Los Juegos Olímpicos son un evento que, de entrada, define calendarios. Los deportistas deben de estar en su mejor forma para poder participar; los aficionados planean sus vacaciones para hacerlas coincidir con las Olimpiadas; las empresas, para programar sus presupuestos; los gobiernos, para brindar los apoyos correspondientes y aprovechar la visibilidad del evento a fin de promover su país, y así cada sector.

Este ciclo olímpico ha sido único. Duró cinco años y sucede después de que una pandemia ha forzado a cada país a tomar las medidas más eficientes para proteger a sus habitantes y sus ingresos, y ello ha sido sin duda extremadamente complejo y delicado para el país anfitrión, Japón. Esta edición de los Juegos también ha sido atípica debido a que se están realizando sin espectadores. Otro golpe duro tanto para los atletas como para la afición local, quienes no podrán disfrutar de este evento global, aun celebrándolo en casa.

Para el Comité Organizador ha significado una proeza diseñar los protocolos para cualquier tipo de escenario, que cumplan con dos principios: la protección de la salud de habitantes y deportistas, y que estas medidas no mengüen el rendimiento deportivo de los atletas ni trunquen sus aspiraciones olímpicas. La labor que nos corresponde a los aficionados es hacerle llegar nuestro apoyo a los atletas que siguieron preparándose a pesar de la pandemia.

En el caso de México, hemos trabajado desde hace casi dos años en estos Juegos. Estamos coordinados con la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) y el Comité Olímpico Mexicano. Desde luego, también tenemos el apoyo de la Cancillería mexicana.

Con el objeto de promover a nuestro país y acercarlo a los japoneses hemos desarrollado la página mexicoenjapon.org. En ella hay información histórica sobre los Juegos de Tokio 1964, los de México 1968, los campamentos de nuestros atletas en Hiroshima y los Juegos de Tokyo 2020, haciendo énfasis en el deporte como una herramienta más en la relación bilateral. Además, pese a las circunstancias, queremos que nuestros atletas sientan el cobijo de los mexicanos. Si la montaña no va a Mahoma, nosotros les llevamos la porra a los deportistas.

Ambos países, Japón y México, estaremos unidos en más de un evento; y más allá de los resultados, lo que deseamos es que sea una justa olímpica para la memoria. Que cuando se encuentre un mexicano con un japonés se pueda hablar de estos partidos como hacen los japoneses cuando, gracias a un triunfo de México sobre Estados Unidos, Japón pudo avanzar en el Clásico Mundial de Béisbol de 2006 para, a la postre, ganar el torneo.

Evidentemente, queremos que México y Japón tengan una cosecha histórica de medallas. El público japonés ve con cautela el arribo de las delegaciones de los países. Esta cautela se ha transformado en emoción a medida que los atletas japoneses han avanzado y van ganando medallas.

Esta experiencia me traslada al Mundial de Rugby que se celebró en Tokio en 2019. Recuerdo que había un interés moderado en el torneo. El rugby aquí no era un deporte popular. Sin embargo, a medida que Japón fue ganando, el público se fue involucrando. Los medios comenzaron a revelar las historias detrás de cada jugador, muchos de ellos nacidos en el extranjero y naturalizados. La gente empezó a organizar su agenda alrededor de los partidos de Japón. Cuando ganaban, había porras y lágrimas de alegría. Es el efecto del deporte.

Esperamos que estos Juegos Olímpicos nos dejen muchas buenas memorias. Sobre todo, estamos trabajando para que México deje un grato recuerdo en Japón. Eso es lo más importante y a eso dedicamos nuestro trabajo. Los deportistas serán nuestros mejores embajadores.

Embajadora de México en Japón

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