Tal parece que los candidatos y candidatas que están pidiendo el voto ciudadano en las actuales campañas electorales decidieron, en su enorme mayoría, sumarse a la vacuidad que ha caracterizado a la política mexicana desde hace algunos años: promueven su imagen y su nombre en medio de un enorme vacío de propuestas. Nos piden que votemos por ellos, como si fuéramos a expedir una especie de cheque en blanco, ya que no sabemos qué es lo que se proponen hacer en caso de resultar electos.

La política mexicana se ha vaciado de contenido y ahora se privilegia solamente la imagen de los candidatos, su capacidad fotogénica o su afiliación a determinado partido. Nada más. La enorme mayoría de candidatos no sabrían enumerar tres diferencias sustantivas entre la izquierda y la derecha. No serían capaces de explicar una política pública que requiera con urgencia el país. No recordarían el título de los tres últimos libros que han leído (suponiendo que lo hayan hecho). En suma, estamos ante un vacío enorme de ideas, de propuestas, de postulados. Vamos a ir a las urnas a ciegas.

Eso va a permitir que tengamos solamente una ventaja: nos va a quedar claro contra lo que hay que votar, más que aquello que verdaderamente sea una elección consciente y positiva. Va a ser una elección plebiscitaria sobre el rumbo del país, de las entidades federativas o de los municipios. Así suele suceder en la mayoría de elecciones intermedias. Los electores van a ir a las urnas para expresar su mal o buen humor respecto al desempeño de los actuales gobernantes.

Hay quienes han señalado que en realidad va a ser un plebiscito sobre el desempeño del Presidente de la República, pero me parece que en mucho va a influir la política local y el conocimiento que la gente tenga de los candidatos que buscan ganar en las elecciones locales. El llamado “factor López Obrador ” va a ser relativo. Los ciudadanos van a estar bastante ocupados intentando favorecer a candidatos locales que sean lo menos peor posible, dado que en general las opciones disponibles no entusiasman a nadie.

Habrá elecciones que probablemente sean muy reñidas, como en Campeche , Michoacán o Guerrero . Otras en las que las encuestas ya están identificando ventajas holgadas, como en Baja California, Querétaro e incluso Nuevo León. En todo caso no cabe descartar alguna sorpresa de último momento.

No falta mucho para el domingo 6 de junio, pero todavía tenemos tiempo para intentar exigirles a los candidatos que más allá de enseñarnos sus (ridículos) pasos de baile o su vocación de tiktokeros, nos digan qué piensan hacer si ganan la elección y cómo van a materializar sus propuestas, en caso de que tengan alguna.

Lo cierto es que temas no les deben faltar, a la luz de los enormes problemas que está enfrentando al país. La situación de la salud de los mexicanos quizá deba ser un asunto de prioridad nacional en todos los niveles de gobierno, incluyendo desde luego a las tareas de la próxima legislatura de la Cámara de Diputados. La pandemia está lejos de remitir y la lentitud en el proceso de vacunación hace suponer que vamos a tener muchos meses complicados por delante antes de poder doblegar del todo al Covid-19.

Por otro lado, están los temas del cada vez más lejano Estado de derecho. Los políticos mexicanos nunca se han caracterizado por su apego a la legalidad, pero lo que hemos visto en las semanas recientes rebasa toda proporción. Ha habido un ataque sistemático y deliberado contra varias de las instituciones autónomas del Estado mexicano que se encargan de proteger nuestros derechos y se pueden advertir claros signos de tentaciones autoritarias fuertemente regresivas. Ningún ciudadano, cuando esté frente a la boleta electoral, debería olvidar que también ese tema importa e importa mucho.

Como quiera que sea, lo cierto es que estamos viendo un proceso electoral plagado de descalificaciones y con un nivel de debate bastante inferior a lo que habíamos visto en el pasado, que tampoco era aceptable.

De los partidos políticos es probable que no podamos esperar mucho más, pues están enfrascados en una lucha desnuda por el poder, a fin de obtener los beneficios que arroja vivir a costa del presupuesto público. La única opción viable para superar el abismo en el que estamos es una reacción ciudadana: un voto no solamente responsable, sino sobre todo bien pensado, que mande un mensaje claro respecto a cómo debería ser el país que queremos. Si ellos no pudieron, debemos poder enviar nosotros ese mensaje.

Investigador del IIJ-UNAM.
@MiguelCarbonell