En nuestro tiempo hay una creciente tendencia de formas de pensar y actuar, que ofrecen razones para la insatisfacción, la discordia, el desencanto, la frustración y la ausencia de ideales de superación.
Durante siglos todo pensador ha reflexionado acerca de las características, la importancia, la trascendencia y la necesidad de aspirar a la felicidad. Cada filósofo propone recetas y fundamentos para que el ser humano, en lo individual como en lo colectivo, tenga una existencia con sentimientos y emociones positivas.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, gobernantes, organizaciones sociales, líderes de opinión, buscaban conducir las aspiraciones sociales hacia una visión compartida de felicidad.
Vivimos una época donde los principios y valores de antaño, como el amor, la familia y la solidaridad con los semejantes, que han venido siento fundamentos históricos de la felicidad, ahora carecen de sentido, permanencia o compromiso.
En contraste, el siglo XXI se ha caracterizado por una confrontación social, económica e ideológica, que trasciende continentes e invade conciencias. Los pensadores e ideólogos han expuesto razones de carácter económico, ideológico, racial o religioso, con las que justifican la insatisfacción del individuo y el llamado a la hostilidad contra quienes representan alguna característica que les incomoda. De igual manera en la literatura, la filosofía y en el arte, las expresiones de nuestro tiempo reflejan más preocupaciones que ilusiones; más inconformidades que motivaciones.
A pesar de los grandes avances de la ciencia, los prodigiosos instrumentos de la tecnología digital y las herramientas que evalúan y anticipan el estado de ánimo, salud y necesidades de las personas, la visión de un mundo feliz se ve hoy más distante y utópica que en el pasado.
Los discursos de rearme militar de los líderes políticos imponen síntomas de angustia colectiva en la sociedad actual que, desde sus abuelos, no enfrentan las consecuencias destructivas de un conflicto bélico, y forman un fenómeno de depresión emocional.
Mientras unos ríen de algún comentarista de stand-up o un crítico político que al día siguiente han olvidado, otros desfogan sus emociones a favor de una de las partes en una competencia deportiva, algunos viven una realidad virtual en el ciberespacio y otros buscan en una vida errante descubrir la forma de llenar el vacío que llevan dentro.
La felicidad quizá se pueda definir como un derecho que propicia un estado de ánimo íntimo, personal y una responsabilidad de vida. Es pues una razón de Estado y un objetivo ineludible de gobernabilidad.
Es un acto de aceptación de las características propias y de las condiciones personales, de las que cada individuo dispone para sus superación, donde la responsabilidad de sus líderes, gobiernos e instituciones es crear las condiciones o brindar las oportunidades para lograrlo.
Feliz el que hace, el que cree, el que siente, el que vive y el que comparte; el que construye cada día una versión mejor de sí mismo. Feliz quién se supera a costa de su esfuerzo y no de la infelicidad de otros.
Rúbrica. L.A. -tinos. Una población bicultural que ha dado grandes aportaciones a la economía y la vida de los Estados Unidos es utilizada como pretexto de discordia en la confrontación de intereses y muestras de poder político.
Político y escritor. @AlemanVelascoM
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