H.R. McMaster, exasesor de seguridad nacional en EU, cuenta en su libro “Dereliction of Duty” que, durante la crisis de los misiles de 1962, el secretario de defensa estadounidense McNamara quiso mantener un férreo control sobre cada buque, cada submarino y cada aeronave que mantenía el bloqueo sobre Cuba. Temía que los militares malentendieran el objetivo del bloqueo. El Almirante Anderson, jefe de operaciones navales, irritado, dijo a McNamara que la marina estadounidense sabía cómo llevar a cabo bloqueos exitosos desde el siglo XVIII. McNamara respondió que esa operación “no era un bloqueo, sino un medio de comunicación entre Kennedy y Kruschev”. De eso se trata precisamente lo que actualmente está sucediendo entre Irán e Israel, todo un complejo sistema de comunicación, sujeto a interpretaciones imprecisas, errores de cálculo y riesgos elevados, pero al final del camino, un sistema de comunicación de mensajes y contra mensajes. El sábado 13 de abril, Teherán, a través del lanzamiento de cientos de misiles y drones hacia territorio israelí, intentó mandar una señal de fuerza que busca cambiar la ecuación en la conflictiva que ese país sostiene con Israel desde hace años.

Como explicamos en el texto de hace unos días en este diario, durante décadas, las tensiones entre ambos países han alimentado un conflicto enraizado en percepciones mutuas de amenaza existencial. Israel teme el potencial nuclear de Irán, mientras que este último considera su proyecto atómico y de misiles una manera de equilibrar el juego, justo porque Israel posee armas nucleares. El enfrentamiento se extiende a través de diferentes frentes, y concretamente desde 2017, éste incluye bombardeos en Siria, ataques navales y cibernéticos, actos de sabotaje y asesinatos, entre otros, cada componente con consecuencias directas e indirectas. A pesar de esa violencia, en años recientes, ambos bandos habían mostrado cierta contención, posiblemente influenciados por consideraciones estratégicas y geopolíticas, así como por la amenaza de una respuesta más amplia que pudiese incendiar la región.

Con el paso del tiempo, no obstante, la situación se volvió más compleja. Los enfrentamientos entre ambos fueron cada vez más públicos y arriesgados. Esto ha incluido ataques israelíes cada vez más directos a posiciones militares iraníes en Siria e instalaciones nucleares en Irán. Aun así, factores como las negociaciones nucleares, la estrategia de “paciencia estratégica” de Irán y su creciente cercanía con potencias como Rusia y China sugerían, al menos hasta hace unas semanas, una voluntad de mantener el conflicto en niveles relativamente controlados.

Este panorama cambia, por supuesto, desde el 7 de octubre pasado. Israel entiende su confrontación con Hamás y la Jihad Islámica, como una parte de su enfrentamiento mayor con Irán. No solo porque ese país arma, financia y entrena a esas agrupaciones, sino porque otras milicias aliadas de Teherán participan con fuego desde esa fecha enfrentando a Israel como parte de todo un sistema multifrontal de guerra con distintos niveles de intensidad.

Así, la más reciente escalada entre ambos países inicia primero, con la decisión de Israel de elevar el nivel de sus ataques contra Irán en territorio sirio, buscando con ello que Teherán pague un costo directo por su apoyo a las milicias que están combatiendo a Israel en esos múltiples frentes. Con eso en mente, el 1 de abril Israel bombardeó instalaciones consulares iraníes en Siria, lo que ya es de suyo, enormemente delicado. Pero, además, el ataque resultó en la muerte de varios miembros de las Guardias Revolucionarias Islámicas, incluido el oficial de más alto rango de las Fuerzas Quds que Israel ha eliminado en el curso de todos estos años de enfrentamiento, Mohammed Reza Zahedi. Esta vez, Teherán concluyó que tenía que responder, restaurar su capacidad disuasiva frente a Israel y actuar de manera decisiva para cambiar la ecuación de manera tal que, en lo sucesivo, cuando Israel decida volver a atacarle como en el pasado, tenga que recalcular.

Como sabemos, la represalia sobrevino el 13 de abril. Resumo los siguientes elementos:

1. Había un gran abanico de opciones mediante las que Irán podía haber respondido. En su lógica, el haber seleccionado el lanzamiento de más de 300 drones, misiles crucero y misiles balísticos contra Israel, funcionó, como dije, más como método de comunicación que como acto de eficacia militar. Esto tiene que ver con distintos factores: primero, Irán telegrafió su respuesta desde hace días—la represalia iraní tardó; ocurrió 13 días después del asesinato de Reza Zahedi en Siria, y muy acorde con la inteligencia que se había filtrado en todos los medios. Por tanto, podemos asumir que Irán sabía que su ataque era esperado. Al mismo tiempo, sin embargo, el ataque iraní contra Israel no fue algo “simple”, sino una combinación sofisticada de proyectiles que buscaban, entre otros objetivos, exhibir un significativo espectáculo de fuerza.

2. Además, los houthies desde Yemen, las milicias proiraníes en Irak, y Hezbollah desde Líbano, también enviaron misiles de manera simultánea para mostrar un frente coordinado y enviar un mensaje adicional acerca de lo que puede ocurrir en caso de que Israel decida lanzar una represalia escalatoria: la incorporación de esos actores al combate. De particular relevancia por supuesto, es la milicia libanesa de Hezbollah dada la capacidad de su poderoso arsenal.

