La forma de conmemorar el inicio de la Guerra de Independencia ha cambiado en sus , pues el Grito en la noche de cada 15 de septiembre o el Desfile Militar en la mañana del 16 no son las únicas tradiciones en las fiestas patrias.

Durante décadas, las prisiones de México han liberado antes de tiempo a convictos, dándoles una segunda oportunidad de ser buenos ciudadanos y qué mejor fecha para hacerlo que el Día de la Independencia.

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Así se recordaba que en la madrugada del 16 de septiembre de 1810, con la conspiración independista descubierta y en su camino para “coger gachupines”, el padre Miguel Hidalgo acudió a la cárcel de Dolores y abrió las celdas de sus prisioneros, dándoles libertad como también lo hizo con nuestro país.

Carlos Salinas de Gortari en la cárcel de Dolores, 1994. En esa ocasión, el mandatario no liberó a infractores reales, sino a “criminales simbólicos” que sólo ingresaron a la celda para que el ejecutivo los perdonara. Foto: Presidencia/ESPECIAL.
Carlos Salinas de Gortari en la cárcel de Dolores, 1994. En esa ocasión, el mandatario no liberó a infractores reales, sino a “criminales simbólicos” que sólo ingresaron a la celda para que el ejecutivo los perdonara. Foto: Presidencia/ESPECIAL.

Desde entonces surgió la tradición de que después de gritar ¡Viva México! y antes de los antojitos, el presidente municipal, gobernador o mandatario en turno acudiera a la prisión para liberar a penitentes cuya salida de reclusión no afectara el bienestar de los demás ciudadanos.

La Independencia nacional significó libertad personal para algunos reos, pero quienes continuaron con su condena también tuvieron la oportunidad de disfrutar del espíritu patriótico, celebrando un poco de la autonomía mexicana tras las rejas.

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Grito de Independencia, 2000. Como parte de los festejos patrios en 1921, el gobierno capitalino entregó ropa y artículos de maternidad para reclusas, así como regalos para los niños nacidos en cárceles del DF. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Grito de Independencia, 2000. Como parte de los festejos patrios en 1921, el gobierno capitalino entregó ropa y artículos de maternidad para reclusas, así como regalos para los niños nacidos en cárceles del DF. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Culpables de delitos menores podían salir antes

La primera mención en EL UNIVERSAL sobre el “perdón por fiestas patrias” se publicó durante las celebraciones de 1921, cuando Puebla aprobó su Ley de Indulto, válida sólo para ese 15 de septiembre.

De acuerdo con la legislación, se concedió liberación temprana a convictos por delitos de culpa, es decir, faltas ocurridas de forma involuntaria o negligencia; también a recluidos por penas monetarias menores a 100 pesos que no lograron pagar.

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La ley poblana de 1921 liberó a quienes servían condenas de máximo seis meses y llevaban más de la mitad de ese tiempo cumplido, así como a reos con penas extraordinarias –de más de 15 años o perpetuas– que ya estaban cerca de concluirlas.

Presos de Lecumberri. Para 1932, la Cárcel de Belén tenía su propio Comité Pro-Indulto y para septiembre de ese año se recibieron 100 solicitudes de “delincuentes ocasionales” para acceder al perdón. Foto: ESPECIAL.
Presos de Lecumberri. Para 1932, la Cárcel de Belén tenía su propio Comité Pro-Indulto y para septiembre de ese año se recibieron 100 solicitudes de “delincuentes ocasionales” para acceder al perdón. Foto: ESPECIAL.

A los que no cumplieron los requisitos, se les hizo una reducción. Para culpables por delitos de dolo con sentencia de seis meses, se les redujo a tres; para quienes su pena fuera extraordinaria, se cambió a una de 15 años; y en casos de pena capital, también se les intercambió por una de 15 años.

Para septiembre de 1926, el estado de Hidalgo promovió su propia Ley de Indulto para las fiestas patrias, basada en tiempos de encarcelamiento.

Cualquier prisionero que, para el 15 de septiembre de ese año, servía una reclusión menor a 11 meses y cuya libertad no ponía en peligro a los ciudadanos, obtuvo el perdón. Se excluyó a condenados de pena capital y sentencias extraordinarias.

