Ha transcurrido un año más y México sigue siendo uno de los 25 países menos pacíficos del mundo. Por eso valdría la pena empezar el año recuperando algunos de los puntos que abajo señalo y reflexionar un poco acerca de qué significa construir esa paz ausente y cuáles podrían ser algunos de los ángulos para llevar a cabo esa construcción. Sin pretender sustituir a la vasta literatura que existe al respecto, van unos apuntes que intentan sintetizar algunos de esos aspectos:

1. El concepto de paz comúnmente produce confusiones . Esto se debe, en parte, a la amplitud de los temas que abarca, además de la usual falta de precisión en cuanto a su uso. Paz puede significar “calma” o “tranquilidad”. El término se usa también para señalar el final de una guerra o conflicto armado (firmar un “tratado de paz”), concluir una disputa (hacer las paces) o calmar la violencia (pacificar un sitio). La historia está llena de libros que hablan de los años de “guerra” y los años de “paz”, entendida esta última como aquellos tiempos en los que no había guerra, incluso si esta “paz” era una “paz armada”. A la vez, la “paz interior” es la meta de religiones, creencias y prácticas en todo el mundo. Todo eso está bien; es perfectamente válido que un término tenga distintas acepciones. El problema es cuando, a falta de claridad en lo que se busca comunicar o transmitir, se organiza un foro, se elabora un discurso o se propone un diseño de política pública que no distingue entre niveles, tiempos y alcances. Así que vamos por partes.

2. La paz no se limita a la ausencia de guerra o violencia . Estudiar la guerra o estudiar la violencia no es estudiar la paz. La paz es un tema serio que debe abordarse a partir del desarrollo de investigación y conocimiento de las sociedades pacíficas de la historia y del presente, o de las sociedades que eran menos pacíficas y que han logrado avanzar ciertos grados en su construcción de paz. Es decir, al igual que es indispensable estudiar y entender todo lo que produce guerra y violencia, es también necesario estudiar los factores que promueven, generan y sostienen la paz. Y no es lo mismo. Resumiendo mucha literatura existente al respecto (Galtung, 1985; Alger, 1989; Instituto para la Economía y la Paz o IEP, 2021), podemos decir que hay un ángulo o parte negativa de la paz, y otra parte positiva. La paz negativa—eso que no debe haber para considerar que una sociedad está en paz—es la ausencia de violencia, así como la ausencia de miedo a la violencia. En cambio, la paz positiva consiste en “la presencia de actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen a sociedades pacíficas” (IEP, 2021).

3. Distintos ángulos. Para una gran cantidad de autores, organizaciones y centros de estudio ubicados en países del norte, la paz tiene que ver más con el desarrollo de la legislación internacional, las organizaciones internacionales y tratados que promuevan el desarme y la solución pacífica de las controversias entre países que a lo largo de la historia se han confrontado entre sí. En cambio, para autores y sociedades del sur, quienes estamos más inmersos en conflictos étnicos, religiosos, políticos o sociales, la paz tiene mucho más que ver con los factores internos que promueven y sostienen la paz desde las estructuras. Es interesante ver cómo, por ejemplo, en foros internacionales sobre la materia, frecuentemente pareciera que las discusiones giran por canales paralelos pero separados; como si las preocupaciones en el norte y en el sur al respecto estuviesen desvinculadas. En ese sentido, a veces hacen falta los puentes que conecten lo uno con lo otro para que se comprenda cómo es que todos esos componentes del sistema terminan relacionándose entre sí.

4. Niveles . Por tanto, vale la pena aproximarse a la paz como un gran sistema compuesto de múltiples factores, vectores y niveles que interactúan entre sí y que interactúan con el todo. Esto puede iniciar por “niveles de paz” que van desde cada una de las personas que habitan este planeta, pasando por las familias, los barrios, las comunidades, de ahí ir ascendiendo hacia otros niveles como las regiones, las sociedades, los países y la comunidad internacional. En cada uno de esos niveles hay factores de paz negativa y de paz positiva que se encuentran presentes o ausentes. Como resultado, pensar en construcción de paz supone una gran cantidad de acciones a ser ejecutadas en cada uno de esos ámbitos.

Entonces, considerando componentes, acciones y niveles, podríamos pensar en los siguientes ángulos para construir paz. No es una lista completa, se trata solo de una síntesis para darnos una idea de lo mucho que el tema abarca. También es fundamental aclarar que no se está necesariamente estableciendo un orden de acción. Todos los ángulos importan.

