La posibilidad de que Trump regrese a la Casa Blanca ha estado creciendo. La encuesta publicada esta semana por el New York Times, habla por sí sola. En primer término, en la competencia interna en el partido republicano, Trump aparece muy arriba con 54% de preferencias frente al segundo lugar, De Santis, que tiene 17%. Luego, si las elecciones nacionales fueran en estos momentos, Trump y Biden aparecen empatados con 43% de intención de voto. Adicionalmente, hay que considerar que: (a) Los datos de esas encuestas no reflejan un porcentaje de voto oculto que, tanto en 2016 como en 2020 terminaron por beneficiar a Trump, no a sus oponentes; (b) Para regresar a la presidencia, Trump no necesita ganar una mayoría del voto popular, sino únicamente mayorías mínimas en estados específicos en donde se centrará la competencia, como ocurrió en 2016; (c) Hasta este momento, los diversos cargos formales que obran en su contra no le han afectado negativamente dado que, como también se documenta en las encuestas, una porción importantísima de quienes votarían por él considera que el presidente no cometió crimen alguno, o bien, ello no modifica su intención de voto. Falta mucho tiempo para esas elecciones y muchas cosas pueden pasar en el camino, pero desde hace meses, se vuelve indispensable incorporar el potencial impacto del factor Trump en múltiples temas internacionales, lo que tiene repercusiones no en el futuro, sino en el presente. Hace un tiempo hicimos un primer ejercicio, hay que actualizarlo.

1. America First (Estados Unidos Primero). Es probable que en caso de que Trump ganara, regresaría a la Casa Blanca un eje motor tendiente a considerar que Estados Unidos tiene demasiadas preocupaciones propias como para estar atendiendo los asuntos de otros países, peleando las guerras de otros, y/o pagando los costos que otros deberían de pagar. Desde esta visión, una gran cantidad de países se han aprovechado de las “debilidades de Washington” o de la “incapacidad de sus gobernantes” para negociar condiciones más favorables para EU. Se requiere confrontar a países enemigos y aliados por igual con una mucho mayor dureza, asegurando que no sea Washington quien termine absorbiendo costos que no le corresponden. Estas ideas, naturalmente, generan tensiones entre un tipo de presidencia así, y el establishment de seguridad o las líneas más intervencionistas incluso dentro del partido republicano, pero no cabe duda de que si regresara una política exterior basada en principios como los que describo, las ramificaciones serían enormes pensando en los momentos que hoy vive el planeta. Veamos algunas:

2. Las relaciones de EU con Europa y la OTAN. Si recordamos, Trump tuvo incontables tensiones con varios de sus aliados. Partiendo de lo señalado arriba, Trump llegó a cuestionar el que EU vaya realmente a defender a un miembro de la alianza atlántica ante un ataque. Trump llegó incluso a considerar seriamente el retiro de Washington de la OTAN (para detalles, se puede leer el libro de Bolton quien fuera su asesor de seguridad nacional, La habitación donde sucedió). Según Trump, EU estaba pagando los costos de defensa de “otros”, y esos países “le debían mucho dinero a Washington”. De manera paralela, Trump tuvo otro tipo de conflictos con sus aliados europeos y con Canadá, que iban desde lo comercial hasta lo diplomático. El tema acá es que las condiciones actuales son muy diferentes. La OTAN, que ahora ha incorporado a Finlandia y posteriormente sumará a Suecia, se encuentra más fortalecida que nunca y, por supuesto, descansa en un respaldo incondicional por parte de Washington, quien a su vez se beneficia de esa OTAN fortalecida. La figura de Trump ya genera una enorme desconfianza entre la mayoría de esos aliados. Un potencial retorno de un presidente como él a Washington podría resultar en nuevas fracturas, en decisiones incoherentes con la política común actual, y en un consecuente debilitamiento de la solidez que hoy se observa. Esto no es un asunto futuro porque Putin sabe muy bien las implicaciones que para la OTAN tendría el retorno de Trump. Por ello, el prolongar la situación actual durante un par de años, se encuentra en su absoluto interés. Eso nos conecta con el siguiente punto.

3. Las relaciones de EU con Rusia. Durante el período de Trump, Washington vivía una especie de esquizofrenia. De un lado, el deterioro de las relaciones Rusia-EU que ya se apreciaba desde Obama, no se detuvo, y el establishment de seguridad experimentaba un estado de tensión permanente con Rusia. Pero del otro lado, había en la Casa Blanca un presidente que admiraba a Putin, que tenía una buena relación personal con él, que compartía reuniones privadas y conferencias de prensa conjuntas, y que declaraba que “todo era negociable—incluso Crimea” a cambio de sacar un buen acuerdo del presidente ruso. Putin extraña mucho a una figura así y, aunque entiende que ello no impedirá que las relaciones entre ambas potencias sigan su curso de deterioro, probablemente considera que Trump es mucho más manejable, y que, con un par de buenas ofertas, sería capaz de tomar decisiones que ayuden a Moscú a alcanzar, o al menos acercarse a sus objetivos mayores (justamente como fracturar a la OTAN o garantizar un colchón geográfico de seguridad para Rusia). Pero en otro sentido, la polarización en EU, las divisiones y fracturas políticas que una candidatura como la de Trump produce, son factores que terminan por beneficiar a Rusia en términos de su rivalidad actual con Washington. Considere lo siguiente: hace dos días, se presentaron cargos formales contra Trump por su potencial intento de afectar el resultado de las elecciones del 2020. Tenemos por un lado a un sector del país completamente decidido a enjuiciar al presidente, mientras que cero por ciento, repito, 0%, del 37% que compone su base en la encuesta del NYT considera que Trump cometió cualquier clase de crimen. Así que estas fracturas, que Putin intentará explotar, no son un factor futuro, sino presente.