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Para los presos que tenían penas entre 11 meses a 2 años, se restó dos tercios de su condena; en caso de 2 a 5 años, se descontó una cuarta parte; y para quienes debían 5 años en adelante, se les quitó un quinto.

“Se acordó darles libertad, con motivo de la celebración de una de las fechas más gloriosas para México. Los exhorto tener una conducta honesta que les evite volver a prisión”, dijo el regente Ignacio Rodríguez Morales a los reos en 1931. Foto: ESPECIAL
“Se acordó darles libertad, con motivo de la celebración de una de las fechas más gloriosas para México. Los exhorto tener una conducta honesta que les evite volver a prisión”, dijo el regente Ignacio Rodríguez Morales a los reos en 1931. Foto: ESPECIAL

El entonces Distrito Federal también conmemoró la Independencia nacional con indultos penales. EL UNIVERSAL informó en 1931 sobre la multitudinaria liberación de reos capitalinos, gracias a la decisión del regente en turno, Ignacio Rodríguez Morales.

A primera hora del 15 de septiembre, los reos de la Cárcel del Carmen se formaron para ver si recibirían el indulto; los únicos en no aplicar eran los condenados por robo y policías detenidos por cometer algún delito. Ellos pasarían el Grito de Independencia tras las rejas, pues su salida “acarrearía prejuicios graves a la sociedad”.

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A diferencia de Puebla o Hidalgo, los representantes del DF concedieron la libertad a convictos basándose en cada expediente, considerando sólo a culpables de delitos leves que tuvieran una conducta de arrepentimiento o rehabilitación. En total se liberó a 271 reos, incluidas 40 mujeres y 14 infractores viales.

El Estado de México ejecutó numerosos indultos en la segunda mitad del siglo XX. Los presidentes municipales liberaban a todos los reos que, para el 15 de septiembre, estaban recluidos por delitos menores o faltas administrativas. Foto: ESPECIAL.
El Estado de México ejecutó numerosos indultos en la segunda mitad del siglo XX. Los presidentes municipales liberaban a todos los reos que, para el 15 de septiembre, estaban recluidos por delitos menores o faltas administrativas. Foto: ESPECIAL.

Algunos recibieron libertad y hasta nuevo trabajo

En la primera mitad del siglo XX, las autoridades sólo se preocupaban por liberar a los prisioneros perdonados, sin evaluar qué sería de ellos al salir de la reclusión. Eso cambió para 1977, cuando Querétaro y Guanajuato entregaron contratos de trabajo para penitentes recién liberados.

Entre 1979 y 1980, Puebla reformuló su proceso de indulto por fiestas patrias, dando libertad a enjuiciados por delitos culposos con más de la mitad de sentencia cumplida y a culpables de faltas dolosas que ya cubrían tres cuartas partes de su penitencia.

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En total, 87 reclusos salieron de las prisiones poblanas en el 79 y otros 52 para el siguiente año, todos con “evidentes anhelos de rehabilitación”.

Indulto de 20 presos en el DF, 1971. Luis Echeverría fue uno de los pocos presidentes en indultar reos durante los festejos de Independencia; ocurrió en 1975, cuando se trasladó a Dolores Hidalgo y perdonó a cinco convictos. Foto: ESPECIAL.
Indulto de 20 presos en el DF, 1971. Luis Echeverría fue uno de los pocos presidentes en indultar reos durante los festejos de Independencia; ocurrió en 1975, cuando se trasladó a Dolores Hidalgo y perdonó a cinco convictos. Foto: ESPECIAL.

El gobierno de Campeche dio un giro a la tradición y durante los festejos de Independencia de 1980, el gobernador Eugenio Echeverría Castellot indultó a dos reos sentenciados a ocho años de cárcel por homicidio.

“Estos individuos se retiraron la noche del 15 [de septiembre] a sus hogares y a partir del 17 se presentarán a los trabajos que les consiguió la administración estatal”, afirmó el funcionario.

