Probablemente Trump buscaba, cuando menos, un acuerdo de cese al fuego antes de que el año finalizara. Sin embargo, tras la llamada que sostuvo con Putin y la reunión posterior con Zelensky el domingo, dos cosas quedaron claras: primero, que Trump fue muy cuidadoso en reducir las expectativas de un acuerdo inmediato; segundo, que todos los actores parecen empeñados en mostrarle buena voluntad para mantener vivas las negociaciones y evitar enfrentar su frustración. El resultado de ambos factores es una combinación de propuestas y declaraciones en el sentido de que “casi todo está resuelto”, que “el 90% de los temas ya está solucionado”, y fórmulas similares, sin que hasta ahora sea posible ver con claridad cómo se van a acercar las posiciones en los temas verdaderamente cruciales. Todo esto ocurre mientras la guerra sigue activa en sus distintos frentes y mientras Putin asume que puede alcanzar sus objetivos principales precisamente a través de su continuación. Estos son diez apuntes al respecto:
1. Lo que no debe perderse de vista después de prominentes reuniones, llamadas telefónicas con diversos mandatarios y semejante cobertura mediática como la hubo el domingo, son las preguntas centrales: (a) ¿qué objetivos tenía Putin al lanzar su invasión frontal sobre Ucrania en 2022 y hasta dónde está dispuesto hoy, al final del 2025, a flexibilizar esos objetivos?; (b) ¿Cuáles son los mínimos aceptables para Ucrania tras casi cuatro años de guerra y hasta dónde Zelensky está dispuesto a flexibilizar esos mínimos?; (c) ¿En qué medida las partes enfrentadas o una de las dos, consideran que pueden obtener esos objetivos a través de la vía militar a pesar del costo que tengan que pagar para lograrlo?, y por último (d) ¿Cómo influye el factor Trump en toda esa ecuación en términos de incentivos, castigos, amenazas o acciones concretas que puedan alterar tanto los objetivos como el desarrollo de la guerra?
2. Sin detenerme demasiado en cada punto (lo que hemos cubierto ampliamente en este espacio), algunas respuestas cortas son las siguientes: Putin sigue determinado a conseguir sus metas mayores que incluyen, pero no se limitan a Ucrania. Su objetivo central, tal y como lo expresó desde 2021 (y antes) y lo repite cada vez que puede, tiene que ver con detener la expansión de la OTAN en lo que él considera la zona de seguridad rusa, e incluso conseguir repliegues de esa organización para producir espacios de amortización entre sus líneas y Rusia. Ucrania es clave en estas metas para Putin por cuestiones históricas, culturales y geográficas. Pero todo lo relacionado con las “conquistas territoriales” rusas, son instrumentos, no fines. Para Putin lo esencial está en sus propias palabras: “desmilitarizar Ucrania”, hoy traducido como asegurar que ese país renuncie definitivamente y por escrito a su pertenencia a la OTAN, así como reducir el ejército ucraniano a un nivel que no le represente amenaza y “desnazificar a Ucrania”, hoy traducido como buscar que Zelensky abandone el cargo, y conseguir que Kiev sea gobernada por un gobierno más afín a Moscú. Sin embargo, como dije, las metas rusas no se limitan a Ucrania y eso no puede salirse del radar en cualquier análisis al respecto.
3. Esto es repetido por el Kremlin cada vez que se habla de “las causas raíz” del conflicto, tal y como lo declaró Putin frente a Trump en Alaska hace pocos meses. Por lo que podemos ver, el presidente ruso estima que esos objetivos—o una parte importante de ellos, si no todo—se conseguirán eventualmente por medios militares incluso si la guerra dura varios meses más, o quizás años más. No sin un costo enorme para Rusia, pero nada que Putin no esté dispuesto a asumir. Para lograrlo, la estrategia está en asfixiar, fragmentar y desgastar a Ucrania todo el tiempo que sea necesario. Pero también ese mismo proceso, fragmentar y desgastar a las sociedades occidentales es crucial (considere que un 60% de quienes votaron por Trump se oponen a que EU siga armando a Ucrania, y que, en encuestas recientes, porciones cada vez mayores de sociedades europeas se oponen a que sus países sigan respaldando a Kiev).