4. La guerra en Ucrania. Quizás un potencial arribo de Trump a la Casa Blanca resultaría en consecuencias para el tema de Ucrania que van más allá de lo que hoy podemos dimensionar. Primero, recordar que Ucrania estuvo en el corazón del primer Impeachment de Trump, y que uno de los asuntos fue que, justamente, ese presidente estuvo dispuesto a condicionar la ayuda militar a Kiev a cambio de favores políticos que entonces le eran importantes. Segundo, recordar también que Trump no se encuentra solo en pensar que Washington está haciendo demasiado por Ucrania en este momento. Según encuestas del WSJ, casi la mitad de electores republicanos piensa así. La última encuesta del NYT indica que 74% de votantes potenciales a favor de Trump se opone a proporcionar más ayuda a Ucrania. Así que, con Trump al mando, quizás podríamos observar una enorme reducción en el apoyo estadounidense a Kiev, tanto económico como militar, y probablemente una mucha mayor presión para que Zelensky negocie o haga concesiones que hoy Ucrania no ha estado dispuesta a hacer (como concesiones territoriales).

5. El cálculo presente frente a la contraofensiva ucraniana y frente a la guerra en general. Lo que Rusia viene buscando desde hace ya un año consiste en fragmentar, desgastar y asfixiar a Ucrania, prolongando las hostilidades todo lo que sea posible, conservando en su poder la mayor cantidad de territorio ucraniano que le sea posible, y mientras tanto, bombardeando infraestructura civil y económica de Ucrania para hacer que el desgaste sea más eficiente para los objetivos rusos. El factor Trump se viene a insertar (hoy) favorablemente ante los objetivos rusos. Incluso si Rusia pierde una parte del territorio ucraniano que actualmente domina, el prolongar esta guerra por lo pronto hacia un nuevo invierno y hacia 2024, bien entradas las campañas electorales en Estados Unidos, impacta en los cálculos presentes. Por tanto, Kiev tiene toda la prisa del mundo, pero su contraofensiva avanza de forma más lenta que como se preveía y quizás sus resultados serán, en palabras del jefe del Estado Mayor Conjunto de EU, limitados. Considerando lo arriba descrito, esto formará parte de las discusiones electorales en EU.

6. Las conflictiva EU-China. En lo general, podemos decir que en este tema Biden ha sostenido la línea de Trump. La guerra comercial se mantiene intacta. La guerra tecnológica sigue escalando. El apoyo a Taiwán por parte de Washington también. Los estilos quizás son diferentes. Biden ha intentado medidas para incrementar los canales de comunicación y en lo posible, estabilizar la relación (no siempre con éxito), plantear líneas rojas que no deben cruzarse. Aún así, es probable que un retorno de Trump al poder acelere incluso más las muchas áreas de conflicto que actualmente existen entre China y EU, siendo Taiwán quizás el tema más delicado.

7. Trump y Medio Oriente. Esta región fue gravemente sacudida con la salida de Trump y el arribo de Biden. El actual presidente se distanció brutalmente de la monarquía saudí, y ha endurecido su postura ante Netanyahu. Paralelamente, Biden retomó las negociaciones con Irán para intentar revivir el acuerdo nuclear que Trump abandonó en 2018. Esas negociaciones no han fructificado, pero hay un acuerdo informal que sigue siendo negociado en estas semanas. Con todo, la realidad es que Estados Unidos ha venido moviendo sus prioridades desde hace años y parte de ello ha implicado sus repliegues de Medio Oriente y Asia Central desde el último período de Obama. Esto, que fue continuado por ambos, Trump y Biden, ha resultado en un vacío que distintos actores (como Rusia y China) han intentado ocupar. Por ahora, Arabia Saudita e Irán han restablecido sus relaciones en un acuerdo mediado por China. Bin Salman también está promoviendo una reaproximación del mundo árabe con Siria. Turquía, Irán y Rusia se mantienen negociando sin invitar a Washington a la mesa. Así que, con todos esos desarrollos sería interesante ver lo que sucede si Trump regresara al poder. Podemos esperar, quizás, que una tendencia de repliegue de las pocas tropas que quedan en Siria e Irak continúe. Pero es muy probable que la línea más favorable de Washington con Israel y una línea más dura de Washington contra Irán regresen incluso con mayor fuerza, lo que no solo podría resultar en la reversión de posibles acuerdos que Biden alcance en el tema nuclear, sino que incrementaría las probabilidades de que EU participe en un choque directo con Teherán. Esto, naturalmente, altera los cálculos actuales: hay quienes esperan con ansias el regreso de Trump, pero también hay quienes, como Irán, no pueden tomar decisiones descartando el que Trump pueda regresar. Todo ello reduce la capacidad que Biden tiene hoy para negociar en cada uno de los asuntos señalados.

Hay muchos otros temas (incluido el tema de México por supuesto) y mucho más que decir acerca de los que sí toco. Lo intentaremos hacer en las semanas y meses que vienen. Lo más relevante consiste en que desde el día en que empezamos a tocar este asunto, hasta el día de hoy, las probabilidades del retorno de Trump a la Casa Blanca han crecido y que, si bien falta tiempo y las cosas podrían cambiar, las decisiones que están siendo tomadas en el presente, ya están teniendo que considerar esa probabilidad.

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