El “Deal of the Century”, como fue llamado por Trump desde su campaña en 2016, fue finalmente presentado en la semana. La total ausencia palestina en la ceremonia—de hecho, el presidente palestino, Mahmoud Abbas ni siquiera tomó la llamada a Trump—fue elocuente.

No se trata de un acuerdo de paz, sino de un proyecto o plan que, en todo caso, podría funcionar como una base para negociaciones futuras. Pero para ello, primero habría que ver si hay forma de iniciar esas conversaciones, lo que por el momento parece improbable. Y segundo, si de verdad eso se lograra, apenas se arrancaría un proceso en el que, por definición, las partes obtienen concesiones, pero también otorgan y ceden, por lo que el resultado de ese remoto escenario, seguramente sería un plan marcadamente distinto. Así que, de paz no estamos hablando por ahora. De “deal” (acuerdo) tampoco. ¿En qué consiste entonces ya no solo el proyecto, sino el hecho político de su publicación en este preciso momento del 2020? Intento, en estas notas apuntar algunos elementos, imposible abarcar todo, para apenas contribuir al análisis sobre este complejo tema.

1. Lo primero es separar el plan, su preparación y el proceso de su construcción, de ese otro acto político que es su publicación. Esto importa ya que se trata de uno de los grandes proyectos de la administración Trump, una de las grandes promesas de campaña para la que designó a Kushner, su yerno y asesor, como el responsable mayor. A pesar de que al inicio la Autoridad Nacional Palestina (ANP) sí estaba involucrada en las conversaciones—lo que incluso generó esperanzas moderadas en algunas personas—sus desacuerdos se fueron haciendo cada vez más evidentes hasta que prácticamente se retiró del proceso. Trump, no obstante, decidió seguir adelante con el diseño de su plan. A momentos, amenazó y cumplió con medidas unilaterales de fuerza contra la ANP como lo fue el retiro de ayuda económica o el reconocimiento estadounidense de Jerusalén como capital de Israel, lo que terminó por aislar a la parte palestina por completo.

2. Es decir, estamos ante un proyecto que lleva años de preparación, pero que en cierto punto dejó de incorporar a una de las dos partes conflictuadas. La lógica de la aproximación “no tradicional” de Kushner, era que, si se seguía adelante con el diseño del proyecto, y se ganaba el favor de aliados árabes de Washington, se podría presentar una serie de propuestas que evidenciarían cómo es que todos ganarían, y entonces se activarían las conversaciones entre las partes. Aún así, y si de verdad se trata de una propuesta para reactivar las negociaciones, este proyecto modifica, en los hechos, el punto de partida para comenzar dichas pláticas. Las fronteras que dividen a Israel de Palestina, son en el plan Kushner-Trump, muy distintas a las que anteriormente eran reconocidas oficialmente por Washington.

3. El proyecto, de hecho, lleva listo ya varios meses y no había sido publicado para no intervenir en el proceso electoral interno en Israel. Sin embargo, ese país lleva dos elecciones sin conseguir la formación de un nuevo gobierno y está a pocas semanas de tener su tercera elección. Así que el anuncio del plan justo en este momento político obedece a factores internos tanto en aquel país como en EEUU.

4. Por un lado, obviamente, el proceso de Impeachment de Trump en el Senado tuvo un peso para elegir la fecha del anuncio. Pero más allá de ese proceso, este plan—fuertemente apoyado por el sector evangélico, además de otro importante sector republicano y un sector de la comunidad judía en EEUU—representa una de las mayores promesas de campaña en materia internacional que el presidente había efectuado. La realidad es que. en el pasado, los fracasos en la resolución del conflicto palestino-israelí han conllevado un costo político para los presidentes que se han animado a propiciar las conversaciones. Y si consideramos que la lógica mayor que mueve a Trump es mostrarse como un presidente que sí cumple, “a diferencia de sus antecesores”, y que justo se encuentra en medio de una serie de otras “entregas” de sus promesas, como lo es el T-MEC, el acuerdo comercial fase 1 con China, o los repliegues de tropas, entonces el “Deal of the Century” era un tema que ya le urgía incorporar al paquete cuando las campañas electorales están arrancando en EEUU.

5. Netanyahu por su parte, además de estar compitiendo por renovar su mandato, también ha sido ya formalmente acusado de tres casos de corrupción en su país, lo que en este punto se estaba convirtiendo en el mayor tema de conversación de las campañas. Trump otorga, por tanto, el mayor regalo a su aliado: un plan que reconoce las más importantes demandas que la parte israelí había efectuado en negociaciones previas, e incluso más allá de éstas. Netanyahu se puede exhibir ante su electorado como el primer ministro que, una vez más, cuenta con capacidad para influir, lograr y entregar lo que su país necesita, desviando, de paso, el foco de los casos de corrupción que se le imputan.

