Acaba de morir Andrei Morozov, un bloguero ruso que escribía frecuentemente desde el frente de Donetsk. Lo apodaban Murz. Era un ultranacionalista que llevaba largos años cubriendo las batallas en la zona entre los separatistas prorrusos y el ejército ucraniano. Murz murió, de manera misteriosa, en la misma semana que Navalny, quien quizás fuera el mayor opositor de Putin. Navalny es globalmente conocido. Murz no. Pero su muerte es hermanada por las circunstancias: ambos eran altamente críticos de Moscú. La diferencia es que Murz formaba parte de ese sector que se queja de la falta de firmeza de Putin, del desorden ruso en el frente, de las altísimas bajas entre los soldados rusos ante “mucho menos” bajas entre los ucranianos. Navalny, en cambio, era la voz de ese sector liberal que ahora mismo protesta la guerra, pero que desde hace décadas ha denunciado la corrupción, la falta de democracia y derechos en Rusia. Al igual que con el líder de Wagner, Prigozhin, ambas muertes, la de Navalny y la de Murz serán investigadas, y probablemente nunca tendremos evidencia para afirmar que Moscú los eliminó. Lo que podemos hacer, sin embargo, además de sospechar, es observar el momento en el que se encuentra Putin—probablemente el de mayor fuerza desde hace dos años que inició su ofensiva sobre Kiev—y conectar todo con otras medidas que está tomando, hacia adentro y hacia afuera, para seguir impulsando la agenda que le llevó a invadir Ucrania. Acá varios elementos:

1. El primer factor tiene que ver con los avances rusos en el campo de batalla. De lleno ya en la sexta fase de la guerra, Moscú consigue después de mucho tiempo, tomar la posición de Avdiivka, un sitio por el que primero las fuerzas prorrusas y luego el ejército ruso, llevaban peleando desde que iniciara la rebelión separatista en el este ucraniano (2014). Llama la atención que el ejército ucraniano se retira indicando que no puede seguir combatiendo porque los rusos les sacan una ventaja de 10 a 1 en capacidad de artillería. Ese es el tema relevante. Blogueros como Murz justamente indican que el número de bajas rusas era tres veces mayor que las ucranianas, y que fuera del número de tropas, Kiev superaba a Moscú en todos los aspectos militares. Pero la realidad es que las guerras de este tipo no se ganan solo con tácticas, sino con estrategia. Si las municiones y el reabastecimiento de tropas llegan al agotamiento en uno de los lados, las guerras se pierden. Eso es lo que le está pasando a Ucrania.

2. Además de Avdiivka, Rusia está presionando al ejército ucraniano en al menos otros cuatro frentes, en cada uno de los cuales hay decenas de miles de tropas rusas combatiendo. Esto incluye sitios en el sur del país que Kiev había conquistado en sus exitosas contraofensivas del 2022. Lo anterior no necesariamente implica que Rusia esté por “conquistar todo el territorio ucraniano” o algo similar, pero sí muestra que, tras haber resistido exitosamente la contraofensiva ucraniana del 2023, ahora Moscú recupera la iniciativa.

3. Esto debe conectarse con el desplome del respaldo a Ucrania que se vive en países que han sostenido su guerra como EU. El propio Biden declaró que la pérdida de Avdiivka estaba directamente vinculada con la incapacidad de su Congreso de aprobar el paquete de ayuda a Ucrania. Usted recordará que ya desde las filtraciones de inteligencia

hace un año, fuentes militares en Washington estimaban que Ucrania padecía una enorme escasez de municiones, defensas y en general de armamento, y que el costo de mantener viva una guerra como estas, implicaba un financiamiento continuo y sostenido. A esto se opone tanto Trump como un enorme sector del partido republicano que el expresidente controla pues, en su visión, EU no tiene por qué financiar eternamente las “guerras de otros”. En su lugar proponen ya negociaciones serias con Putin.

4. En este punto, podemos insertar las recientes declaraciones de Trump respecto a la OTAN. La realidad es que el expresidente exhibió, una vez más, su desconfianza en la alianza atlántica. Como lo expliqué la semana pasada, esto no es algo nuevo y sus declaraciones recientes tienen que leerse bajo todo el contexto de su gestión previa. La preocupación de que EU pudiera no salir en defensa de un aliado de la OTAN en caso de ser atacado, está siendo considerada con seriedad por varios países miembros.

5. Sumamos a ello la entrevista que dio Putin a Tucker Carlson y la narrativa que buscó comunicar. Independientemente de lo que muchos piensen al respecto de Carlson o acerca del propio Putin, o de que hace apenas unos meses varios análisis hablaban del “principio del fin” de ese presidente, lo que podemos afirmar es que Putin hoy se siente fuerte. Es decir, se puede aceptar o rechazar la narrativa que teje en su entrevista. Pero es evidente que Putin realmente se autopercibe con una enorme resiliencia y poder. Está realmente convencido de que, a pesar de sus varios descalabros de los últimos años, Rusia ha podido recuperarse y está saliendo bien librada de todo. Desde lo económico hasta lo militar. Todos se han dado cuenta, dice Putin, de que a Rusia no se le puede “derrotar” y que por tanto se necesita negociar con ella.

