En el mes de junio de 1971, hace medio siglo, el Presidente de México Luis Echeverría Álvarez participó en la Asamblea General de la ONU, para señalar la importancia de que la República Popular China fuera admitida en dicha organización.

El diferendo surgido entre la naciente república y el régimen de la China nacionalista había impedido reconocer a una nación que en esos tiempos tenía una quinta parte de la población mundial.

La iniciativa de México, secundada discretamente por el entonces secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger, generó una recomposición que redujo notoriamente el peso político de Moscú. En los años de la Guerra Fría la nueva personalidad internacional de China dejaría al descubierto la más grande frontera terrestre entre estas dos naciones poderosas en su arsenal militar y nuclear.

Poco tiempo después se organizó una gira en la que el Presidente Luis Echeverría convocó a un grupo de líderes empresariales, de opinión, intelectuales y del sector público para una visita de Estado a la República Popular China.

Recuerdo con viva memoria la oportunidad de visitar la China que Mao Zedong había venido construyendo desde su Larga Marcha.

Las amplias calles de su capital, Beijín, que entonces se le decía Pekín, se veían llenas de tráfico, pero de bicicletas. La población en atuendos de unos cuantos colores con el corte del famoso diseño “Mao” dominaba la vestimenta de la población. Algunos automóviles del politburó circulaban por las calles. La nueva república seguía las teorías marxistas en interpretación de su líder legendario, al grado de crear una corriente de pensamiento que lleva su nombre: El Maoísmo.

México vivía un presidencialismo dominante, que contenía las fuerzas del mercado, debatía los alcances de las empresas multinacionales y que, en su visión, requería de un Estado fuerte que compensara los desequilibrios sociales mediante subsidios y controles a los mercados de un sector paraestatal para competir con las empresas privadas.

Hoy a medio siglo del reencuentro de China con el resto del mundo, la potencia, que en su momento se imaginaron algunos pensadores, ha rebasado todos los pronósticos. El poderoso aparato de gobierno que controla una estrategia de largo plazo bajo el mando único de su presidente vitalicio Xi Jinping, es la fuerza militar y la marina armada más poderosa bajo un solo gobierno, su programa espacial ha puesto un vehículo en Marte, construye una estación espacial propia y avanzará en su exploración en la Luna.

Aquel país que recibía ayuda económica es actualmente el más grande inversionista y patrocinador de obras en naciones pobres, gracias a su expansión económica, construcción de megaobras de infraestructura, ferrocarriles de alta velocidad y grandes avances tecnológicos.

En los últimos días, el G7 y la OTAN han definido que su mayor reto militar y económico proviene de China; de sus prácticas ajenas a las reglas de mercado, así como una diplomacia económica expansiva.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, previene crear una nueva Guerra Fría” con China. El retorno de la estrategia internacional de los Estados Unidos debe ser visto con prudencia y evitar la ruta de colisión hacia un conflicto abierto, del cual México no deberá formar parte. En política como en el comercio la diversificación es una cualidad.

Rúbrica. Recomendación oportuna. Cuidado con los socavones.

Político y escritor. @AlemanVelascoM
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