Con la llegada del nuevo milenio, el “perdón por fiestas patrias” adquirió un sentido más humanístico, en gran parte por el Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador.

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El tabasqueño practicó el indulto con gran ahínco, dejando como requisitos tener más de la mitad de la condena cumplida, no tratarse de delitos graves y que fuera la primera falta penal del enjuiciado.

Un reo llora tras recibir su libertad anticipada el 15 de septiembre del 2001, en el DF, como parte de los festejos patrios. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Un reo llora tras recibir su libertad anticipada el 15 de septiembre del 2001, en el DF, como parte de los festejos patrios. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Para el 15 de septiembre de 2001, su gobierno perdonó a 181 penitentes, 21 eran indígenas mazahuas, otomíes y zapotecas, encarcelados por “delitos de pobreza”, pues la mayoría cayó por robos de menos de 500 pesos. Para quienes lo necesitaran, la Secretaría de Desarrollo Social del DF proporcionó hospedaje y trabajo.

Según se reportó en 2010, para los festejos del 200 aniversario de Independencia, el entonces gobernador de Querétaro, José Calzada Rovirosa, indultó a 23 reos. Una de las perdonadas fue Francisca Santiago Casimira, indígena otomí que llevaba 7 años presa por asesinar a su marido, quien solía maltratarla y quitarle todos sus ahorros.

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Santiago Casimira carecía de recursos y perdió cualquier contacto con familiares, nada ni nadie la esperaba a su salida de la prisión. “Ella repite que está sola y que no sabe qué va a hacer cuando esté fuera del penal; una y otra vez dijo a las autoridades que preferiría no salir, pues está mejor adentro [del penal]”, se leyó en este diario.

Se hizo caso omiso a la solicitud de la mujer otomí para quedarse en la prisión y el indulto la sacó del único lugar donde se sentía segura.

Mientras algunos convictos obtenían su libertad, otros hacían la fiesta. Los indultos y festejos eran para que “los reos sientan amor a la patria, situación que puede contribuir a su readaptación social”, se leyó en EL UNIVERSAL. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Mientras algunos convictos obtenían su libertad, otros hacían la fiesta. Los indultos y festejos eran para que “los reos sientan amor a la patria, situación que puede contribuir a su readaptación social”, se leyó en EL UNIVERSAL. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Celebrando la independencia nacional tras las rejas

En la primera mitad del siglo XX, los mexicanos acudían a bailes en lujosos salones, participaban en concursos deportivos y asistían a espectáculos teatrales cada 15 y 16 de septiembre. Ricos o pobres, adultos o niños, todos tenían planes para celebrar a los héroes que nos dieron patria, pero, ¿qué ocurría cuando no se era libre?

Mientras algunos de sus compañeros conmemoraban el Día de la Independencia con su propia liberación de la cárcel, el resto de reos que permanecían en penales mexicanos celebraban sencillas actividades para fomentar el ánimo patriótico.

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En su edición del 17 de septiembre de 1921, EL UNIVERSAL informó sobre los festejos vistos dentro de la Penitenciaría de Lecumberri y en la Cárcel de Belén, donde las autoridades tuvieron “algunas consideraciones a los detenidos”.

Hora del “rancho” en el penal de Toluca; así se llamaba a los alimentos en las cárceles. Cuando se autorizaban los festejos por la Independencia, los mismos prisioneros preparaban antojitos mexicanos para sus compañeros. Foto: ESPECIAL
Hora del “rancho” en el penal de Toluca; así se llamaba a los alimentos en las cárceles. Cuando se autorizaban los festejos por la Independencia, los mismos prisioneros preparaban antojitos mexicanos para sus compañeros. Foto: ESPECIAL

En el caso de la prisión de Belén, el 111 aniversario de la Independencia se conmemoró con presentaciones musicales, actos de prestidigitación y pláticas sobre historia y moral, además de una amena cena con tamales.

En el llamado Palacio Negro, para la mañana de ese 15 de septiembre, se abrieron todas las celdas para que los reclusos pudieran caminar a su antojo lo largo del penal. Durante ese rato, el cuerpo administrativo de la prisión repartió ropa, objetos útiles para su estancia y cigarros a los prisioneros.