4. Del otro lado, Ucrania a lo largo de estos años, ha buscado esencialmente sobrevivir como nación, conservar su territorio y garantizar que la amenaza rusa quedará completamente neutralizada para el futuro. Durante todo este tiempo, las encuestas siguen indicando que entre 7 y 8 de cada 10 ucranianos están indispuestos a efectuar concesiones territoriales a Rusia. No obstante, la realidad del campo de batalla indica que es poco probable que Kiev consiga recuperar el 20% del territorio ucraniano que Rusia tiene en su poder.
5. El reto para Zelensky bajo estas circunstancias es enorme: de un lado él desearía detener la guerra y poder pensar en la recuperación y reconstrucción del país pues entiende que a lo más que puede aspirar Ucrania a estas alturas es a detener las ofensivas rusas, a elevar el costo—psicológico, social, económico y político—para Moscú por continuar la guerra, y acaso quizás a recuperar porciones mínimas de las conquistas rusas. Pero del otro lado, Zelensky no puede acceder a reconocer oficialmente las conquistas rusas (ni de jure ni de facto), o a comprometer las garantías de seguridad que permitan a Ucrania prevenir futuras intervenciones rusas como la actual. Para Europa lo central está en asegurar que Putin no vea materializados el trofeo de haber conseguido territorio tras una invasión, pues eso le incentivará a seguir cometiendo hostilidades hasta lograr sus metas mayores.
6. En medio de todo esto, sin embargo, se inserta el factor Trump. El presidente estadounidense busca proyectarse como un mandatario que cumple con su palabra, que es un eficaz negociador y que, así como lo ha hecho con otros casos, él puede detener la guerra, incluso bajo el esquema de un acuerdo provisional de cese al fuego. A lo largo de estos meses, Trump ha demostrado que cualquier persona que se muestre como un obstáculo para este objetivo le genera frustración enorme, lo que puede resultar en reacciones viscerales, amenazas o medidas que pueden perjudicar las metas de las partes enfrentadas o los actores que les respaldan.
7. Por lo tanto, lo que vemos, tal y como sucedió el domingo, es a todas las partes mostrando compromiso, voluntad e ideas para mantener las conversaciones vivas y asegurarse de que Trump no les asigne a ellas la culpa de que las negociaciones no avanzan.
8. El último movimiento de Zelensky es interesante en este sentido. Para evitar reconocer las conquistas rusas ni de jure ni de facto, Kiev está proponiendo que ambos ejércitos se retiren de las zonas de Donetsk donde hoy se concentran los enfrentamientos y que se establezca una zona desmilitarizada susceptible de recibir iniciativas económicas. Esto incluiría, por ejemplo, beneficios para Estados Unidos en la explotación de minerales raros. En el caso de la planta nuclear de Zaporiyia, actualmente ocupada por Moscú, Zelensky plantea a Trump un esquema similar, bajo el cual Washington podría también salir económicamente beneficiado.
9. Todo esto, por supuesto, choca de frente con lo que hasta ahora ha manifestado el Kremlin. Moscú exige que los territorios conquistados sean reconocidos cuando menos como de facto parte de Rusia y, además, demanda que Ucrania desocupe el resto de Donetsk que Rusia no ha logrado conquistar. Sin embargo, el domingo, aparentemente, Zelensky consiguió persuadir a Trump de que Ucrania no solo no es el obstáculo para su ansiado cese al fuego, sino que está trabajando activamente para producir ideas creativas y plausibles. La apuesta de Kiev es que Trump lleve estas propuestas a la mesa con Moscú y que, en caso de que Putin las rechace, sea Rusia —y no Ucrania— la receptora de la ira de Trump, con la posible imposición de medidas en su contra, como ya ha ocurrido antes. A ello se suman las voces europeas, que han validado y aplaudido las nuevas propuestas de Zelensky y se presentan como actores constructivos dispuestos a contribuir a los acuerdos que Trump quiere ver materializados cuanto antes.
10. El reto de Putin, ahora, será convencer a Trump de que Moscú está dispuesta a seguir avanzando y acercando posiciones sin tener que ceder en aspectos que para Putin siguen siendo centrales como lo señalé arriba, o flexibilizándolos solo en lo mínimo indispensable para no provocar que el factor Trump se convierta en un obstáculo para sus metas mayores.
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