Tres meses atrás (y desde mucho antes), hablábamos de una infinidad de posibilidades y opciones con las que Rusia contaba para conseguir los fines de seguridad que Putin expresaba. La intervención militar a gran escala era solo una de esas opciones, y no necesariamente la más racional: Moscú podía lograr la mayor parte de sus metas pagando costos mucho, muy inferiores, si hubiese optado por alguna combinación de esas otras alternativas que entonces describíamos (tal y como había sucedido desde al menos 2008 a la fecha). Sin embargo, Putin eligió la opción maximalista e invadió Ucrania por aire, por tierra y por mar. Han pasado tres meses desde entonces. Sin pretender ser exhaustivo, sintetizo acá unos apuntes solo para nuestra reflexión y análisis:

1. La guerra entre estados sí es posible, a pesar de que las condiciones en el siglo XXI parecían limitar las probabilidades de que ocurra. Es decir, durante las últimas décadas la inmensa mayoría de conflictos armados que han tenido lugar en el mundo—no todos, pero sí la mayoría—han sido guerras civiles o internas, conflictos entre actores no-estatales, o confrontaciones en donde un estado o combinación de estados combaten contra uno o varios actores no-estatales. Ante la reducción en la frecuencia de guerras entre países de las últimas décadas, autores como Pinker atribuían esas tendencias a factores como la existencia y solidez de instituciones multilaterales, el crecimiento de la democracia, o el liberalismo económico y la globalización. Vemos hoy, sin embargo, que un país como Rusia está dispuesto a pagar el costo de dolorosas sanciones, de ver a su economía cada vez más aislada y observar la huida de múltiples empresas transnacionales, si considera que necesita hacer prevalecer lo que entiende como su interés nacional. El precio económico, militar y humano de una guerra así es difícil de dimensionar; en unas pocas semanas rebasa lo que otro tipo de conflictos generan en años. Más aún, dado que se trata de un conflicto que no ha terminado, los riesgos de que se extienda más allá de las fronteras de Ucrania siguen ahí.

2. Las capacidades militares rusas fueron sobreestimadas, y las ucranianas fueron subestimadas. Partiendo de la base de lo que se había observado en la intervención rusa en Georgia en 2008, en Crimea en 2014, en Siria desde 2015, y decenas de ejercicios militares y despliegues de músculo por parte de Moscú, la gran mayoría de análisis especializados efectuados antes de la guerra, indicaban que Rusia arrasaría al ejército ucraniano en pocos días. Tengo en mi poder incluso un reporte emitido por los propios militares ucranianos en noviembre del 2021 que indicaba lo mismo (y por eso pedían ayuda). No obstante, en la primera fase, esencialmente mediante el uso de tácticas asimétricas por parte de Ucrania (bastante similares a tácticas tipo guerrilla), sumadas a una combinación de errores logísticos fatales—casi de manual—cometidos por Rusia, la ofensiva de Moscú fue detenida. En una siguiente fase, los combates entre ambos ejércitos han sido mucho más tradicionales y abiertos, pero ahora, gracias a Occidente, Ucrania cuenta con armamento de alta tecnología y poder. Esto, aunado a su elevada moral e impresionante desempeño, ha conseguido mantener a Rusia relativamente a raya.

3. Una guerra como estas, sin embargo, es fluida. Lo que ha sucedido las primeras semanas es muy distinto a lo que ocurrió posteriormente y la forma que tienen los combates hoy, probablemente no es la misma que tendrán más adelante. Rusia ha sido detenida en una gran parte de sus intentos, pero también ha conseguido, no sin dificultades y mucha sangre, varias victorias. Gracias a ello, actualmente controla una gran franja del territorio ucraniano que parte desde el noreste, corre por todo el este, llega hacia Crimea por el sur y por el suroeste hasta la zona de Kherson. Moscú pretende expandir el territorio que hoy tiene en su poder, pero no necesariamente seguirá buscando extenderse demasiado. Ello dependerá de lo que suceda en las próximas semanas tanto en el terreno de las hostilidades como en el de las negociaciones que en este punto se encuentran virtualmente estancadas.

