que el hermano mayor se los heredara al pequeño”, mencionó Miguel.

“Cuando los patines se descomponían se iba al Mercado Hidalgo a buscar las piezas, baleros, ruedas o adaptaciones”, contó Rosa María. Los afortunados como Miguel tenían una zapatería cerca donde pegaban o cosían patines, porque comprar nuevos era algo caro.

Los entrevistados recuerdan también que era una novedad el zapato patín , que eran zapatos un poco pesados, con una suela gruesa donde se ocultaban las llantas de los patines y un botón hacía que el mecanismo las sacara o las guardara. En su momento fue popular que los vendiera la desaparecida cadena de zapaterías Canadá . Su práctico y novedoso sistema permitía patinar cuando se deseara sin quitarse los zapatos o cargar los patines.

La moda de los patines tuvo un auge efímero de cuatro años a principios de los 80 y conforme la década terminó, las patinetas, avalanchas y bicicletas ganaron terreno en las calles. Hoy en día es difícil ver patinando a alguien en las calles o en pistas especiales como antes, pero aún hay quienes gustan de divertirse sobre ruedas, quizá hoy se use más la bicicleta, pero la constante es el amor por la velocidad.

La fotografía principal es de la mañana de algún fin de semana en la pista para correr, andar en bicicleta, patines o simplemente caminar, conocida como “la milla” en la Primera Sección del Bosque de Chapultepec a principios de los años 80 en la ciudad de México.  Colección: Villasana-Torres.

Entrevistas:

  1. Alexandra Martínez, comunicóloga cultural
  2. Karina Aguirre, maestra de inglés
  3. Miguel García, gerente de ventas de una marca de ropa deportiva
  4. Rosa María Navarrete, doctora y terapeuta
  5. Sandy G. Inclán, nadadora del equipo Sirenas y Tiburones
  6. Sonia Vargas, gerente de cuentas de licenciamientos de una empresa internacional de computación
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