Primer ángulo: reducción de violencia y resolución de conflictos

. Este es el ángulo—fundamental—que abarca todos los esfuerzos (en cada uno de los niveles, desde el individual hasta el internacional pasando por la comunidad, el país y la región) para poner fin a las guerras, terminar o reducir los enfrentamientos violentos que actualmente existen, disminuir el crimen violento en todas sus facetas, asegurarse de que la violencia no sea opción para dirimir controversias y en cambio, impulsar mecanismos para procesar y resolver conflictos en todos los niveles señalados.

Segundo ángulo: justicia transicional y reconciliación.

Este ángulo se refiere a una serie de mecanismos para acceder a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición posterior a periodos de conflicto, represión y/o niveles de violencia a gran escala o de alto impacto, que llevaron a la comisión de violaciones a derechos humanos “de forma tan grave y masiva, que el Estado no puede dar respuesta con el sistema de justicia ordinario” (Centro Internacional para la Justicia Transicional, 2020). Construir paz supone trabajar en cada uno de estos aspectos.

Tercer ángulo: reducción del miedo a la violencia.

La investigación ha mostrado que las personas que están bajo estrés o tienen miedo, tienden a ser menos tolerantes, más reactivas, y más excluyentes de otras personas (Siegel 2007; Wilson, 2004). Se ha demostrado que la tensión generada por el miedo provoca un sentimiento de amenaza que obstaculiza la inclusión y favorece la discriminación (Canetti-Nisim et al., 2009). La exposición al terror ocasiona que las personas apoyen menos los esfuerzos de paz y las instituciones que los respaldan. Estos sentimientos pueden tener efectos sobre circunstancias que van desde las preferencias electorales o el apoyo político de medidas de mano dura, hasta el castigo colectivo a determinados grupos religiosos o sociales, incluyendo en algunos casos, el deseo de represalias violentas dirigidas hacia los “enemigos” percibidos (Hanes y Machin, 2014). Es decir, la edificación de sociedades pacíficas es imposible de lograr en un entorno caracterizado por el miedo y el terror. Incluir su atención y su tratamiento, es fundamental. (En mi libro, Miedo y construcción de paz en México editado por el CIDE, hay recomendaciones muy concretas para atender este ángulo específico).

Cuarto ángulo: acciones y políticas a nivel nacional.

El IEP ha llevado a cabo investigación que demuestra ocho áreas básicas o indicadores que se encuentran presentes en las sociedades más pacíficas del globo. Estos son conocidos como los ocho pilares de la paz; o para ponerlo de otra forma, el ADN de la paz. Estas columnas son las siguientes: “(a) Un gobierno que funciona adecuadamente; (b) distribución equitativa de los recursos; (c) el libre flujo de la información; (d) buenas relaciones entre vecinos (o cohesión social); (e) altos niveles de capital humano; (f) la aceptación de los derechos de los demás; (g) bajos niveles de corrupción; (h) un entorno empresarial sólido” (IEP, 2021). Por tanto, pensar en estrategias y diseños de corto, mediano y largo plazos para abordar, uno por uno, esos pilares, puede incidir directa y positivamente sobre los niveles de paz de un país. Este conocimiento, sin embargo, nos habla sobre todo de la paz estructural al interior de las sociedades. Pero si de verdad pensamos sistémicamente, lo internacional no se encuentra desvinculado de ese entramado de columnas.

Quinto ángulo: la dimensión internacional de la paz positiva.

Pensar en la paz positiva a nivel internacional requeriría un esfuerzo de adaptación que nos llevase a comprender cuáles son las actitudes, las estructuras y las instituciones que generan y sostienen paz entre los distintos países. En ese sentido, sin elaborar una lista exhaustiva, podríamos pensar por ejemplo en la necesidad de adaptar pilares o columnas como (a) un sistema sólido de derecho internacional y de organismos internacionales que funcionen adecuadamente para procesar las controversias entre los estados y garantizar su convivencia armónica (acá es donde se podría incluir la legislación y las instituciones que garanticen el desarme, y otras legislaciones, además de la solidez, el diseño o rediseño del Sistema de Naciones Unidas y organismos regionales y globales, las garantías para que esas instituciones sean eficaces, incluyentes y respetadas); (b) una más equitativa distribución entre los recursos globales y/o su explotación; (c) buenas relaciones entre naciones vecinas; (d) aceptación y respeto a los derechos de todos los estados y los pueblos; (e) bajos niveles de corrupción global; y (f) un buen ambiente para el desarrollo de los negocios (en condiciones de respeto a los derechos y distribución equitativa de los recursos), entre varios otros aspectos semejantes.

Sexto ángulo: narrativa-despolarización-prejuicio-odio-contacto. 

