El próximo sábado se cumplen 20 años de un hecho histórico que cambió la forma de vida de la sociedad contemporánea.

Me refiero a los atentados suicidas contra el World Trade Center de Nueva York, en el Pentágono, en Washington D.C. y uno que no llegó a su destino y cayó en un campo abierto en Pennsylvania, donde casi 3 mil personas perdieron la vida.

Fuimos testigos atónitos de la transmisión en vivo del segundo ataque aéreo y del derrumbe de las dos torres gemelas que en siete segundos desaparecieron en una nube de polvo. Algunos de los 19 terroristas llevaban tiempo viviendo en Estados Unidos, y ninguno de ellos se internó en ese país por la frontera de México.

El 5 y 6 de septiembre el presidente de México, Vicente Fox, se había reunido en Washington con el presidente George W. Bush. Cinco días después, además de las torres gemelas, el acuerdo migratorio y la prioridad fronteriza de México también se cayeron del escritorio de prioridades del mandatario estadounidense. El presidente Bush creó el Departamento de Seguridad Interior, se proclamó la llamada Ley Patriota y se reforzó la vigilancia en nuestra frontera.

En esos años, como gobernador del estado de Veracruz, y en coordinación con el gobernador del vecino estado de Puebla, Melquiades Morales, mi equipo cercano creó un mecanismo telefónico y de internet para el reporte y localización de los migrantes de nuestros estados que vivían en las zonas afectadas. El anuncio en el New York Times el 13 de septiembre resultó ser la primera muestra pública de empatía de México.

El gobierno de México envió misivas oficiosas de condolencias, y no fue sino hasta una semana después que el presidente de México se pronunció en la condena de este atentado. Este retraso no fue bien visto en diversos ámbitos políticos y financieros del vecino país.

Las secuelas de este acto son innumerables. La inteligencia de Estados Unidos determinó que el causante era el grupo terrorista Al Qaeda, encabezado por Osama bin Laden, al mando de una fuerza hostil que demostró la vulnerabilidad de la nación más poderosa económica y militarmente desde la postguerra. Así se inició la invasión a Afganistán en la búsqueda intensiva de la cabeza de ese grupo terrorista. Varias de estas acciones fueron rechazadas por México, que en esos años era integrante del Consejo de Seguridad de la ONU.

México tuvo que colaborar en la prevención y escrutinio de visitantes de las denominadas “nacionalidades restringidas”, y se colaboró intensivamente en las tareas de investigación y prevención del terrorismo.

Las medidas de seguridad para la aviación civil continúan vigentes en todo el mundo, lo que generó incrementos en los costos a la aeronavegación mundial y a los pasajeros.

La abrupta retirada de Kabul será motivo de muchas explicaciones, así como las razones por las que durante dos décadas se toleró la producción y venta de opiáceos en el mercado negro, se gastaron millones de dólares y Afganistán no logró constituir un sistema político robusto, con instituciones y capaz de resistir a una minoría que buscará limitar las libertades, restringir a las mujeres y presentar un riesgo a la estabilidad y la paz en la región.

Estados Unidos deberá explicar las negociaciones que de facto resultaron en una amnistía a la facción más radical que combatieron sin éxito durante 20 años. Queda abierta la incógnita; unos ganaron la guerra y otros ganaron dinero.

Rúbrica. Era guapo por feo. Descanse en paz Jean-Paul Belmondo.

Político y escritor.
@AlemanVelasco
articulo@alemanvelasco.org

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