4. Es decir, las tácticas rusas han venido evolucionando; no necesariamente su estrategia mayor, y este es el punto en el que ahora es Rusia la que podría estar siendo subestimada. Al haber comprendido que le era imposible tomar control de la infraestructura militar y política del país, el Kremlin ha optado por fragmentar, desgastar y asfixiar a Ucrania, buscando impedir su viabilidad económica, rusificar (y quizás en un futuro anexar) franjas de su territorio, y minarla emocional y políticamente. Todo con el fin de sentarle a negociar bajo términos que sean aceptables para Moscú. Putin parece completamente dispuesto a llegar hasta donde tenga que llegar—y pagar los costos que ello implique—con tal de coronar su narrativa con alguna forma de victoria. Si eso ocurre más pronto o más tarde, ello dependerá del éxito o fracaso de sus tácticas actuales.

5. Los efectos de esta guerra corren mucho más allá de Ucrania y son aún difíciles de evaluar. Como explica Kurt Volker, se han desatado tendencias que muy probablemente no se hubiesen desatado de no haber ocurrido esta intervención. Esto incluye temas como la decisión de Alemania de duplicar su presupuesto militar, la decisión de la UE de financiar armamento para Ucrania y su posible futura aceptación como miembro pleno de ese bloque, la decisión de Suecia y Finlandia de abandonar la neutralidad y sumarse a la OTAN, el acercamiento de posiciones en esa alianza y la decisión de expandir e incrementar su presencia militar en Europa hasta niveles que no habíamos observado en décadas, la decisión de Washington de confrontarse con Rusia como hace tiempo no lo veíamos, expandiendo su ayuda a Ucrania en un monto hasta 60 veces superior al de hace pocas semanas, y a la vez, la decisión estadounidense de exhibir su músculo contra China intentando comunicar que puede combatir en dos frentes a la vez. A la vez, están ahí todos los contramensajes que se intentan enviar al bloque occidental, no solo por parte de Rusia, sino por parte de países que eligen, o bien apoyar a Moscú, o simplemente permanecer neutrales. Por otro lado, otras afectaciones lamentables incluyen la escasez y alza de precios de alimentos, el hambre en millones de personas, más alzas a los combustibles y más problemas para las cadenas de suministros, entre muchas afectaciones más.

6. Lo más delicado, probablemente, está apenas cocinándose. Leyendo ensayos y análisis que se escriben por todo el planeta, pareciera que prevalece con fuerza la convicción de que varias de las ideas que guiaron al mundo en la etapa posterior a la Guerra Fría estaban, en esencia, erradas. Ni el libre comercio, ni la interdependencia económica, ni el desarme, el derecho internacional o las instituciones multilaterales, según se escribe y analiza, fueron o serán capaces de impedir que una superpotencia haga prevalecer lo que estima como su interés nacional si así lo decide o desea y, por tanto, siempre estará dispuesta a pagar los costos que implique una guerra como la que hoy estamos viendo. Por consiguiente, siguen los análisis, lo único que se puede hacer es disuadir a los rivales a través de armarse cada vez más y mejor, exhibir que se cuenta con capacidades militares brutales, y, sobre todo, con la disposición y determinación para emplear esas capacidades ante la menor provocación. Ello supone el retorno a una época en la que los tratados de control de armas o la posibilidad de resolver controversias a través del derecho y las instituciones multilaterales, brillaban por su ausencia, y nos regresa a debates que pensábamos ya superados. Mientras tanto, en el campo del pensamiento alternativo no parece por ahora estarse construyendo un discurso lo suficientemente creativo y convincente que abogue por una visión distinta o paralela; y si acaso en ciertos espacios limitados sí lo hay, ese pensamiento parece estar siendo fuertemente rebasado.

En ese sentido, y con esto concluyo por hoy, se necesita un esfuerzo gigantesco desde las sociedades civiles, desde gobiernos y actores en todos los sectores, cuyos intereses y metas se encuentren mucho más alineados con la estabilidad y el desarrollo, para pensar creativamente en alternativas que no supongan la reactivación de costosas carreras armamentistas, despliegues militares por doquier y la colocación “estratégica” de misiles de tecnología de punta apuntando en todas direcciones listos para detonarse cuando cualquier persona así lo disponga.

Analista internacional.
Twitter: @maurimm

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