3. Podemos asumir que el mayor significado del evento tiene que ver con la evaluación de Teherán de que no responder ante el asesinato de Reza Zahedi, hubiese sido más costoso que tomar acción, a pesar del riesgo de escalamiento que su represalia representa.

4. Ahora bien, según el ejército israelí, los ataques iraníes parecen haber sido dirigidos contra bases militares dentro de su territorio, pero distantes de centros poblacionales mayores. Esto, junto con las preparaciones muy visibles sugieren un intento de minimizar la posibilidad de conflicto regional. Irán ha sido cauteloso de la presencia estadounidense en Oriente Medio y, a pesar de todo, buscará evitar confrontaciones mayores con ese país, lo que sugiere que podría evitar escaladas futuras, a menos que lo considere necesario.

5. Así que la represalia elegida por Irán y la forma como los hechos se desenvolvieron, ofrecen distintas lecturas. De un lado, en una parte de la comunidad militar y de análisis en Israel y en EU, los hechos han sido considerados como un éxito estratégico por parte de Israel.Primero, por el 99% de eficacia defensiva mostrada por los diversos escudos antimisiles que desplegó (esto no se limita al “Iron Dome”, sino que incluyó sistemas mucho más complejos como el “Arrow”, el cual logró interceptar los misiles balísticos). Segundo, debido a la participación no solo de Washington, sino de una coalición de países que incluyó a Francia y a RU, y de manera especial, a Jordania debido a lo que Amman indicó era la “defensa de su soberanía”, en la intercepción de estos cientos de drones y misiles que iban dirigidos a Israel.

6. En este sentido, vale la pena considerar que los recientes hechos tienen el efecto político de una especie de “restauración” de las relaciones entre Washington y Netanyahu. Dadas las circunstancias, es difícil pensar que Biden pudiera mostrar la distancia que hasta hace pocos días su gobierno estaba exhibiendo ante las decisiones de Israel en su conflicto en Gaza. Esto no significa que las cosas permanecerán así durante los tiempos que vienen, pero por ahora, Israel está recibiendo muestras de solidaridad y respaldo por parte de distintos gobiernos que llevaban meses de expresar duras críticas en su contra.

7. Por otro lado, sin embargo, hay otras lecturas.Bajo ciertas interpretaciones, Irán sí consiguió enviar el mensaje que deseaba enviar. Uno de los componentes de ese mensaje es el de sus capacidades. Es verdad que los escudos antimisiles desplegados por Israel y otros países, además de la operación de sus fuerzas aéreas, fueron altamente eficaces en detener la andanada de proyectiles. Sin embargo, Irán podría, si lo desea, lanzar una cantidad mucho mayor de estos proyectiles, lo que eventualmente pondría a prueba la capacidad defensiva de Israel. Además de que se trata de misiles con cabezas de varios cientos de kilogramos de explosivos, Israel tendría que enfrentar otros frentes como el de Hezbollah (ya en estos últimos meses, esa agrupación ha dado muestras de su capacidad de daño, al penetrar eficazmente varias veces los escudos de defensa israelíes).

8. El segundo factor es la limitante que impone el formar parte de una coalición. Biden ha estado comunicando a Netanyahu que debe contenerse y no permitir que las cosas escalen. Pero, además, ya se ha filtrado que EU no participaría en ataques ofensivos contra Irán. Mucho menos lo harían otros como RU o Francia. Así que, en caso de que Israel decidiera responder con fuerza y elevar la espiral, en esa medida podría volver a encontrarse solo frente a Teherán.

9. Esto nos lleva entonces a evaluar la potencial respuesta por parte de Israel. Existe, una vez más, un abanico de alternativas, desde las más hasta las menos escalatorias. Israel podría optar por conformarse con la relativa victoria que le otorgó su alta eficacia defensiva y responder solo atacando posiciones iraníes o de milicias proiraníes en sitios como Siria o Irak. De esa forma, aprovecharía las circunstancias para mantener firme la coalición señalada. Israel podría también atacar territorio iraní, pero de manera limitada. O bien, atacarle de forma más extensiva, lo que probablemente ocasionaría nuevas respuestas por parte de Irán y elevaría la lógica de acción-reacción.

10. El riesgo acá está en los cálculos. En la medida en que ambos países se mantienen calculando sus opciones, y buscando disuadirse, existe siempre la posibilidad de cometer errores (justo como el que Israel cometió hace unos días al atacar el consulado iraní en Siria pensando que la respuesta iraní sería limitada, o a través de terceros como en el pasado) y que esto se convierta en una espiral imparable y rápidamente evolucione hacia una guerra total.

11. Imposible obviar el contexto, pues todo esto ocurre mientras el conflicto en Gaza continúa. Precisamente, desde un inicio, Israel temía que actores que respaldan a Hamás y a la Jihad Islámica como Irán o sus milicias aliadas, intervinieran en la guerra de manera más activa que como hasta ahora lo hacían. Esa lógica resulta en que una importante cantidad de actores de línea dura dentro de Israel no se estén conformando con decisiones que exhiban represalias medidas o equilibradas, ya que, desde su visión, ello proyecta debilidad, se falla en restaurar la capacidad disuasiva ante Irán y sus aliados, y esa es precisamente una invitación al conflicto.

Todo ello está siendo sopesado mientras escribimos estas líneas. Seguiremos monitoreando y comentando.

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