Las palabras de Carrie Lam, la Jefa Ejecutiva de Hong Kong, hace unas semanas, lo dijeron todo: "Somos una sociedad muy libre, por lo que, por el momento, las personas tienen la libertad de decir lo que quieren". Tome nota: por el momento. "Los derechos y las libertades no son absolutos", continuó Lam. Así parece. El plazo se ha cumplido. La legislatura china ha aprobado una ley de seguridad que impondrá severas penas en Hong Kong contra delitos como “secesionismo, actividad subversiva, terrorismo, injerencia extranjera”, y prácticamente contra cualquier acto que amenace la “seguridad nacional”. La aprobación fue mucho más rápida de lo que se esperaba, lo que refleja la importancia que este tema tiene para Xi Jinping , el mandatario chino. Hay quienes piensan que estamos ante el principio del fin del modelo de “Un País, Dos Sistemas” , el fin de Hong Kong como entidad autónoma (o semiautónoma para ser más precisos). Ante ello, sin embargo, se opone una sociedad civil sólida, activa y dispuesta a luchar por sus libertades, pero que ahora tendrá que vérselas con la mano dura de Beijing . Comparto unos apuntes al respecto.

Primero, este es uno más de esos temas irresueltos que se vieron momentáneamente interrumpidos por la irrupción del Covid, pero que ahora retorna con fuerza. Lo que ha hecho la pandemia es distraer y quizás, suspender o posponer algunas cosas. Pero nada se resuelve en automático. De hecho, el Covid y la crisis que desata, tienen el potencial de intensificar varios de los conflictos que les preceden.

Segundo, lo de Hong Kong no es un asunto que se reduce a una ley o a un aspecto específico de alguna medida acá o allá. Más bien, desde hace años—recordemos el movimiento de los paraguas del 2014, e incluso antes de éste—prevalece en amplios sectores de la población, la percepción de que China tiene la intención de ir, paulatinamente, incrementando su injerencia en la isla hasta eliminar su estatus semiautónomo. Es decir, en lugar de progresar hacia elecciones libres y universales, y hacia el aumento de derechos como originalmente había sido planteado cuando se instauró el modelo de “Un País, Dos Sistemas”, Hong Kong se percibe caminando en la dirección opuesta. Esto ha desatado una enorme frustración colectiva que encuentra solo en la movilización popular un adecuado canal de expresión. A lo largo del año pasado vimos decenas de manifestaciones masivas en Hong Kong, detonadas por una ley de extradición que fue interpretada como una medida para aumentar el control de Beijing sobre los procesos criminales de Hong Kong. Carrie Lam tuvo que suspender esa ley indefinidamente, e incluso se disculpó ante la población. Luego, la ley fue completamente retirada. Pero las manifestaciones continuaron porque esa ley era solo la punta del iceberg y en efecto, algunas de las protestas se han tornado violentas. Un pequeño sector del movimiento se ha ido radicalizando conforme su frustración ha seguido creciendo tras la represión de las autoridades.

Tercero, en Beijing prevalece la convicción de que las autoridades de Hong Kong han reaccionado de manera débil e ineficaz para desactivar el movimiento social. Y que, por tanto, es su legítimo derecho soberano, intervenir más activamente para poner fin a la “subversión”. Hong Kong tiene otro sistema, pero no es otro país. Para Beijing es muy simple: quien no participe de actividades “terroristas, secesionistas, subversivas o que amenacen a la seguridad nacional”, no tiene nada que temer. No obstante, se prevé que la nueva ley será empleada para suprimir protestas, encarcelar opositores y en general, para reprimir al movimiento. Además, Beijing está estableciendo un nuevo brazo de seguridad, directamente en Hong Kong, desde donde podrá investigar casos, recabar inteligencia y actuar si lo considera necesario.

