Cuando las calles están desiertas, la sociedad está en crisis. La emergencia sanitaria por el contagio del Covid-19 o coronavirus me ha hecho revisar la lectura emblemática de José Saramago Ensayo sobre la ceguera, referente obligado para los días que vivimos.

Por ahora, la contención del contagio y el aislamiento de enfermos es la única y quizá la más efectiva forma de prevención.

Italia es hoy el segundo país con más casos después de China y también de alta velocidad de contagio.

Hoy casi toda Italia está en cuarentena, estadios de futbol, eventos artísticos, cines, iglesias, la Plaza de San Pedro y otros muchos lugares turísticos y de concentración social están siendo suspendidos.

Gradualmente, estas condiciones se van a ir repitiendo en otras partes del mundo.

Como una escena apocalíptica de película; compras de pánico, escasez de médicos, carencia de medicinas que controlen el virus, así como la ruptura de los elementos fundamentales de confianza de la sociedad pueden demoler los de por sí frágiles cimientos políticos que son indispensables para una convivencia armónica.

La virulencia de esta situación rebasa el impacto sanitario. Las escenas de arrebato de bienes no son ajenas a la precondición de la tensión latente de la sociedad italiana, por razones de carácter ideológico, político, racial o religioso venía acumulando fracturas internas que en estos tiempos de crisis se hacen visibles y agregan ingredientes de violencia social.

La rutina urbana se ha suspendido, la hostilidad prevalece entre quienes desconfían de la capacidad de sus gobiernos y otros hasta de sus propios vecinos.

La disrupción del consumo y las actividades productivas por la suspensión de los canales de suministro de las cadenas productivas a nivel global están deteriorando la productividad y sus efectos económicos se hacen visibles en los mercados bursátiles mundiales.

Son casos que merecen análisis muy severos de decisión pública, y en algunos casos nos enteramos de que donde hay cadenas de contagio a mayor velocidad el tratamiento es selectivo. Ha trascendido que en virtud de la escasez de médicos y medicinas en hospitales públicos en Italia hay una decisión de dar prioridad al tratamiento de los pacientes más jóvenes.

Sabemos hasta ahora que la tasa de mortalidad de este virus es mayor en personas de edad avanzada o en quienes por quimioterapias o tratamientos médicos tienen bajo su sistema inmunológico. Afortunadamente no afecta a los menores de edad.

Es un espectáculo impresionante ver muchas ciudades vacías, comercios cerrados o vandalizados por grupos que como último recurso recurren al pillaje o saqueo.

Hay comunidades enteras que buscan guarecerse en sus hogares como último recurso de sobrevivencia.

Es evidente que los gobiernos se enfrentan a un enemigo desconocido, un riesgo grave de la preservación de la vida; su temor a revelar la verdad puede tener graves consecuencias en su futuro político.

Esta crisis de salud ha obligado a los gobiernos a establecer medidas muy estrictas de control social, en particular las que corresponden a los riesgos de contagio en actividades colectivas.

Un riesgo de infección puede surgir en cualquier momento, pero definitivamente lo que no nos debe contagiar es la virulencia del rencor social.

Por nuestra parte, la curva de aprendizaje que este fenómeno está generando en otros países aunada a la fraternidad generosa que nos ha distinguido en tiempos de crisis, nos debe unir, dejando atrás diferencias superfluas o antagonismos inducidos para dar una vez más la muestra al mundo de nuestra capacidad para salir adelante.

RÚBRICA

Los idus de marzo. Crisis petrolera, mercados financieros, emergencia sanitaria y proceso electoral en Estados Unidos nos harán preguntar: ¿y tú también, Trump?


Político y escritor.
@AlemanVelascoM
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