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Para la media tarde, Lecumberri se convirtió en sala de cine, con la proyección de “escenas jocosas o tendentes a imbuir en su ánimo el amor al bien dentro de los reos”. Antes del anochecer, la Junta del Centenario de la Consumación de la Independencia tuvo lista la cena para los penitentes, con tamales, atole y más cigarros.

Entrada de la Penitenciaría de Lecumberri. Las fiestas patrias en el Palacio Negro eran la “dolorosa antítesis entre la prisión, el día de independencia y libertad”; para los festejos solían darse horarios especiales para visitas y se decoraban los dormitorios, además de ver la transmisión del Grito y del Desfile Militar. Foto: ESPECIAL.
Entrada de la Penitenciaría de Lecumberri. Las fiestas patrias en el Palacio Negro eran la “dolorosa antítesis entre la prisión, el día de independencia y libertad”; para los festejos solían darse horarios especiales para visitas y se decoraban los dormitorios, además de ver la transmisión del Grito y del Desfile Militar. Foto: ESPECIAL.

Con la apertura de más centros penitenciarios en el país continuaron los bienintencionados festejos entre prisioneros para conmemorar la lucha armada que el padre Miguel Hidalgo encabezó por la libertad nacional.

En septiembre de 1979, el Reclusorio Norte realizó un festival con bailables folclóricos actuados por los propios reos, con música y comida típica como quesadillas, sopes y chalupas, así como una gran rifa de artículos como ropa y radios. Incluso tuvieron su Grito de Independencia, de la voz del entonces director del penal, Marcos Castillejos.

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Esta casa editorial asistió a las fiestas del 2004 en el Reclusorio Femenil Norte. Como si fuera una kermes escolar, las reclusas comieron antojitos mexicanos, realizaron un reñido concurso de trajes típicos y hasta tuvieron un falso Registro Civil, donde algunas de las reas se dieron el “sí” con anillos de compromiso hechos con rafia.

Festejos patrios en el Reclusorio Norte Femenil, 2004, con baile y comida típica mexicana. Una década después, para el 15 de septiembre de 2014, el Reclusorio Varonil Norte tuvo una carrera de 5 kilómetros encabezada por el cuerpo administrativo del penal y 50 reos. Foto: Jorge Serratos/Archivo EL UNIVERSAL.
Festejos patrios en el Reclusorio Norte Femenil, 2004, con baile y comida típica mexicana. Una década después, para el 15 de septiembre de 2014, el Reclusorio Varonil Norte tuvo una carrera de 5 kilómetros encabezada por el cuerpo administrativo del penal y 50 reos. Foto: Jorge Serratos/Archivo EL UNIVERSAL.

Una reclusa puso el humor dentro del penal al disfrazarse como el entonces presidente Vicente Fox y realizó su propio Grito de Independencia, mientras una de sus compañeras usaba una cazuela y un cucharón para replicar el sonido de las campanadas, ganándose las risas y aplausos de las asistentes.

Las penitentes también decoraron lo que pudieron, con una celda convertida en cantina revolucionaria y otra con un águila devorando una serpiente, parada sobre un nopal. La intención era que “esta fecha no pase inadvertida”, dijeron las autoridades.

A 215 años del inicio de lucha por nuestra Independencia, los festejos cambian y las tradiciones se modernizan. Hoy en día, son mínimos los indultos penales practicados por las fiestas septembrinas, pero al menos todavía se realizan convivencias dentro de las cárceles para que no se extinga el espíritu patriótico en sus penitentes.

Un exconvicto abraza a su hija tras recibir el indulto por fiestas patrias, 2003. Era común ver a los recién liberados retirándose el uniforme caqui de su reclusión y depositarlo en la basura tan pronto estaban afuera. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Un exconvicto abraza a su hija tras recibir el indulto por fiestas patrias, 2003. Era común ver a los recién liberados retirándose el uniforme caqui de su reclusión y depositarlo en la basura tan pronto estaban afuera. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
  • Fuentes:
  • Hemeroteca EL UNIVERSAL
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