Cuarto, la pandemia del Covid parece estar generando en el liderazgo chino un sentimiento de autoconfianza. A pesar del descontento inicial que se provocó entre la sociedad china a raíz del manejo de las autoridades de la información y de la epidemia, Xi Jinping está emergiendo como un líder que supo contener el problema y que, a través de la unidad, está guiando a China hacia la recuperación, a diferencia de muchos otros países como EEUU. Adicionalmente, Beijing percibe que sus mayores rivales se encuentran distraídos atendiendo sus propias crisis, y esto le permite un margen de maniobra para seguir incrementando su poder e influencia. Esto se puede observar, por ejemplo, con los últimos movimientos que China ha tomado para aumentar su expansión en sus mares colindantes, o con su enfrentamiento con la India. Por tanto, para Beijing este y no otro, es el momento de recuperar el control de Hong Kong que hasta hoy sentía fuera de sus manos.

Quinto, el factor Taiwán. Para China, el modelo de “Un País, Dos Sistemas” era un proyecto que eventualmente podría funcionar para reincorporar a Taiwán bajo su dominio. No obstante, se está produciendo precisamente lo opuesto. Ese modelo está explotando en Hong Kong justo en momentos en los que la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, que sostiene una línea dura contra China, fue reelecta, y el sentimiento anti Beijing goza de enorme popularidad en la isla. En su discurso de renovación de mandato, la presidenta aseguró que Taiwán nunca aceptaría ser gobernada por China, incluso bajo el modelo de “Un País, Dos Sistemas”. Por consiguiente, para Beijing, el seguir cuidando las formas y mantener con vida el modelo hongkonés, parece haber perdido el atractivo de otros tiempos.

Sexto, en ambos casos, China ve la injerencia de Occidente. Beijing evalúa que la administración Trump ha utilizado el tema de Taiwán desde el inicio de su gestión para provocarle y presionarle. Asimismo, desde hace meses, el gobierno chino denunció el involucramiento de enemigos extranjeros en Hong Kong para encender las llamas y presionar a China. Por tanto, las medidas de Beijing son también un mensaje de fuerza hacia afuera que busca disuadir a Washington y sus aliados de tocar intereses que China considera vitales. De su lado, Trump anunció hace semanas el fin de sus relaciones especiales económicas y comerciales con Hong Kong, lo que en teoría sujetaría al territorio a los aranceles y otros aspectos de la guerra comercial que EEUU sostiene con Beijing. Pompeo declaró que Hong Kong ha dejado de tener la suficiente autonomía como para poder conservar su estatus especial. Por ahora, EEUU solo anunció que impondrá nuevas restricciones a sus exportaciones hacia Hong Kong de equipo de defensa y alta tecnología. Habrá que ver si se toman más decisiones al respecto. Sin embargo, para China, este tema se entreteje con todos los otros factores que enfrentan a las superpotencias, por lo que las reacciones de la Casa Blanca tienen pocas posibilidades de cambiar la dirección de una decisión que Beijing tomó hace ya bastante tiempo.

El séptimo y último elemento que comento, es crucial. Más allá de las decisiones en Beijing o en Washington, la sociedad de Hong Kong ha demostrado que no está dispuesta a ser peón de nadie, y que tiene una implacable capacidad de movilización con la cual hacer frente a quien se le oponga. El año pasado demostró que podía sacar a las calles hasta dos millones de personas, un numero impactante si consideramos que la población de Hong Kong es de 7.5 millones. Las protestas, incluso en medio de la epidemia, ya habían iniciado. Sin embargo, algunos activistas y sectores moderados, ya están reaccionando ante la nueva ley de seguridad y parecen estar optando por abandonar las filas del movimiento. La pregunta en este momento es si la sociedad hongkonesa, con todo ese poder de movilización que ha mostrado, podrá responder ante esta que es sin duda la mayor amenaza a sus libertades a la que ha estado sujeta desde que Reino Unido dejó el control del territorio, o si la mano dura de Beijing se terminará imponiendo sobre ella.

Twitter: @maurimm

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