Eric Trump dijo, en la convención republicana, que su padre ya “logró” la paz en el Medio Oriente. Yo sé que estamos en la era de la posverdad, pero, ¿la paz en Medio Oriente como un hecho consumado? “Las promesas fueron finalmente cumplidas”, seguía recitando Eric. Pero no fue solo él. A lo largo de toda la convención se escuchaba una y otra vez, como parte de una misma historia, que Trump ha combatido al terrorismo como nadie, que “eliminó a Soleimani (el segundo hombre más importante de Irán)”, y “derrotó completamente” a ISIS, además de liquidar a su líder Al Bagdadi. Es importante considerar que el terrorismo no es, para la sociedad estadounidense, un tema menor. Al contrario, el terrorismo emerge constantemente como una de las mayores preocupaciones para el electorado de EEUU. Antes de la crisis por COVID-19, en encuestas de Gallup y Harvard, esa preocupación ocupaba el segundo y tercer lugar respectivamente, por encima de la economía. Por eso Trump prometió en su toma de posesión que “erradicaría al terrorismo de la faz de la Tierra”.  Y “recuerde”, nos decía Dana White en la convención, “el presidente Trump puede ser el único presidente en los tiempos modernos que realmente ha hecho todo lo que dijo que haría durante su campaña”. Todo. De ahí el poder del mensaje de la “aniquilación” de ISIS. El texto de hoy busca aportar elementos para evaluar esa situación de manera más objetiva.

Primero, el tema del fin de ISIS para Trump no es nuevo. El presidente lleva ya más de un año declarando que había logrado “terminar” con esa organización. Pero la realidad es que pocas personas dentro y fuera de Washington piensan así. Solo eche usted un ojo al libro recientemente publicado por Bolton, su exasesor de seguridad nacional, quien escribe que estaba en “shock” cuando Trump decía que “ya nos deshicimos de ISIS”. Hace unos meses, el mismo presidente francés, Macron, confrontó a Trump sobre ese tema, diciéndole públicamente: “Seamos serios, señor presidente”. Más aún, uno de los mayores aliados de Trump, el senador republicano Lindsay Graham, dijo en octubre del 2019 que la sola idea de que “ISIS estaba derrotado” era “la mayor mentira que ha dicho esta administración” (implicando, por cierto, que hay otras).

Lo relevante, sin embargo, es que, desde aquel octubre del 2019 a la fecha, ISIS y los grupos afiliados a esa red, están reagrupándose y más activos, lo que hace el mensaje del “fin” de ISIS, incluso menos válido que entonces. Por tanto, es necesario elaborar un balance acerca del estado actual de esa organización terrorista transnacional.

El daño mayor a ISIS consistió, en efecto, en haberle arrebatado el territorio que controlaba en Siria e Irak, algo que comenzó a lograrse desde la administración Obama y, que—es correcto—culminó con la administración del presidente Trump. También, con ayuda de aliados locales, se reconquistó parte del territorio que varias de sus filiales controlaban en distintos países como Filipinas o Afganistán. Ello ocasionó que la organización perdiese su proyección de pseudo estado con espacios físicos, población, gobierno, burocracia, una economía e incluso su propia moneda. ISIS perdió también sus rutas para abastecerse de recursos, mercancía y combatientes, perdió la mayor parte de sus capacidades para emplear redes de tráfico de personas, productos ilícitos, combustibles y otros artículos. En cambio, regresó a ser lo que era antes del 2011, una red terrorista operando desde la clandestinidad. Adicionalmente, Washington consiguió, hace pocos meses, eliminar a su líder, Al-Bagdadi, logrando con ello un importante golpe—sobre todo político y simbólico—a la organización.

No obstante, noticias como estas no dejan de fluir: Hace unos días miembros de la filial de ISIS en Nigeria, una escisión de Boko Haram, actualmente autodenominada “Provincia de África Occidental del Estado Islámico”, invadieron una zona del noreste de Nigeria capturando a cientos de rehenes. No decenas; cientos. Esto fue, repito, hace apenas unos días. Una semana antes, militantes de otra filial de ISIS en Mozambique, la denominada “Provincia del Estado Islámico en África Central”, capturaron partes de la ciudad portuaria de Mocimboa da Praia mediante una ofensiva que consistió en un despliegue de ataques coordinados que repelieron exitosamente a las fuerzas gubernamentales. Esto podría ser apenas un paso en su expansión para amenazar directamente los proyectos de exportación de gas natural licuado que se ubican a poca distancia se ese puerto.

Se podría argumentar que las tropas estadounidenses tienen mucha mayor presencia en Irak o en Siria que en esos países africanos y que Trump solo hace referencia al centro operativo de ISIS en Irak y Siria. Sin embargo, más de un año después de la "derrota territorial" de ISIS, sus células siguen moviéndose con toda libertad por una buena parte del territorio iraquí. El alcalde de Garma, una ciudad ubicada al norte de Bagdad, declaró a ABC que el terror nunca abandonó su aldea. "Nos han atacado con coches bomba, explosivos improvisados, atentados suicidas". En sitios como ese, los residentes reportan que miembros de ISIS colocan trampas y minas, desvían el agua de riego y matan a los pobladores. Mucha gente ha abandonado sus granjas por el miedo. Hace unas semanas, ISIS llevó a cabo en Irak uno de los mayores operativos de los últimos años, el más importante desde que cayera su “califato”, para conquistar zonas rurales del país. Todo esto sin mencionar los ataques terroristas que esta organización se mantiene cometiendo en el país vecino, Siria.

Es decir, a pesar de sus muchas derrotas, lo que ISIS sí ha podido conservar es: (a) una presencia en su centro operativo de Siria e Irak que podría estar compuesta de 18 mil a 30 mil combatientes (dependiendo la fuente) con células que se mantienen activas y cometiendo atentados; (b) una amplia red de filiales activas que va desde el África Occidental, pasando por sitios como el Sahel, África del Norte y el Sinaí, y que llega tan lejos como Afganistán o Filipinas; (c) una red de células más pequeñas ubicadas en muchos otros países, algunas de las cuales permanecen activas y otras en estado “durmiente”; (d) una red de operaciones digitales, cuya actividad va desde el uso de propaganda, hasta la detección, contacto directo, radicalización, adiestramiento y dirección a distancia de potenciales atacantes; (e) un número indeterminado de individuos dispuestos a cometer ataques a nombre de la organización; y (f) una red de narcotráfico que, por ejemplo, ha convertido a esa organización en uno de los más importantes productores de anfetaminas del mundo. Su centro de producción de anfetaminas se encuentra nada menos que en Siria.

En suma, tenemos que afrontar primero que, ISIS no está “eliminado” y que cualquier declaración, discurso o tuit que así lo indique, forma parte de mensajes destinados a impactar a sectores del electorado que no necesitan datos o evidencias que respalden lo que sienten que es verdad. Segundo, no solo ISIS sobrevive, sino que, tras sus derrotas en Irak y Siria se ha estado reagrupando y está nuevamente en crecimiento. Tercero, el nombre o marca de ISIS también se mantiene creciendo cada vez que los distintos grupos que se han afiliado a esa red a lo largo de los años llevan a cabo operaciones como las que hemos visto en Nigeria o Mozambique en estos días. Todo esto nos lleva a una discusión mucho más profunda acerca de cómo sí se debiera combatir al terrorismo de manera eficaz. Pero de ello tendremos que hablar en una futura entrega.


Analista internacional
Twitter: @maurimm

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