Biden decidió replegarse de Afganistán hace meses. Ahora, los talibanes controlan casi el 70% del territorio y cada día conocemos más de sus victorias contra el ejército afgano. Honestamente eso no era imprevisto, pero no con esta rapidez. Lo que pasa es que cuando Biden optó por mantener la línea de Trump para este caso específico, y seguir adelante con el retiro de tropas que ese presidente había pactado y programado, estaba considerando, sobre todo, a la opinión pública en su país, además de otros factores como los financieros y los estratégicos. Después de 20 años—la guerra más larga en la historia de EEUU—la gente está fatigada de escuchar de Afganistán. Se calcula que menos del 12% de la población estadounidense está siquiera siguiendo las noticias de lo que ahí ocurre todos estos días. Con todo, el hecho de que determinados sucesos no generen atención o no atraigan el foco mediático, no implica que no importen. Además de la tragedia que está viviendo la población afgana, la situación en ese país eventualmente se volverá noticia por al menos estos tres temas que ya se están originando: una crisis de refugiados, los lazos entre los talibanes y grupos terroristas locales y transnacionales, y el vacío geopolítico que deja Washington al evacuar un sitio que ocupó durante 20 años. De eso, las siguientes líneas.

Empecemos por decir que, en realidad, los talibanes han combatido al ejército afgano desde hace muchos años. Desde hace tiempo han llegado a controlar entre 20 y 40% del país, en una guerra prolongada que ha incluido conquistas y pérdidas de territorio, además de cientos de atentados terroristas cada año. Pero anteriormente, Kabul recibía el apoyo directo de tropas de Washington y de la OTAN. El repliegue de esas tropas está ocasionando que los talibanes hayan ido cosechando victoria tras victoria en los últimos días, exhibiendo brutalmente la incapacidad del ejército afgano para sostener el territorio. Solo en esta semana, se calcula que los talibanes pasaron de dominar un 40% del país a dominar casi 70%. Quizás, en determinados escenarios, esto ya era previsto, pero no a la velocidad y con la brutalidad que estamos viendo. Y esa es la nota. Aún así, Biden se siente presionado para continuar con la retirada según los planes. ¿Por qué?.

Primero, la opinión pública en EEUU. La ciudadanía estadounidense no favorece las intervenciones internacionales largas y costosas. Esto ha sido muy documentado durante la última década. Por ejemplo, una encuesta del 2019 del “Comité Bipartidista por una Política Exterior Responsable” encontró que el 86 % de estadounidenses sentía que el ejército de su país solo debe usarse como último recurso y el 57% piensa que proporcionar ayuda a gobiernos extranjeros es contraproducente; 71% de encuestados piensa que el Congreso debería aprobar una legislación que restrinja la acción militar en el extranjero. Una encuesta posterior del Consejo de Chicago para Asuntos Globales indica que solo el 27% de estadounidenses considera que las intervenciones militares hacen que EEUU sea más seguro. Ahora bien, es cierto que cuando a las personas encuestadas se les pregunta si apoyan la lucha contra el terrorismo en sitios como Irak y Siria, 59% indica que está de acuerdo. Sin embargo, cuando se les pregunta acerca del mantenimiento o incremento en el monto de tropas empleadas, el apoyo se reduce a 41-43%. Encuestas más recientes de YouGov (mayo, 2021) reflejan que dos terceras partes de estadounidenses apoyan la decisión de Biden de retirar las tropas de Afganistán, apoyarían una decisión similar de retirarse de Irak, y, en general, desean menos involucramiento militar de EEUU en el mundo.

Segundo, las finanzas: Estados Unidos no tiene ya la capacidad de estar en todas partes del mundo al mismo tiempo, sostener intervenciones largas y costosas, pretender seguir a la vanguardia tecnológica y paralelamente evitar generar una deuda monumental. La intervención en Afganistán que involucró a cientos de miles de tropas estadounidenses a lo largo de dos décadas ha sido una de las operaciones más caras de la historia. Y cuando una superpotencia genera un déficit gigante todos los días, alguien tiene que responder quién paga y cómo se pagan estas intervenciones. Endeudarse hasta el cansancio, y en especial cuando uno de los mayores acreedores de esa deuda es una superpotencia rival—China—puede tener consecuencias imprevisibles.

