El feminicidio no resuelto que horrorizó a la capital en los años 30
El feminicidio no resuelto que horrorizó a la capital en los años 30

En la imagen " Alberto Gallegos (izquierda), presunto asesino de la señorita Jacinta Aznar, con el Mayor Huerta y el primer comandante de agentes, señor Luis Lara Robelo." Año de 1932. Archivo EL UNIVERSAL.

Texto: Ruth Gómez y Carlos Villasana

Hace noventa años, una conservadora sociedad capitalina de los años 30 se escandalizó con el asesinato de una famosa y atractiva mujer , cuya belleza la llevó a resaltar en las fiestas del Centenario de la Independencia diez años antes.

El suceso llamó la atención por el estado del cuerpo al momento del hallazgo, un mes después de la muerte, aquello distaba mucho de la imagen que de ella se tenía públicamente. Las planas de EL UNIVERSAL narraron durante varios meses la historia del asesinato de la acaudalada dama de origen yucateco, Jacinta Aznar .

El caso de “Chinta” Aznar, como se le conocía, reúne varios ingredientes que lo hacen singular, aún en el presente: puesto que se trataba de una mujer atractiva, independiente, soltera, madura, adinerada, conocida en las altas esferas del poder económico, considera en entrevista la maestra en comunicación y política, Valentina Santos.

En diversos medios de la época, su carácter se describió como “muy temperamental”, tal vez por eso no tenía empleados en casa y era autosuficiente.

Era común que no tuviera mucho contacto con familiares o amigos, lo que provocó que por un mes nadie notara su ausencia, hasta que un día encontraron su cuerpo en estado de putrefacción dentro de su casa, en el antiguo número 17 de la Avenida de los Insurgentes.

El feminicidio no resuelto que horrorizó a la capital en los años 30
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El hallazgo del cuerpo en estado de putrefacción de la señorita Jacinta Aznar y las investigaciones del caso fueron temas a los que los diarios de la época dieron seguimiento durante meses. Archivo EL UNIVERSAL.

Horror en el hallazgo de la bella mujer

Hoy, la muerte de “Chinta” podría calificarse como feminicidio, dada la condición vulnerable de esta dama de sociedad. A decir de la prensa, esta socialité tenía un carácter tan conflictivo que incluso tenía prohibido entrar a un famoso restaurante de la calle de Madero, conocido por sus azulejos desde hace décadas.

Desde la perspectiva entonces vigente, se dijo que su propio estilo de vida, su soledad y su condición de mujer la habían convertido en blanco fácil de actos de violencia, como el que acabó con su vida.

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Jacinta Aznar era una socialité de los años 30, a decir de la prensa, tenía carácter conflictivo, era solitaria, hermosa y acaudalada. Vivió en la avenida Insurgentes a la altura donde hoy vemos la Glorieta de los Insurgentes. Archivo EL UNIVERSAL.

La maestra Valentina dice que aquellas imágenes permiten imaginar las condiciones en las que murió y permaneció el cadáver:

“Una calavera parcialmente consumida por los organismos descomponedores, y que fueron, finalmente, los que hicieron notar al trabajador de limpia llamado Arcadio Cárdenas, el 23 de febrero de 1932, que algo no estaba bien en la propiedad. En su rondín matutino, el hombre percibió un olor fétido poco frecuente, al llegar a la puerta de Jacinta. No sólo fue la peste lo que alertó al barrendero: decenas de moscas salían y entraban por los huecos de la casa de estilo francés.”

Asustado, Cárdenas decidió avisar a los policías, Manuel Macedo y Braulio Manjarrez a quienes les comentó del olor y que durante días no había visto movimiento al interior del hogar.

Manjarrez trepó a uno de los balcones de la vivienda y alcanzó a distinguir lo que parecía ser un cuerpo en el piso. El elemento de la policía procedió, a su vez, a informar al Ministerio Público de la Séptima Comisaría de aquél entonces.

Para poder ingresar a la casa, se tuvo que usar una escalera y romper los vidrios de uno de los balcones; así recorrieron el seguro y entraron junto con algunos elementos de la prensa.

Además del hedor, que resultaba casi insoportable, la escena que se presentó a todos los funcionarios y reporteros fue desconcertante: el cadáver de Jacinta era casi irreconocible, pues los gusanos y las moscas habían dejado la cabeza en condición de calavera.

Las extremidades estaban abiertas y habían sido ya consumidas de forma desigual: una pierna estaba completa y la otra se apreciaba parcialmente en los huesos.

