A un año de la entrada en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), las celebraciones, los análisis y las críticas en torno a los diferentes y variados temas que regula, no se han dejado esperar. Por cuanto al capítulo 20, aun cuando la mayoría de los comentarios son positivos y prometedores, dejan entrever que hay que seguir trabajando para lograr el sistema moderno y óptimo de propiedad intelectual que Norteamérica desea, necesita y merece.

México, que si bien ya se había adelantado en cumplir con diversos compromisos que vendrían en materia de marcas, indicaciones geográficas y diseños, recibió al T-MEC con un gran regalo: la promulgación y publicación no sólo de reformas a las legislaciones de derechos de autor y penal federal, sino de una nueva ley de propiedad industrial.

El mismo 1 de julio de 2020, día de la entrada en vigor del tratado, nace la Ley Federal de Protección de la Propiedad Industrial, con la cual se cumplen la totalidad de los compromisos adquiridos por México, respecto a la adopción y estandarización de normatividad, además de en las materias antes apuntadas, en patentes, secretos industriales, protección de datos y observancia y defensa de los derechos de propiedad intelectual.

Con la nueva ley también se fortalece a un de por sí ya sólido y efectivo Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), dotándolo de nuevas facultades para hacer frente no sólo al cúmulo de obligaciones contraídas con nuestros socios comerciales del norte, sino a una demanda creciente –cuantitativa y cualitativa– de sus servicios.

Aun cuando en lo tocante a la normatividad hemos recorrido la mayor parte del camino, es urgente contar con el Reglamento de la nueva ley de propiedad industrial. Si bien el proyecto respectivo está a punto de salir del horno, urge su publicación y entrada en vigor. Esto facilitará el cumplir los compromisos internacionales, pero sobretodo atender esa demanda creciente.

Es en la aplicación de las disposiciones del T-MEC y de la nueva ley en lo que hay que trabajar. Es en el dotar al sistema con todos los medios necesarios y requeridos para cumplir y tener los resultados esperados. Las circunstancias actuales han demostrado que considerar en el presupuesto al sistema de propiedad intelectual, da resultados; prueba de esto es que, gracias a la inversión en tecnología, el IMPI ha estado en posibilidad de dar un servicio continuo durante la pandemia con cifras e ingresos al alza.

Hay mucho por hacer en el terreno operativo. El fortalecimiento del IMPI debe pasar del texto legislativo a la realidad. Hay que permitirle el uso e inversión de los ingresos por él generados en recursos humanos y materiales; esto traerá como consecuencia, más allá de la generación de más ingresos, el cumplir los compromisos y, sobretodo, dar el servicio que se espera de una de las 15 oficinas de propiedad intelectual más importantes.

El futuro es prometedor, máxime si tomamos en cuenta el gran, asertivo y congruente regalo que México da al T-MEC en su primer aniversario: Un nuevo director General del IMPI, quien no sólo ha laborado en la institución por más de 27 años, sino que conoce a la perfección el capítulo 20 y lo que se necesita para ponerlo en marcha, al haber participado activamente en todas y cada una de sus rondas de negociación y en las etapas posteriores de implementación.

@MA_Margain

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