Tercero, hay, además, otros factores estratégicos. Washington ha tenido que aprender que obtener victorias claras en intervenciones como la de Irak o la de Afganistán es muy complicado. Una cosa fue sacar del poder a quienes en 2001 o 2003 gobernaban esos países. Otra muy distinta era conseguir los objetivos estratégicos que en aquél entonces habían sido trazados, lo que tiende a prolongar interminablemente la presencia de esos ejércitos invasores. Por si fuera poco, desde hace varios años se llega a la conclusión de que la “guerra contra el terrorismo” estaba desviando el foco de Washington de lo que era realmente importante: su rivalidad con las otras dos superpotencias, Rusia y China. Por tanto, había que replantear las prioridades.

Considerando todo lo anterior, el repliegue, de hecho, inicia desde Obama. Después de un leve incremento de tropas por factores de coyuntura, Trump decide continuar con la retirada, lo presenta ante su base como una necesidad urgente y negocia un acuerdo “de paz” con los talibanes que se comprometía a sacar a todas las tropas para mayo de este año, a cambio de condiciones que los talibanes nunca cumplieron en su totalidad. Lo que vemos en Biden es la continuación de esa decisión, no con el plazo de mayo, pero sí para el 11 de septiembre que viene. Actualmente quedan ya solo unas cuantas tropas estadounidenses en el país, y Washington solo apoya al gobierno afgano mediante bombardeos aislados. Ahora mismo, debido a los sucesos de la semana, se ha anunciado un “refuerzo” de 3,000 tropas, pero únicamente para facilitar la evacuación de estadounidenses y aliados.

Ahora bien, es muy diferente planear algo, y pretender asumir las consecuencias de esos planes, que enfrentar esas consecuencias en el mundo material. Hay tres temas que ya están ocurriendo y que, sin duda, regresarán a los escritorios de la Casa Blanca y de la OTAN en las semanas y meses que siguen.

1. Las olas de refugiados que se están produciendo. Afganistán ya era el segundo país con más refugiados viviendo en distintas partes del mundo (tres millones aproximadamente). Según reportes, la situación actual está generando alrededor de 30 mil refugiados adicionales cada semana. Muchas de esas personas estarán intentando ingresar a Europa y, como sucede frecuentemente, quizás solo en ese momento, el tema afgano regresará a los titulares del mundo.

2. Los vínculos entre los talibanes y distintos grupos terroristas nunca fueron cortados, como le había sido prometido a Trump. Esto incluye a grupos que operan en la región—lo que tiene a países como India o China sumamente preocupados—así como a organizaciones transnacionales como Al Qaeda. Aunque esto no necesariamente tendrá efectos inmediatos, sí puede producir un impacto en el mediano o largo plazo, y probablemente el asunto retornará una vez más a las discusiones globales. Y debido a que ese tema sí importa a la opinión pública en EEUU, Biden podría verse políticamente afectado.

3. El vacío geopolítico. Parte de las dos intervenciones internacionales lanzadas por George W. Bush tenía que ver no solo con los talibanes, Hussein o Al Qaeda, sino con una visión que buscaba que Estados Unidos tuviese una presencia militar importante en sitios estratégicos de esas regiones del globo. Al margen de las opiniones a favor o en contra de esa visión, hay una realidad: Washington estuvo presente a lo largo de 20 años—con miles de tropas, bases militares y aéreas—en una zona geográficamente muy cercana a dos de sus grandes rivales, y ya no lo estará más. Esto produce un vacío más, que se suma a otra serie de vacíos que han sido aprovechados de distintas formas por esas potencias rivales.

Como resultado de lo anterior, Biden está ya teniendo que enfrentar críticas muy fuertes y una mayor oposición en casa de la que esperaba, incluso considerando los datos de opinión pública que compartí. Habrá que ver en este punto si se decide algún cambio de estrategia, lo que complicaría su posición política, dada la firmeza con la que se ha defendido la retirada, y dado el avance del repliegue.

Por tanto, Estados Unidos y su presidente, tendrán que asumir los costos de una decisión que no era simple. Seguramente, desde su perspectiva, era preferible asumir esos costos que mantenerse ahí. En el fondo, lamentablemente, se encuentra el sufrimiento de la ciudadanía afgana, una sociedad que, tras tantas décadas, sigue teniendo que padecer los efectos de guerras, invasiones y el rampante extremismo.


Twitter: @maurimm

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