El feminicidio no resuelto que horrorizó a la capital en los años 30
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EL UNIVERSAL publicó varias fotografías del hallazgo del cuerpo de la señorita Jacinta Aznar el 24 de febrero de 1932, un mes después de ocurrida su muerte. El cuerpo estaba en avanzado estado de descomposición. Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Por extraño que pareciera, el cabello se conservaba bastante bien, con el peinado que el día del homicidio tenía la señorita. El atuendo hacía suponer que Jacinta había estado haciendo la limpieza, por lo que se estableció que el delito fue perpetrado entre las 8 de la mañana y las 12 del día.

Jacinta portaba un collarcito de perlas que le daba un toque de elegancia a su atuendo para las labores domésticas. Como se dijo, Jacinta no había empleado a nadie en muchos años.

Un ejemplar de este periódico sobre su cama arrojó una pista

En las notas de nuestros compañeros periodistas de esos años, se enunció la posibilidad de que la víctima hubiese muerto el 22 de enero de 1932, porque sobre la cama se encontró un ejemplar de EL UNIVERSAL con esa fecha y los de fechas posteriores se acumularon debajo de la puerta hasta el día que las autoridades ingresaron al hogar.

Tanto los peritos como los funcionarios tuvieron que usar mascarillas o pañoletas para contrarrestar el nauseabundo olor. Cada habitación tenía su desorden particular, donde estaban a la vista documentos o pertenencias de “Chinta”, quien admiraba a la monarquía española y hasta poseía una fotografía, dedicada a ella, de la infanta Isabel de Borbón.

No era sorpresa: Jacinta Aznar y González Gutiérrez Estrada era descendiente de José María Gutiérrez y Estrada, quien encabezó la delegación que ofreció un trono mexicano a Maximiliano de Habsburgo, en el palacio italiano de Miramar. Férrea monarquista, incluso criticaba por medio de cartas a Miguel de Unamuno su espíritu republicano.

La atractiva yucateca también se hizo notar en México por su desdén hacia los republicanos, el que manifestaba cada vez que podía, en público o en privado. Poseedora de una educación exquisita y refinados modales, Jacinta viajó por toda Europa e, incluso, se hizo frecuente su presencia en la Casa Real Española.

En su casa los retratos resaltaban la belleza de Jacinta, quien destacó en las fiestas del Centenario de la Independencia, junto con otras mujeres como María de los Ángeles García de Polavieja, hija del representante España acreditado en México, Camilo García de Polavieja.

Por todo eso, “Chinta” no era bien vista en ciertos círculos. Y sin embargo, el día del descubrimiento del cadáver la gran pregunta fue, como es lógico, ¿quién pudo haber provocado la muerte de una mujer tan conocida en los círculos sociales más influyentes?

Al día siguiente, es decir, el 24 de febrero, a poco más de un mes de haber muerto, el cadáver de la señorita Aznar fue examinado por el médico forense quien determinó que la mujer murió por varios golpes en el cráneo, propinados, probablemente, por un tubo.

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Jacinta Aznar vivió en una casa de estilo afrancesado sobre la avenida de los Insurgentes, donde de vez en cuando la visitaban coetáneos que también descendían de aristócratas del Porfiriato. Hemeroteca EL UNIVERSAL.

La cobertura del caso por parte de la prensa duró varios meses, lo que provocó que el 10 de marzo una multitud entrara al lugar del crimen a hurgar el sitio y las cosas de la casa, lo cual dificultó las indagatorias y alteró el sitio del asesinato.

Las sospechas recayeron en toda clase de personas, incluso algunas vinculadas indirectamente a la señorita Aznar en los días en los que el cadáver permaneció sin ser descubierto, y que acudieron al domicilio sin saber del tétrico escenario.

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El 10 de marzo de 1932 Gallegos, el principal sospechoso, visitó la casa donde se perpetró el asesinato de la yucateca para una reconstrucción de los hechos. En la plana de EL UNIVERSAL se observan varias fotos del interior, la última muestra la multitud que se juntó sobre avenida Insurgentes y que se abalanzaba queriendo entrar durante las diligencias. Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Eso ocurrió con unos empleados de la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza, quienes fueron al domicilio de Insurgentes a cortar el suministro eléctrico ante la falta de pagos de la señorita “Chinta”. La misma compañía pudo demostrar la inocencia de sus empleados, por lo que la atención se centró en otros sospechosos.

Contradicciones y prejuicios reinaron en el caso

Así, dos recados encontrados en la escena involucraron a Alberto Gallegos , agente de la casa fotográfica Photo Chic, y con quien la señorita Aznar tuvo contacto en los días previos, pues la acaudalada dama deseaba que le hicieran unos retratos, en cuya composición se incluyeran un retrato de Alfonso XIII y otra del obispo Leopoldo Ruiz y Flores.

