Israel está experimentando altísimos niveles de polarización. Sin embargo, como sucede con todo proceso de polarización severa, ésta tiende a obscurecer otras narrativas y posiciones que también existen. En apariencia, observamos grietas y tensiones sociales entre “dos” sectores: uno que es más liberal, esencialmente secular, más diverso, plural y tolerante, y otro que es más religioso, conservador y cargado a la extrema derecha. En el corazón del enfrentamiento entre esos dos sectores se encuentra una reforma judicial que ha paralizado al país con meses de protestas continuas. Pero como siempre pasa, ese relato de “dos polos” tiende a sobresimplificar lo que ocurre. Hay muchos otros elementos que componen esta complejidad, imposibles de resumir en una columna. Aún así, recupero algunos factores de contexto y actualizo el tema:

1. Primero, la inestabilidad política no inició ahora. Israel ha tenido que vivir cinco elecciones en un período de tan solo tres años. La dificultad para sostener gobiernos en el complicado sistema parlamentario israelí, exhibe apenas una parte de la variedad de posiciones políticas existentes, así como las fisuras que hay al interior de su sociedad.

2. Lo segundo es el factor Netanyahu, un personaje que lleva décadas en la política, quien ha hecho hasta lo imposible para mantenerse en el poder (y para regresar cuando lo ha perdido). Sin añadir su historia personal al análisis, es imposible comprender lo que hoy vive el país. El telón de fondo de los últimos años es una serie de cargos por corrupción en contra del primer ministro, los cuales se encuentran en proceso, e impactan, en buena medida, en sus decisiones y en su conducta política. Para él en este punto, el juego no es solamente mantenerse en el cargo, sino evitar a toda costa que esos procesos resulten en su encarcelamiento.

3. Tercer factor: el crecimiento de la extrema derecha en la sociedad israelí. Este es un fenómeno que tiene componentes globales (como se ha abordado antes acá) y otros muchos componentes locales, los cuales van desde el crecimiento demográfico de los sectores religiosos, tradicionalistas y nacionalistas en contraste con el de los sectores liberales y progresistas, hasta un sincero hartazgo y frustración, entre varios sectores sociales, al respecto de las posibilidades de resolver el conflicto palestino-israelí, o en general, la conflictiva regional, a través del diálogo y la negociación. La mano dura se ha vuelto, en otras palabras, cada vez más popular. La inclinación hacia propuestas populistas, religiosas, ultranacionalistas y/o ultraconservadoras de la extrema derecha se ha visto reflejada en los votos, y en el peso que esos partidos han adquirido, especialmente en la última elección.

4. Considerando lo anterior entonces, a fin de regresar al poder y buscar empujar su agenda, tras la última de estas elecciones, Netanyahu no solo se vio obligado a construir una coalición con esta serie de partidos de la extrema derecha, sino que podríamos decir que ha permitido que su gobierno quede materialmente secuestrado por esas posiciones extremistas. Como resultado, este gobierno liderado por Bibi se parece poco a sus gestiones anteriores, que eran más de centro derecha y derecha tradicional. En estos siete meses de gobierno, la agenda nacionalista y ultraconservadora se ha hecho sentir con más fuerza que nunca en todos los ámbitos (lo que incluye por supuesto al conflicto palestino-israelí, de lo que hablaremos en otro momento).

5. Parte de esta agenda incluye la reforma judicial, una reforma que, para ponerlo simple, desbalancea el equilibrio de pesos y contrapesos en el sistema político israelí. Se trata de modificaciones a la ley básica del país (que no tiene propiamente una constitución), las cuales permitirían al parlamento imponer candados o incluso anular fallos de la Suprema Corte. La cuestión es que en un sistema parlamentario como el israelí, los miembros del gabinete (como Netanyahu mismo) forman parte de ese parlamento y su coalición cuenta con mayoría en el mismo, lo que puede resultar fácilmente en que las decisiones ejecutivas puedan ser impuestas sin el contrapeso judicial propio de los sistemas democráticos liberales. Decisiones relativas a minorías como la árabe, o decisiones que impacten temas de género, por poner solo ejemplos, no podrían ser disputadas por la Suprema Corte, ya que sus fallos quedarían nulificados por la mayoría simple en el parlamento. Los cambios judiciales tienen muchas vertientes y han sido denominadas por sus opositores como un “golpe judicial”.

6. Por ejemplo, la ley que fue aprobada esta semana (apenas uno de los múltiples componentes de la reforma), limita las razones por las cuales el sistema judicial de Israel puede revisar la legislación y nombramientos gubernamentales. La ley prohíbe a los tribunales aplicar la llamada doctrina de “razonabilidad” a decisiones del primer ministro, el gabinete y ministros individuales.

7. El concepto de “razonabilidad” es un criterio legal aplicado en varios sistemas judiciales. Especialistas en derecho han explicado que una decisión se considera “irrazonable” cuando un tribunal determina que fue tomada sin tener en cuenta todos los aspectos relevantes o sin asignarles la importancia adecuada, o si se da un peso excesivo a factores que no son realmente importantes (NYT, 2023). En esencia, este estándar busca garantizar que las decisiones judiciales sean fundamentadas, equitativas y basadas en una evaluación completa y justa de los hechos y elementos involucrados.

