La paz no se limita a la ausencia de violencia. Por tanto, la discusión acerca de la violencia de género necesita ser incorporada a una visión más integral: la construcción de paz con perspectiva de género. Esto incluye aclarar dos de los malentendidos más frecuentes que se presentan cuando de estos temas se habla. El primero: pensar que construir paz significa evadir o minimizar la relevancia de detener la violencia. El segundo: pensar que construir paz supone exclusivamente tareas de largo plazo. No es así. La violencia—y, por supuesto, la violencia de género—necesitan ser eficazmente abatidas para siquiera poder pensar en una paz integral. Al mismo tiempo, sin embargo, se requiere diseñar e implementar desde el corto plazo y hacia adelante, políticas para construir paz con perspectiva de género. Se trata de partes del sistema íntimamente relacionadas, pero no idénticas. Unas atienden lo que se conoce como paz negativa (ausencia de violencia y miedo a la violencia); las otras atienden la paz positiva (la presencia de actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen a las sociedades pacíficas [IEP, 2019]). Ambas, la paz negativa y la paz positiva, son directamente impactadas por cuestiones de género. De eso tratan las siguientes líneas.

Hay varias aproximaciones desde las que este tema puede ser abordado. Desde una de ellas, la violencia contra las mujeres procede de las estructuras económicas, políticas y sociales, así como las relaciones de poder existentes. Estamos hablando de factores sistémicos que producen, reproducen y alimentan la desigualdad de género y resultan en circunstancias que ya en sí mismas, constituyen violencia, lo que se conoce como violencia estructural. Esto es independiente de que dichas circunstancias estructurales terminen en agresiones físicas, en feminicidios o en cualquier otra clase de violencia directa. Esta óptica nos dice, entonces, que es imposible construir paz estructural en una sociedad sin incorporar acciones que reduzcan esa desigualdad y esa violencia estructural.

Lo que pasa es que el tema no se detiene en ese punto. Hay una segunda aproximación basada en datos. Por ejemplo, la evidencia muestra que tanto la violencia doméstica como la violencia de género se correlacionan altamente con la violencia asociada al crimen organizado en países como el nuestro, y con otros tipos de conflicto armado o guerra en países distintos. Podríamos hablar largo rato acerca de los factores que causan esas correlaciones y alguien podría argumentar por ejemplo que, si se detuviera la violencia criminal, eso detendría también o disminuiría la violencia doméstica. Pero justo por ello vale la pena mirar un panorama más amplio y no pensar únicamente en términos de violencia, sino de construcción de paz.

Propongo para ello, emplear dos índices globales del Instituto para la Economía y la Paz (IEP)—el Índice de Paz Global 2019 y el Índice de Paz Positiva 2019—y contrastarlos con el Índice de Paz y Seguridad de las Mujeres (Women Peace and Security Index o WPSI) 2019, publicado por la Universidad de Georgetown y por el Instituto de Investigación de Paz de Oslo (PRIO). Los tres índices evalúan a más de 160 países en el globo a través de indicadores relacionados, pero no iguales. El primero mide los niveles de violencia y miedo a la violencia, el segundo emplea 24 indicadores para medir los niveles de paz positiva (la presencia de actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen la paz) y el tercero evalúa los patrones y el progreso de 167 países en cuanto al bienestar y empoderamiento de las mujeres, a partir de la consideración de que los países son más pacíficos y prósperos cuando a las mujeres les son aseguradas “oportunidades y derechos completos e igualitarios”.

Una primera conclusión la aporta el IEP cuando encuentra que existe una muy alta correlación entre la paz positiva y la paz negativa de los países evaluados. Es decir, aquellas sociedades que presentan un mejor desempeño en cuanto a las actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen la paz, son justamente las sociedades con menores niveles de violencia en el mundo. Y precisamente, uno de los indicadores que miden las estructuras de paz es la igualdad de género. A mayor igualdad de género, mayor paz positiva en ese país, y, por tanto, más probabilidades de que éste sea un país menos violento.

Pero si revisamos el WPSI, esto se revela aún con mayor claridad. De acuerdo con sus pruebas estadísticas (no solo correlaciones), las medidas destinadas a mejorar el bienestar de las mujeres, su estatus en la sociedad, su inclusión, integración, derechos y oportunidades, tienen un impacto directo en la reducción de la violencia doméstica y de la violencia armada en esas sociedades.

Más aún, al revisar los tres índices en conjunto, se puede apreciar cosas como estas: los mismos seis países más altos en el Índice de Paz y Seguridad de las Mujeres de la Universidad de Georgetown, son justamente los seis más altos en el Índice de Paz Positiva del IEP, que son, además, seis de los 10 menos violentos en el Índice de Paz Global. A la inversa, los seis países más bajos en el Índice de Paz y Seguridad de las Mujeres, están entre los 10 países más violentos del planeta en el Índice de Paz Global. Algo similar sucede con la gran mayoría de los países ubicados en otros niveles de las tablas. Puesto de manera simple: si estudiamos con detalle los tres índices y los ponemos en relación, entonces, se puede sostener que la inclusión, el empoderamiento, la promoción de los derechos y oportunidades de las mujeres parecen tener un impacto estadístico directo y significativo sobre un menor nivel de violencia en los países evaluados.

Por último, y desde una aproximación distinta, una revisión de casos internacionales nos permite afirmar que en aquellos sitios en donde las mujeres son involucradas de manera activa en temas como labores militares, resolución de conflictos, mediación, reconciliación, reparación o restauración, las probabilidades de éxito de los procesos de paz tienden a elevarse. Esto no tiene que ver con una concepción esencialista que considera a las mujeres como “más pacíficas” o “más blandas”, sino con la necesidad de incluir la perspectiva de quienes componen más de la mitad de nuestras poblaciones e integrarlas como agentes para promover salidas alternativas. No se trata de afirmaciones basadas en la opinión, sino de resultados ampliamente documentados.

Desde donde se le quiera ver el tema importa porque señala algunas direcciones en las que tendríamos que ir caminando desde ya. Las medidas para reducir y erradicar la violencia de género son indispensables, pero deben venir acompañadas de estrategias de corto, mediano y largo plazo para promover el bienestar, el desarrollo, la integración económica y social,
las oportunidades y los derechos igualitarios de las mujeres. La evidencia muestra que el hacerlo no solo nos volverá menos violentos, sino más pacíficos, algo que se parece, pero no es lo mismo.

Twitter: @maurimm

Analista internacional



Agradezco eternamente a las mujeres que han trabajado y trabajan en el Centro de Investigación para la Paz México, AC. por su constante contribución y siempre brillante perspectiva en la incorporación de los temas de género a nuestro campo de estudio. El texto de hoy refleja apenas un pedazo de lo que de ellas he aprendido.

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