“Chinta” también encargó unos letreros al señor Gallegos, en los que se anunciara el alquiler de una vivienda y la renta de un automóvil, los cuales, por cierto, fueron encontrados en el mismo domicilio.

Al entrevistarse el señor Gallegos con el agente de la policía Luis Lara Robledo confesó que había visitado algunas ocasiones a la mujer y que no se encontraba sola, sino acompañada de un hombre identificado como “Paco” a quien señaló como el perpetrador del homicidio.

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“Quién asesinó a la señorita Aznar” se leía en un encabezado del día 27 de febrero de 1932. Las fotos de Gallegos y su amante aparecían en la plana. Hemeroteca EL UNIVERSAL.

De acuerdo con el agente fotográfico, en las semanas que siguieron al asesinato no reveló nada de la muerte de Jacinta, a pesar de haber visto el cadáver minutos después de ocurrido el hecho, supuestamente por amenazas de Paco, con quien “Chinta” probablemente tenía una relación sentimental.

Sin embargo, los antecedentes penales de Gallegos, por agresión a otra mujer, y las aparentes contradicciones en las que éste incurrió, hicieron que el empleado de Photo Chic fuera apresado. Junto con él se consignó a sus cómplices: Jesús Urbina y Luis Somellán.

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En las imágenes representantes de la Jefatura de Policía llevan a entregar a Gallegos al Ministerio Público; abajo, fotografías de sus dos aparentes cómplices, uno de ellos con su esposa. Hemeroteca EL UNIVERSAL.

A la luz de los años, el cruel asesinato de Jacinta Aznar llama la atención por diversos motivos: porque en ese entonces que a una mujer se le atribuyera un carácter “excéntrico”, que hoy puede verse como difícil o poco amistoso, se consideró en un primer momento, como un hecho que determinó de uno u otro modo su muerte.

O sea, había una suerte de inculpación a la propia difunta. Incluso en días posteriores al homicidio, se publicaron puntos de vista como el de una lectora de EL UNIVERSAL, Madame X, quien además de reiterar que “Chinta” era excéntrica, también aventuró su propia hipótesis sobre el crimen: al ver Gallegos que la occisa era “una señora rica, sola, vieja, etc.”, encontró “una oportunidad para salir de pobre”.

En realidad, de los tres calificativos sólo resulta indiscutible el que describe a la asesinada como adinerada, porque Jacinta no era vieja, no en los términos que ahora consideramos a un adulto mayor, pues tenía 54 años, había nacido el 15 de noviembre de 1877.

Respecto a su soledad, es claro que la señorita Aznar era profundamente religiosa; sin embargo, los secretos de su vida íntima fueron celosamente guardados, y se fueron con ella a la tumba.

Hoy difícilmente se juzgaría con tanta rudeza a una mujer víctima de homicidio, y los reporteros se cuidarían mucho de publicar cualquier opinión que pudiera significar un dolor a los deudos que, de por sí, enfrentan un hecho traumático.

Para 1969, las obras del metro Insurgentes, que comprendieron la edificación de una Glorieta en 1969, dieron un perfil completamente diferente a esa zona, colindante con la calle de Jalapa. Cambia la faz de las calles, los números, el tamaño de las construcciones. Pero no cambia el horror que provocan ciertos hechos.

Actualmente, sobre el número 17 de la avenida Insurgentes ya no queda vestigio alguno de aquella casa donde murió “Chinta”, probablemente a manos de Alberto Gallegos a quien la justicia sentenció a 22 años de prisión, a purgar en las Islas Marías, debido a las constantes contradicciones que tuvo en sus declaraciones, la prensa misma declaraba que el caso era un enredo; sin embargo, nunca llegó a su destino porque lo mataron cuando trató de huir y tampoco se supo la verdad de este caso.

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El cadáver de Alberto Gallegos, principal sospechoso del crimen a quien nunca se le pudo comprobar ni el asesinato ni su inocencia. Muerto por tratar de huir, de acuerdo con la Ley Fuga, durante su traslado a las Islas Marías, donde cumpliría su condena de 22 años de prisión. Hemeroteca EL UNIVERSAL.

  1. Fuentes:
  2. Entrevista a Valentina Santos, maestra en Comunicación y política por la UAM X. Como buena chilanga, ama los rincones e historias de esta monumental urbe.
  3. Archivo Hemerográfico EL UNIVERSAL.
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