8. Quienes apoyan esta reforma sostienen que, en primer término, la sociedad israelí otorgó una mayoría a la coalición gobernante mediante sus votos y ésta se encuentra legítimamente facultada para efectuar esos cambios legales. Además, indican, la Suprema Corte en Israel ya no representa adecuadamente la composición social del país ni la agenda hacia la que esa sociedad se inclina. Por tanto, se requiere una transformación de fondo. En cuanto a la doctrina de “razonabilidad”, Netanyahu y sus aliados argumentan que se trata de una doctrina subjetiva que permite a los “jueces activistas” imponer sus opiniones personales sobre los líderes electos.

9. Como dijimos, esta es apenas una parte de una amplia reforma del sistema judicial. Otra de las propuestas busca permitir que la coalición gobernante tenga un control predominante sobre el comité responsable de seleccionar jueces, incluyendo aquellos de la Corte Suprema. Esto podría implicar una mayor influencia política en la elección de jueces, lo que podría afectar su independencia e imparcialidad. Otra propuesta busca restringir considerablemente la capacidad de los tribunales para anular leyes aprobadas por el Parlamento. Si se implementa, esto podría limitar la capacidad del poder judicial para revisar y corregir legislaciones consideradas inconstitucionales o contrarias a los derechos fundamentales. Otra propuesta busca cambiar la forma en que se designan los asesores legales independientes en el país, incluido el fiscal general. La intención es convertir estos nombramientos en decisiones políticas, lo que podría afectar la objetividad y la autonomía de estas figuras clave en el sistema de justicia (NYT, 2023; Haaretz, 2023).

10. Más allá de los factores técnico-jurídicos, la molestia social estriba en que, al combinar esta serie de propuestas, lo que se está haciendo es terminar con la independencia de los tribunales en Israel. La democracia no consiste solo en el poder de las mayorías, argumentan, sino en un sistema que garantice verdaderamente los pesos y contrapesos para equilibrar los poderes, y en cambio, ahora mismo se consolida el poder en manos de la coalición gobernante.

11. La oposición política israelí y la asociación de abogados del país, entre otros, han solicitado a la Corte Suprema revisar esta última ley que elimina el criterio de “razonabilidad”, la cual fue aprobada el lunes. Aunque la corte ha indicado que revisará esta petición hasta septiembre, esta situación podría dar inicio a una larga batalla legal y eventualmente a una crisis de tipo constitucional que enfrentaría al poder legislativo con el judicial.

12. Por otro lado, esta serie de propuestas ha suscitado un movimiento de protesta social sin precedentes. Desde hace ya meses, todas las semanas salen a la calle cientos de miles de personas, reuniendo en ciertos momentos incluso a más del 6% de la población. Pero la fuerza no ha estado solamente en los números en la calle, sino en quiénes son los actores que crecientemente se oponen a la reforma judicial y en el peso que esos actores tienen.

13. Además de exministros, exfuncionarios (o funcionarios en activo), personalidades del mundo académico, literario y personas expertas en temas jurídicos, la reforma judicial ha suscitado un movimiento de resistencia entre reservistas, pilotos aviadores y altos puestos en el campo militar. Cada vez más de estas personas están rehusando a reportarse a servicio, lo que ya está generando disrupciones a determinadas operaciones militares cruciales para la seguridad nacional del país.

14. Lo anterior, naturalmente, genera enormes preocupaciones entre la comunidad de expertos en seguridad, quienes están advirtiendo que el país presenta vulnerabilidades enormes. Pero además de ese ámbito, crecen las preocupaciones en otros. Esta semana hubo comentarios de calificadoras financieras en términos de que se están cumpliendo los escenarios negativos que tenían al respecto de Israel, lo que resulta particularmente relevante cuando una “Startup Nation”, como es frecuentemente llamado el país, necesita flujos enormes y constantes de inversión. Una cabeza de la semana dice, por ejemplo: “Tel Aviv cae al décimo lugar en la lista global de startups debido a importantes retiros de compañías”.

15. En fin, se trata de una suma de múltiples componentes que no alcanzamos a describir. Solo añado lo siguiente: (a) Si nos apegamos solo al relato de dos fuerzas contrapuestas—Netanyahu vs sus opositores—se obscurece un importante número de temas y relatos que también cuentan; (b) Uno de ellos tiene que ver con todas las personas que se encuentran muy lejos de ser de “izquierda” o siquiera de “centro”, y que, sin embargo, repudian la ambición política de ese primer ministro o sus intentos por esquivar su propio proceso legal; (c) Otro de ellos es la notable apatía de la comunidad árabe-israelí—como dije, 20% de la población—en términos de su participación en las protestas; se trata de eventos que sienten lejanos, que no les competen, que no abordan las problemáticas que a ellos importa; (d) Otra es la historia de las mujeres marchando con vestimenta alusiva al libro/serie distópica “The Handmaid’s Tale” (sin importar si son de centro, de izquierda o derecha) que sienten sus derechos vulnerados por grupos ortodoxos o cortes rabínicas; (e) Otra, sin duda, la situación de los territorios palestinos ocupados y cómo se verá afectada esa situación con estas reformas legales.

Hay muchas más. El punto es destacar que el tema rebasa en complejidad a las narrativas de “dos polos”, “dos fuerzas contrapuestas”, y nos permite ejemplificar cómo es que, en procesos de polarización severa, esa noción de “dos”, tiende a secuestrar la discusión pública.

Instagram: @mauriciomesch

Twitter: @maurimm

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