Aun cuando la industria, logística y operación militar esté plagada de derechos de propiedad intelectual (PI), es reprobable que una guerra predomine sobre el diálogo y búsqueda de soluciones pacíficas.

Patentes, diseños, modelos de utilidad, derechos de autor e incluso marcas, protegen la actividad intelectual involucrada en la creación de productos, que van desde armas, tanques, aviones, prendas de vestir y calzado, hasta programas de cómputo y secretos industriales necesarios para el actuar de las fuerzas armadas. Sin duda, Rusia sabe de esto.

No es sólo por lo anterior que la PI entra en escena en el conflicto bélico que hoy avergüenza y pone de cabeza a la humanidad. No hay manera de evitarlo, la PI es consubstancial al ser humano. Ha estado, está y estará, en las buenas y en las malas; en el goce de los beneficios y avances que conlleva, y en el sufrimiento y enfrentamiento de malas rachas, sus consecuencias y cuantimás, si éstas se traducen en sanciones económicas.

Las restricciones y sanciones impuestas a Rusia alcanzan a la PI. No sólo las oficinas de Estados Unidos y la europea han suspendido cualquier comunicación y trato con la rusa, sino que la primera ha decretado la no validez de los exámenes de patentabilidad rusos en el esquema de los programas de aceleramiento de patentes. Así, como los deportistas, los muy preparados y reconocidos examinadores rusos, sin deberla ni temerla, se ven afectados en su trabajo y prestigio.

La respuesta no tardó en llegar. El pasado 7 de marzo, el Ministerio de Desarrollo Económico de la Federación Rusa emitió y publicó un decreto por virtud del cual se exime de responsabilidad alguna a cualquiera que utilice sin autorización patentes cuyos titulares sean nacionales de países no amistosos, despojándolos de toda posibilidad de reclamar cualquier compensación por su uso indebido. En otras palabras, Rusia ha otorgado una patente de corso para que cualquiera pueda piratear patentes de 48 países.

Por si la legalización del uso sin autorización de patentes no fuese suficiente, la autoridad rusa ha dejado entrever que podrían ser otros derechos de PI los que pudiesen verse afectados. Los titulares de derechos de autor sobre software y diseñadores han empezado a alzar la voz ante la alta probabilidad que la patente de corso para piratear se extienda.

Las marcas no se quedan atrás. Si bien del Kremlin no ha salido comunicado alguno que las afecte, el Ministro de Desarrollo Económico ha manifestado que, ante la suspensión de la importación de mercancías y cierre de varios negocios provenientes y de naciones no amistosas, podría permitirse a los licenciatarios rusos seguir utilizando las marcas aún sin la autorización de sus titulares. Así, ante el cese de operaciones de McDonald’s, un franquiciatario ruso podría seguir operando bajo las marcas sin responsabilidad alguna y sin pagar las regalías correspondientes.

Debe regresar y prevalecer la cordura y la razón. En el ínter, mi solidaridad con Ucrania, cuyo presidente, abogado y alguna vez comediante, conoce del sistema y de las bondades de la PI.

Consultor especialista en protección de innovación y propiedad intelectual, socio en Pérez Correa González Asociados
Twitter: @MA_Margain

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