Somos muchos los que nos llenamos la boca en torno al ingenio del mexicano, ese ingenio que nos eleva como pueblo y que nos hace ser uno creativo e innovador. En este mismo tenor, muchos de los que nos dedicamos a la Propiedad Intelectual (PI) presumimos el contar con la normatividad más avanzada e instituciones que se colocan entre las 15 primeras del mundo.

Aún y cuando ser parte de tratados internacionales cuyos capítulos de PI son la cereza del pastel, de contar con legislación doméstica con los más altos estándares en la historia de la materia, y con institutos de derechos de autor y de patentes y marcas fortalecidos en sus funciones y con facultades que muchos otros quisieran tener, el sistema de PI se encuentra subutilizado tanto en su demanda como en el provecho que de él se puede obtener.

En un primer momento todo podría señalar a las carencias operativas existentes, tanto en recursos materiales, como humanos, como la causa. A manera de ejemplo, por cuanto al IMPI, hay que permitirle que los recursos autogenerados sean utilizados para que dicha ampliación y fortalecimiento de facultades se actualicen; respecto al Indautor, dotarlo de más recursos en el área de sistemas ahora que el registro en línea es una realidad, no sin antes, nombrar a su director general.

Es la falta de cultura de PI lo que hace que México no se beneficie aún más del sistema. Es increíble que, en un país con alrededor de 33 mil investigadores y con más de 28 mil publicaciones científicas y tecnológicas en 2020, sólo 7.9% de solicitudes de patentes hayan sido presentadas por nacionales, y tan sólo 41 solicitudes mexicanas hayan apostado por protección en otros países. De las patentes concedidas en 2020, sólo 5.13% fueron para mexicanos.

En México se conoce a la PI por la piratería. La nota siempre ha sido, casi nueve de 10 mexicanos compra piratería. Si hiciéramos un estudio, como los hay en Estados Unidos y en Europa, sobre el porcentaje de la población que conoce de PI, su sistema y beneficios, los resultados serán más dolorosos.

El sistema de PI somos todos, incluidas las instituciones de educación. Si bien cursos de PI podrían darse desde edades tempranas, las instituciones de educación superior deben impulsar la concientización en torno a los frutos del conocimiento y su explotación. Si tomamos en cuenta que son contadas las universidades, tecnológicos y centros de educación superior que, no digamos incluyen en sus créditos obligatorios, sino que brindan cursos de PI, podemos saber el porqué de la subutilización del sistema.

Si a lo anterior sumamos que en los centros de educación superior la materia sólo es cursada en la carrera de derecho, la realidad sigue sin sorprender. la materia debe ser impartida en varias facultades: administrador que no conoce de la materia, ¿en qué puede apoyar si los derechos de PI son los activos más valiosos? ¿Qué utilidad tendrán un mercadólogo, un diseñador o un QFB si no saben de marcas, diseños y patentes, respectivamente?

Hay mucho por hacer, y así como no debemos bajar la guardia en conseguir que nuestros representantes aumenten el presupuesto en educación, ciencia y tecnología, todos debemos redoblar el paso en la concientización sobre la necesidad, importancia y beneficios de proteger, mantener, defender y explotar la actividad intelectual de los mexicanos.

Aprovechemos el sistema de PI, nos conviene, pues, mientras alcanzamos el nivel esperado en educación, ciencia y tecnología de un miembro de la OCDE, se generan ingresos en beneficio de los titulares de los derechos, de terceros y, sin duda, del país.

Consultor especialista en protección de innovación y propiedad intelectual, socio en Pérez Correa González Asociados 
Twitter: @MA_Margain 

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