¿Cuáles son los principales riesgos a la seguridad en el mundo? ¿Cómo se está leyendo e interpretando la elección estadounidense en distintas partes del globo? ¿Qué es lo que está marcando la conversación entre líderes de todo el planeta? El foro de seguridad internacional de Halifax es un espacio en el que participamos 300 militares, exmilitares, funcionarias/os en activo, exfuncionarias/os, ministras/os, académicas/os, periodistas, y activistas, al respecto de los temas de la agenda de seguridad global. Lo llaman el Davos de la seguridad. Este año, el encuentro fue virtual, pero aún así, nos volvió a acompañar una comisión bipartidista del Congreso de EEUU, diversas personas que formarán parte de la administración Biden, varios militares y tomadores de decisiones en ese y otros países —incluidos discursos y entrevistas con personalidades como el presidente turco Erdogan, Mike Pompeo o el Secretario General de la OTAN Jens Stoltenberg— además de varios ministros y líderes de 80 países quienes hoy tienen sobre sus mesas decisiones que aparecen en nuestras primeras planas a diario. En estos apuntes resumo apenas algunos de los temas.

1. Las democracias en crisis.

Estamos ante tendencias que preceden y que rebasan a un solo personaje como Trump o a un país como EEUU. Pero, por supuesto, uno de los temas más discutidos fue la elección estadounidense. Se manifestó una percepción generalizada de que la superpotencia se encuentra polarizada, dividida y que sus instituciones son menos fuertes de lo que se creía. Esto proyecta debilidad hacia afuera, genera oportunidades que son aprovechadas por los adversarios de ese país, daña su capacidad de desplegar poder y en última instancia, su capacidad de influir.

2. Uno de los mayores retos

consiste en realmente entender qué es lo que está pasando con las instituciones y valores de la democracia. Hubo panelistas que volvieron a referir ideas que fueron discutidas hace unos años acerca de amplios sectores de la población que se sienten alienados, afectados y excluidos por la globalización, los avances tecnológicos, sectores que desconfían de sus instituciones y de sus élites a quienes sienten distantes, alejadas de los problemas cotidianos de la gente común. Por tanto, es fácil que llegue alguien con un mensaje sencillo, ofrezca soluciones simples y prometa priorizar los intereses de la gente, y consigue un enorme respaldo.

3. Sin embargo, no entendemos.

Hubo un panelista que, a mi parecer, expuso las cosas de la manera más clara posible: tenemos que afrontar que no sabemos bien lo que pasa. Acá estamos, cuatro años después, hablando de los mismos temas. Arrogantemente, desde foros como este o desde plataformas que solo leemos entre nosotros, asumimos que sí comprendemos la raíz del problema cuando estamos lejos de ello. Las élites políticas, académicas o periodísticas no han logrado comprender a esos casi 74 millones de votantes de Trump (y a tantos más que en muchas otras partes del globo votan en sentido similar). Es más, ni siquiera los sabemos leer o detectar (considere, nuevamente, la incapacidad de las encuestas para fotografiar atinadamente la intención de voto electoral en EEUU). Esto genera un distanciamiento que a veces parece insalvable, siendo que esos millones de votantes ahí están y ahí seguirán.

4. Las posibilidades de deterioro son reales.

Por consiguiente, la democracia y los valores que la sustentan no pueden darse por hechos. Sí hay vuelta atrás. La historia de las elecciones del 2020 en EEUU (que aún no termina) no es acerca de cómo la democracia se salvó, sino acerca de lo que ha estado a punto de pasar. El quiebre de las instituciones, la sola idea de que las elecciones se decidan en cortes o en escritorios de funcionarios, y no en urnas, el sentimiento en decenas de millones de personas de que, por más que quieran argumentar lo contrario, sí hubo fraude electoral, son temas vivos y reales. Una honda reflexión hacia adentro, digamos, se vuelve absolutamente indispensable.

5. Las erosiones.

La presidenta de Estonia lo puso en estos términos: nos encontramos ante la peligrosa combinación entre la erosión de confianza, la erosión de los valores liberales y la erosión de las relaciones. No basta que las democracias sean buenos sistemas para procesar las diferencias. También tienen que volverse eficaces.

6. Optimismo (yo diría sobre-optimismo) global por la llegada de Biden.

El consenso era casi absoluto entre panelistas de todas partes del mundo. Con la llegada de Biden, decían, se abre una luz a la cooperación internacional, al multilateralismo, al fortalecimiento de instituciones internacionales, a la posibilidad de enfrentar las crisis sistémicas de forma sistémica, coordinada, colaborativa. Se abre la esperanza para recuperar liderazgo global (percibido como positivo) de la superpotencia. Una especie de sobre-percepción, diría yo, acerca de que estábamos en un mundo “sin EEUU” y ahora pasamos a un mundo “con EEUU”, con llamados incluso por parte de varios ministros y militares europeos, para que Estados Unidos vuelva a su ambición, que quiera ser superpotencia otra vez y que lidere positivamente.