6. A pesar de la lógica política que rodea a la publicación del plan, el proyecto tiene la virtud de volver a colocar sobre la mesa la fórmula de “dos estados para dos pueblos”, una fórmula que en los últimos años estaba siendo considerada como muerta. Basado en un reconocimiento jurídico de una realidad que existe de facto, el plan busca atender uno de los mayores factores que bloqueaban las negociaciones previas: garantizar la seguridad de Israel mediante la anexión de franjas territoriales en Cisjordania que en teoría pertenecerían al Estado Palestino como lo es la frontera con Jordania. Este punto tendría la fortaleza potencial de, por primera vez en décadas, contar con el respaldo de un sector importante de la derecha israelí (electoralmente mayoritaria en ese país desde hace tiempo) y por tanto se convierte en un plan, para efectos de ese país, viable. Así, Israel se comprometería a detener la construcción de nuevos asentamientos ilegales, y, teóricamente, a finalizar la ocupación (de lo no anexado). El desarme de Hamás y la Jihad Islámica en Gaza, así como la restitución del control de la Autoridad Nacional Palestina (ahora ya como Estado Palestino) en esa franja, son partes del proyecto que han sido bien valoradas en distintos análisis.

7. No obstante, se permite a Israel anexar todos sus asentamientos ya existentes en Cisjordania, lo que vulnera la continuidad territorial palestina. En otras palabras, estaríamos hablando de una especie de queso gruyere, con pequeñas islas israelíes dispersas por todo el territorio palestino (algo que como dije, ya existe de facto, pero que ahora quedaría reconocido de jure). Además, se reconoce a Israel la anexión de Jerusalén y se deja a los palestinos solo unas zonas de la ciudad para que en ellas establezcan su capital. A cambio de eso, Israel cedería porciones de su territorio como intercambio, y Trump se comprometería a recaudar 50 mil millones de dólares en inversión para el Estado Palestino.

8. La cuestión del futuro de los refugiados palestinos hoy dispersos en distintos países, otro de los puntos que en el pasado estancaron las negociaciones, queda fuera del esquema propuesto.

9. El plan ha producido el absoluto rechazo palestino, El riesgo mayor en este sentido, es que cuando una de las partes cruciales en una negociación resulta aislada, esa parte tiende normalmente a radicalizar su posición. En días previos se pudo observar el anuncio de una postura unificada entre los liderazgos de Hamás y la Jihad Islámica con la Autoridad Nacional Palestina, normalmente más moderada. No habrá desarme en Gaza porque los actores armados en esa franja no están negociando ese desarme. De hecho, una de los escenarios que se prevén incluye la posibilidad de protestas, algunas de las cuales se podrían tornar violentas, hasta incluso el posible escalamiento de hostilidades en Gaza. El plan tiene, además, el potencial de alimentar los sentimientos de frustración y desesperanza entre la población palestina, lo que comúnmente, de acuerdo con la investigación, puede resultar incluso en más radicalización y extremismo por parte de individuos o grupos que podrían canalizar esa frustración a través de vías violentas. La parte palestina siente que se está consumando una imposición y ha prometido enfrentarla como pueda.

10. Ahora bien, el rechazo palestino no era ningún secreto y las reacciones eran de esperarse. Sin embargo, una vez revelado el plan, la situación actual otorga a Trump y a Netanyahu la posibilidad de adoptar medidas unilaterales—como la anexión de territorio y su reconocimiento por Washington—bajo la salida de que la parte palestina se niega siquiera a sentarse a conversar.

11. El anuncio está marcado, adicionalmente, por un modesto y cauteloso apoyo por parte de algunos países árabes, el silencio de otros, la fuerte oposición de Jordania además de los mayores rivales regionales de Israel y EEUU como Irán y sus aliados. Otros gobiernos de la región o los países europeos han reaccionado de manera “políticamente correcta”, invitando a las partes a reanudar las conversaciones, pero claramente evadiendo un conflicto con Washington. Otros, en general, se mantienen reaccionando con precaución.

12. La verdad es, como expliqué en un texto anterior, que casi nadie quiere actualmente tener que enfrentarse a Trump. Hay muchos gobiernos y actores que ya tienen sus propios problemas con EEUU, y prefieren elegir sus batallas. Al parecer, el presidente estadounidense ha encontrado formas eficaces para castigar a quienes se le oponen.

13. En resumen, el proyecto del “Deal of the Century” no había iniciado mal en aquél 2017. Pudo haberse convertido en una oportunidad para explorar puertas distintas y revivir un proceso de paz muerto desde hace años. Actualmente, sin embargo, lo que tenemos es un plan que funciona esencialmente como instrumento político, tanto al interior de EEUU como al interior de Israel, el cual posiblemente tendrá eficacia exclusivamente en ese ámbito, el comunicativo y electoral, pero no en cuanto a la pacificación del conflicto. De hecho, posiblemente podría operar en sentido contrario.

14. La paz es un tema mucho más complejo que necesita abordar de raíz factores estructurales de corto, mediano y largo plazo en los ámbitos sociales, económicos, políticos, jurídicos y psicológicos, por solo mencionar algunos. Para empezar siquiera a imaginar todo eso en una situación tan compleja como el conflicto palestino-israelí, se requiere descontaminarlo de los temas de política electoral, de los juicios políticos y de la agenda inmediata de personalidades como Trump o Netanyahu. Y eso, por ahora, no parece cerca.

Analista internacional
Twitter: @maurimm

Google News

TEMAS RELACIONADOS