6. Ese acto comunicativo podría sonar vacío si no viniera acompañado de los otros factores que acá estoy describiendo puesto que la exhibición narrativa no se queda en el relato. Las percepciones inciden en las decisiones, en acciones y en hechos que muestran la determinación de Moscú de probar la resistencia de la alianza atlántica. Hace pocos días, por ejemplo, el Kremlin emitió órdenes de aprehensión contra distintas/os funcionarias/os de los países Bálticos, lo que incluyó a la primera ministra de Estonia. Paralelamente justo la inteligencia de ese país, Estonia—que desde hace años ha sido de los más vocales en advertir sobre Rusia—reportó que Moscú se está preparando para una guerra contra la OTAN en los próximos 10 años y que está planeando un brutal incremento en sus despliegues militares en sus fronteras con la alianza (que ahora incluyen a Finlandia). De igual modo, el ministro de defensa de Dinamarca advirtió, citando “nueva información”, que no se puede descartar que, en un período de tres a cinco años, Rusia pruebe el Artículo 5 (el llamado a la defensa colectiva) y la solidaridad dentro de la OTAN.

7. Ese es el contexto en el que también hay que entender las declaraciones del líder del comité de inteligencia en le Cámara de Representantes de EU, un republicano de línea dura quien ha criticado la falta de apoyo a Ucrania por parte de su propio partido. Fue por él que supimos que la Casa Blanca cuenta con información acerca de potenciales planes rusos para desplegar armamento nuclear en el espacio lo que, de confirmarse, cambiaría la ecuación del balance de fuerzas en esa esfera. En seguimiento a ello, Washington ya

informó a sus aliados que Rusia podría insertar un arma nuclear antisatélite en órbita espacial tan pronto como en 2024.

8. Ahora sí, regresamos a Navalny (y de paso, a Murz). Insisto, a pesar de no contar con evidencia acerca de la responsabilidad del Kremlin en las muertes de personajes como ellos, si observamos el panorama amplio, veremos que las voces críticas de Putin—a su izquierda y también a su derecha—han sido silenciadas una a una. Muchos medios que eran considerados libres o independientes han sido cerrados. Los opositores o actores que cuestionan la política del Kremlin son etiquetados como “agentes extranjeros”.

9. Putin gobierna Rusia desde el 2000. Desde hace tiempo fue tejiendo las condiciones para seguir gobernando el país por muchos años más. En unas semanas vienen las elecciones en donde todo indica que él será, por mucho, el ganador. Nada de lo que digo implica que Putin carezca de un enorme respaldo en su país. Sí lo tiene, y hay muchos estudios serios que muestran que se trata de un respaldo sincero (ver, por ejemplo, Gabuev, 2023 o Giles, 2024). Lo que sí muestra, sin embargo, es que el presidente se siente más cómodo en un entorno en donde puede operar libre de críticas. Sus lecciones de estos años, y especialmente después de la insurrección de su exaliado Prigozhin, le han enseñado que sus críticos pueden crecer y verdaderamente pueden llegar a amenazar su poder.

10. Navalny era, sin lugar a dudas una de esas amenazas. Y no sería la primera vez que se le intentó matar, ni tampoco el único opositor que ha tenido intentos de envenenamiento o asesinato. Lo que sí hay que entender es que hay un factor que asemeja 2020—cuando Navalny sufrió aquel envenenamiento que le llevó a ser tratado en Alemania—con 2024: Putin se sentía fuerte, hacia adentro y hacia afuera. Hubo un período entre estos años en donde las circunstancias no le favorecieron. Las primeras fases de la invasión rusa a Ucrania no salieron como él esperaba. La economía de su país ha pasado por momentos complicados. La OTAN se ha expandido para incluir a miembros que hasta hace pocos años eran pensados como imposibles de ser incorporados. La alta aprobación de ese presidente tuvo descalabros. El descontento por la guerra creció cuando se entendió que se tenían que efectuar movilizaciones masivas. La insubordinación en el ejército ruso se incrementó y hace unos meses el propio Putin tuvo que ser resguardado—y Moscú tuvo que declarar un toque de queda—por una insurrección armada interna. Hoy, no obstante, poco tiempo después, todo se ve diferente. Al menos él, Putin, lo ve diferente y eso le hace sentir que es momento de tomar pasos más firmes, y terminar de convencer a tirios y troyanos que es hora de sentarse a negociar—ahora sí de manera seria—con Rusia.

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