Cada ciudadano seguramente tendrá su propia valoración sobre el rumbo del país, de su estado e incluso del municipio en el que vive. Algunos pensarán que necesitamos dar un viraje de timón para evitar profundizar las múltiples crisis que aquejan al país, mientras que otros considerarán que el rumbo es correcto y que incluso hay que profundizarlo.

Todos esos puntos de vista deben tomar forma institucional a través de su expresión en las urnas el próximo 6 de junio. No hay excusa alguna, dado lo mucho que está en juego. México nos requiere hoy más que nunca y no debemos fallarle. La historia nos demuestra que el abandono de nuestras tareas cívicas propicia consecuencias muy negativas. No podemos dejar en manos de los políticos lo que a nosotros nos corresponde decidir como ciudadanos.

Es obvio que la mayor parte de candidaturas no generan entusiasmo y que, en muchos casos, habrá que elegir simplemente entre lo malo y lo peor. Pero también es verdad que no podemos ni debemos delegar esa decisión, porque incluso entre lo malo y lo peor hay mucha diferencia.

Una de las grandes ventajas del sistema democrático es que hace que una victoria electoral no sea definitiva y que una derrota tampoco sea para siempre. Cada proceso electoral es una nueva oportunidad para que la ciudadanía emita un juicio de valor sobre lo que está pasando en su comunidad y sobre lo que quiere que pase en el futuro. En los regímenes autoritarios eso no es posible, porque solamente se toma en cuenta la opinión del dictador o el caudillo.

Con todos sus defectos y con lo mucho que nos falta por alcanzar, lo cierto es que en México existe un régimen democrático que se articula y se recrea a partir de un sistema electoral que nos ha costado un gran esfuerzo y muchísimo dinero construir. Aunque algunos se empeñan en negarlo, la institucionalidad electoral mexicana (representada en lo administrativo por el INE y en lo judicial por el TEPJF), ha sido tomada como ejemplo en varios países, a los que el nuestro ha llegado incluso a asesorar para el mejoramiento de las propias condiciones de la contienda electoral. Eso es algo por lo que también vale la pena ir a votar el próximo domingo: no podemos tirar a la basura lo que varias generaciones de mexicanos han construido con gran esfuerzo en materia electoral.

Los grandes protagonistas de la jornada electoral serán los ciudadanos. En primer lugar, porque honrarán el compromiso de construir la democracia mediante la participación sino de todos, sí al menos de muchos. Pero también porque serán los ciudadanos los que estarán al frente de las mesas de casilla, quienes contarán los votos y quienes les dirán a las autoridades cuáles fueron los resultados obtenidos. Todo ello bajo la atenta mirada de observadores electorales, de representantes de los partidos y con el seguimiento de los programas de resultados electorales preliminares que ya han sido diseñados y anunciados con oportunidad por la autoridad electoral. El conjunto de esas medidas ofrece un marco de confianza nada despreciable. Quien invoque algún tipo de fraude tendrá enormes dificultades para acreditarlo.

La oportunidad de votar también nos debe hacer pensar en la necesidad de exigir siempre a los partidos que postulen a mejores perfiles en las candidaturas. Hemos visto espectáculos bochornosos a lo largo de las campañas y una llamativa ausencia de propuestas viables, considerando el tamaño de las crisis por las que estamos atravesando (comenzando con la crisis sanitaria de la pandemia, pero siguiendo con la crisis económica, la social e incluso la del amenazado sistema constitucional). Los candidatos se desentendieron de los problemas de los demás y prefirieron escenificar bailes, organizar mítines para cantar todos juntos y tomarse fotos sin ningún mensaje o significado. Ha sido una oportunidad desperdiciada.

Pero que la clase política haya demostrado una vez más su conocida mediocridad y su enorme apetito de poder y de dinero, no debe ser obstáculo para que nosotros como ciudadanos no estemos a la altura del desafío y renunciemos a llenar las urnas de votos el próximo domingo. Por el contrario: no debemos faltar a esa cita, que por muchos motivos será histórica sin exageración.

Investigador del IIJ-UNAM

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