Este es en realidad un amplísimo campo que daría para escribir tomos enteros. Tal vez partir de lo siguiente: de acuerdo con la Pirámide del Odio desarrollada por la Liga Antidifamación (ADL)inicia con comportamientos sesgados o prejuiciosos que se elevan en complejidad desde abajo hacia arriba. Todas las conductas señaladas representan riesgos de diverso grado, pero en la medida en que las personas o grupos suben en dicha pirámide, en esa medida estos comportamientos pueden traducirse en amenazas a las vidas de otras personas. Quizás la cuestión más relevante señalada por esta organización, es que si los comportamientos en la base de la pirámide reciben la aceptación o se normalizan en una sociedad (o en sectores de la misma), esa aceptación explícita o implícita tiende a facilitar ascensos hacia los siguientes niveles. Cada nivel soporta al siguiente. Reducir los prejuicios, comportamientos y actitudes sesgados, pasa por complejizar las narrativas que hemos construido para explicar quiénes somos, quienes son “los otros”, y cómo damos sentido a nuestras luchas, lo que se cruza con temas de polarización severa—en donde el denominador común son las guerras identitarias y “tribales”—como lo explican Carothers y O’Donohue en su libro, Democracies Divided .

Por consiguiente, si en la base de la pirámide se encuentran el estereotipo y las actitudes prejuiciosas, autores como Gordon Allport nos ofrecen algunas claves: el contacto tiende a romper con el prejuicio . En ese sentido, no es ilógico pensar en fomentar espacios que favorezcan el contacto , a diferencia de aquellos que tienden a evitarlo o evadirlo. Considere por ejemplo esos muchos entornos que favorecen la formación de cámaras de eco, el pensamiento categórico, que alientan la propagación de rumores y noticias falsas acerca de grupos e individuos facilitando la aceptación de aquello que confirma lo que “sentimos” como “verdad” y el rechazo de lo que no nos lo parece; esos son precisamente los ambientes que tienden a alimentar la base de la pirámide. Por contraparte, los entornos de interacción humana que nos permiten encontrarnos y conectar con nuestros “otros”, mirarnos a los ojos, compartir, comunicar, escuchar y entender, pueden—no siempre, pero sí a veces—conseguir dejar a la pirámide sin base. Esto no se limita, por cierto, al contacto físico. Hay evidencia de ejercicios en redes sociales e internet que logran resultados excepcionales para conseguir interacción y reducir el prejuicio entre grupos humanos. Pensar en construir paz supone considerar estos temas con absoluta seriedad.

Séptimo ángulo: perspectiva de género. 

Aplicar los conceptos de paz negativa y paz positiva a temas de género, importa. Por ejemplo, la evidencia muestra que tanto la violencia doméstica como la violencia de género se correlacionan altamente con la violencia asociada al crimen organizado en países como el nuestro, y con otros tipos de conflicto armado o guerra en países distintos. Pero vale la pena mirar un panorama más amplio. Si empleamos varios índices globales podemos ver que aquellas sociedades que presentan un mejor desempeño en cuanto a las actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen la paz, son justamente las sociedades con menores niveles de violencia en el mundo. Y precisamente, uno de los indicadores que miden las estructuras de paz es la igualdad de género. Pero si revisamos el WPSI, esto se revela aún con mayor claridad. Las medidas destinadas a mejorar el bienestar de las mujeres, su estatus en la sociedad, su inclusión, integración, derechos y oportunidades, tienen un impacto directo en la reducción de la violencia doméstica y en la violencia armada en esas sociedades.

Octavo ángulo: perspectiva ambiental.

Nuevamente el IEP aporta un importante reporte al respecto—el Reporte por Riesgo Ecológico (2021)—cuyo mayor hallazgo es, probablemente, el círculo vicioso que se genera entre degradación ecológica y conflicto violento. Mientras mayor degradación ecológica existe, mayores probabilidades hay de que estallen conflictos violentos, pero a la inversa, los conflictos violentos generan también mayor degradación ecológica . Esto no es un asunto “del futuro”. De los 15 países con calificación más baja en el reporte ecológico, 11 ya experimentan conflictos violentos severos, y 4 corren el riesgo de enfrentarlos próximamente. En cambio, ninguno de los países con altos niveles de paz se ubica en la zona de riesgo en el reporte ecológico. De hecho, el 89% de los países más altos en dicho reporte, presenta altos niveles de paz y cuenta con fortalezas sociales, económicas y políticas para enfrentar de mejor manera las afectaciones ambientales y los riesgos por el cambio climático. Por tanto, actuar a favor del medio ambiente, parece relacionarse directamente con la construcción de paz en el mediano y en el largo plazo.

En fin, hay mucho más que decir. Las líneas que dejo acá son apenas una muestra de lo amplio que el tema puede ser. Pero, repito, siendo uno de los 25 países menos pacíficos del globo, no está de más dedicar tiempo a reflexionar en esa serie de ángulos si de verdad vamos a tomar la construcción de paz con seriedad.

Twitter: @maurimm

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