Texto: Nayeli Reyes
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Miguel Ángel Garnica

Los reyes del barrio usaban coronas de mimbre: canastas desbordadas de teleras , donas, rejas , chilindrinas, volcanes , panqués, conchas … no les faltaban los cuernos, los besos o las novias y nunca se les caían las orejas , las pechugas ni los bolillos . Todo este universo bizcochero viajaba en bicicleta, equilibrado sobre sus cabezas.

“Ya son las siete, ahí viene el panadero ”, decían las personas cuando estos personajes inauguraban el amanecer. Era una capital distinta, donde no se escuchaban más que ruidos de voces humanas, “se podía poner el reloj a la hora, por el pregón que se escuchaba en la calle”, recordaba en 1960 María Cristina Méndez en este diario.

“¡El pan!... ¡Calentito el pan!”, “panaderoooo”, gritaban estos repartidores de calorías que transportaban sabores conocidos sólo por nuestros antepasados, con manteca pura de cerdo y mucho huevo . Méndez contaba que cuando le compraban 20 piezas, el comerciante decía: “Agarre su ganancia, güerita”, el “pilón” , dos bizcochos más.

La tradición de repartir este producto comenzó entre finales del siglo XIX y principios del XX, al principio algunos usaban una carretilla de madera , explica Homero Bazán Longi en su columna La ciudad de ayer. Esta época coincide con la apertura de las grandes panaderías de la capital y la mecanización de la industria.

Según el especialista, llevar la carga de pan sobre la cabeza es una costumbre que inició a pie, al modo de los vendedores de provincia, quienes eran expertos en cargar así diversas mercancías como ollas de leche y charolas con dulces.

El pan viajaba en la cabeza
El pan viajaba en la cabeza

Foto: cortesía/Gerardo Zárate

El pan viajaba en la cabeza
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1992. Los panaderos ambulantes empezaban en el oficio a pie.  Foto: Archivo/Carlos Denegri.

El panadero compartía las vialidades capitalinas con otros pregoneros: “Carbón señor”, “¡Mantequilla, mantequilla de a real y medio!”, “¡Cabezas de horno calientes!”, “Cecina, buena cecina”, “¿Hay seboo?, “¡Mercarán chichicuilotitos vivos!”, “Petates de Puebla, petates de cinco varas”, “¡Cristal y loza fina que cambiar!”, “¿Hay zapatos que remendar?”, “¡Castaña asada caliente!, “¡Patos, mi alma, patos calientes!”, “¡Tamalees, tamalees!”.

Con el tiempo, el comercio se montó a la bici. El lechero cambió el caballo por las ruedas, pero fue el panadero quien se convirtió en un espectáculo: “es un prodigio de humano equilibrio ”, escribió en EL UNIVERSAL Carlos González Peña en 1939, quien no sabía qué admirarle más: escapar a los atropellamientos o conservar íntegros los “transitorios habitantes que colman la cesta.”

El pan viajaba en la cabeza
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Hay dos tipos de panaderos ambulantes: unos reparten a negocios, otros van vendiendo en el camino. Foto: Archivo/ EL UNIVERSAL 

El 19 de julio de 1936 la gran avenida del Bosque de Chapultepec fue la pista de la primera carrera de repartidores, convocada por la Liga Interzonas Ciclista del Distrito Federal.

Los lecheros pedalearon con 12 de sus botellas, los abarroteros con 12 kilos de mercancía; los carniceros tuvieron liga infantil y adulta. Los panaderos fueron los más admirados en la competencia, llevaban en sus canastas 150 manos de pan blanco (300 piezas).

En 1951, en la cinta ¡Ay amor... cómo me has puesto! , Tin Tan dio voz al himno del oficio que pedaleaba el Distrito Federal : “el panadero con el pan, tempranito va y lo saca calientito en su canasta pa’ salir con su clientela por las calles principales y también La Ciudadela y después a Los Portales y el que no sale se queda sin el pan para comer…”


Los enemigos del panadero

El pan viajaba en la cabeza
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La evolución del oficio

El pan viajaba en la cabeza
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  1. Hemeroteca EL UNIVERSAL
  2. Entrevistas con los repartidores David Enrique Romero, Edgar García Rosado, y los vendedores Isaac Lozada Flores, Erick Lozada Flores.
  3. La ciudad de Tin Tan, de Rodrigo Hidalgo
  4. Cámara Nacional de la Industria Panificadora y Similares de México
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