7. La advertencia.

Varios panelistas, no obstante, advertían la necesidad de moderar ese optimismo. EEUU, nos decían, no va a regresar a donde estaba hace cuatro años. Primero, porque hay demasiados problemas internos que atender (los imparables efectos de la pandemia, la crisis económica, la división política y polarización) y esto orientará las prioridades de Biden hacia adentro. Y segundo, porque, aunque Trump se vaya de la Casa Blanca, el “trumpismo” no se va a ninguna parte. El sector social que impulsa el aislacionismo y el “America First”, sigue ahí con una sólida presencia, que puede moldear las cosas en el futuro. Es verdad que Biden intentará hacer todo eso que se espera de él, pero su capacidad podría estar limitada. Interesante la voz del ministro de defensa de Países Bajos: si algo nos enseñó Trump es que ese liderazgo que todos buscan de EEUU no puede darse por hecho. Aunque venga Biden y habrá más estabilidad, hemos aprendido, a la dura, que EEUU bien puede seguir tomando la decisión de aislarse y tenemos que aprender a lidiar con problemas comunes sin su liderazgo.

8. Necesidad de aumentar el diálogo internacional.

Como es natural, la pandemia por Covid fue un tema transversal en todas las discusiones, sobre todo enfatizando la necesidad de implementar esfuerzos coordinados y colaborativos globales. Un amplio reconocimiento de que en esa materia lo hemos hecho muy mal y necesitamos aprender de esos errores. Como dije, prevalece una esperanza de la revitalización del multilateralismo para enfrentar esos retos comunes (no solo Covid sino otros como cambio climático, corrupción transnacional y más).

9. Pero también mucho acerca de profundizar el diálogo al interior de nuestras sociedades

. No asumir que el sector más liberal-democrático está realmente escuchando a quienes piensan diferente. Más allá de Trump y el “trumpismo”, hay algo que quienes apoyan a figuras como él, están queriendo decir y, ese otro sector conformado por las élites políticas, académicas, periodísticas, no está queriendo o sabiendo escuchar. Por ejemplo, considerando que a nivel global prevalece una profunda desconfianza en las instituciones, en las élites o en los narradores tradicionales de la “verdad” como los científicos o los medios tradicionales, ¿de dónde procede esa desconfianza? ¿Qué agravios son los que no estamos pudiendo asimilar y resolver? A veces, decían, cuando se habla de que “no nos escuchamos” se quiere decir “no me escuchan a mí”, siendo que, frecuentemente, quien no escucha es justamente quien acusa de no ser escuchado.

10. El reto de China.

También presente en casi todas las conversaciones. Tema de enorme preocupación para la OTAN y para Occidente en general. Prevalece la consideración de que se cometió un cálculo político errado de proporciones históricas: haber creído que China iba a entrar al sistema internacional siguiendo las reglas del sistema internacional, y que la liberalización económica iba a acompañarse de liberalización política. Esto presenta un reto mayúsculo.

11. China es percibida como el adversario

que está rebasando a todo el mundo mientras otros han estado distraídos (EEUU con el terrorismo hace unos años, por ejemplo, o ahora mismo con su vastísima problemática interna). La evaluación es que con Biden el problema de fondo no cambia, pero si las formas, el estilo y el proceso. Biden buscará fortalecer las alianzas de EEUU y los mecanismos multilaterales para enfrentar a Beijing. Aún así, varios panelistas manifestaron gran preocupación porque la capacidad disuasiva de EEUU está erosionada (la disuasión no es acerca de las capacidades militares existentes, sino la disposición a usarlas y la habilidad para comunicar eficazmente que la superpotencia está dispuesta a usarlas) porque eso crea vacíos que China aprovecha.

12. Por tanto, el reto de Biden

será restablecer esa capacidad disuasiva no solo militar, sino en otras esferas como la ciber o la guerra informativa y elevar el costo de las acciones de China que son consideradas agresivas como su represión a la democracia en Hong Kong o los ciberataques que lleva a cabo.

13. ¿Juego suma cero?

Hubo, sin embargo, un interesante cuestionamiento por varios panelistas por caer en la trampa del juego suma cero con China. Es erróneo pensar que, si China gana, Occidente pierde. Hay muchísimo espacio para la cooperación y hay temas en los que se necesita esa cooperación con Beijing creando escenarios de ganancia común o suma positiva. En otro sentido, se dijo, Occidente tiene que aprender a competir mucho más eficazmente con Beijing. En todo caso, el nombre del juego no es confrontarse con ese país, sino hacer las cosas mejor y recuperar el poder de atracción.

14. Ausencia temática casi total de América Latina

. Hubo por supuesto muchos temas más, pero me pareció preocupante, que, una vez más, salvo una discusión sobre Venezuela, nuestra región no parece estar en las prioridades, en las preocupaciones, ni en estas conversaciones. Como decía un colega argentino, Esteban Actis, parece que hemos caído en la irrelevancia estratégica. Ausente en los paneles la necesidad de aliarse y coordinarse con nuestra región en temas globales (tales como corrupción internacional, o combate al crimen organizado transnacional, Covid o cambio climático). No es que la región no exista en lo absoluto, simplemente no alcanzamos a llegar a los titulares, a las plenarias, a los temas centrales.

En fin, hay mucho más que decir, pero lo seguiremos comentando en otras entregas.

Twitter: @maurimm 

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