El único partido que ya tiene candidata es el PRI. Mientras los demás completan los procesos en lo que se han metido, las maquinarias del PRI que todavía siguen vivas ya saben lo que tienen que hacer: poner toda su experiencia y su capital político en Beatriz Paredes. La tercia que emergió de la primera etapa de esa precampaña les vino muy bien, pues el PRD se quedó fuera de la contienda y el PAN quedó dividido. Mientras son peras o manzanas, el partido nonagenario ya se anticipó a los demás.

Se dice con insistencia que la candidata del Frente opositor será Xóchitl Gálvez. Sin embargo, esa conclusión desdeña la capacidad de movilización que aún conserva el PRI y pasa por alto la disputa que, inevitablemente, habrá entre los panistas que consideran a la Senadora Gálvez como advenediza y peligrosamente cercana al discurso populista del régimen. Se equivocan quienes vieron un triunfo del PAN. Por el contrario, que haya dos precandidatos azules los divide e, incluso, podría llevarlos a cuestionar su alianza con el partido que alguna vez fue su principal adversario, si advierten que los priístas deciden romper las reglas internas para imponer la candidatura de Beatriz Paredes a cualquier costo.

En la acera de enfrente, las cosas también se están complicando. La denuncia que hizo Marcelo Ebrard no sólo constituye una amenaza inequívoca de ruptura, sino una acusación que podría tener graves consecuencias legales. De entrada, en aquella conferencia de prensa de quince minutos, el excanciller subrayó con claridad meridiana que el proceso que está en curso en Morena tiene el propósito de elegir a la persona que será su candidata presidencial. Ya todos lo sabíamos, pero en el INE y en el Tribunal Electoral no se habían dado cuenta: el partido oficial está en precampaña y uno de los contendientes lo dijo ya con todas sus letras. A confesión de parte, relevo de pruebas.

Pero lo más delicado de esa conferencia airada fue la denuncia del delito que se estaría cometiendo, por el uso de recursos públicos puestos al servicio de la candidatura de Claudia Sheinbaum. Lo menos que podría esperarse es que las autoridades electorales ordenaran una investigación inmediata y que la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales hiciera lo propio. No es un asunto menor que Marcelo Ebrard haya afirmado que tiene evidencia de que esa conducta abiertamente ilegal está sucediendo. Si las leyes se respetaran, eI INE tendría que anular la candidatura que emergiera de ese proceso viciado y multar al partido oficial, con independencia de los delitos que se imputaran a quienes hubiesen desviado recursos públicos. Marcelo abrió una Caja de Pandora que ya no se podrá cerrar con un simple apretón de manos.

Lo que sigue en la precampaña de Morena es de pronóstico reservado: no es evidente que los cuatro aspirantes rezagados acepten cualquier resultado sin obtener algo a cambio. Y tampoco lo es que Ebrard o Sheinbaum mantengan la cohesión interior en caso de perder la candidatura. Por su inequívoca lealtad personal hacia el presidente de la República, nadie supone que la exjefa de gobierno de la CDMX rompiera con su partido y buscara el respaldo de otro partido. Eso parece simplemente imposible. Pero en el caso de Marcelo, la suerte todavía no está echada: si pierde, dirá que fue trampa.

Ese desenlace está entrelazado, en fin, con las decisiones que tomará MC en su momento. Pero ya sabemos que en esa organización también hay dos bandos: los que respaldan la alianza con otros partidos y los que prefieren ir solos; y nadie sabe cuál de las dos posturas prevalecerá hacia final del año. De momento, lo único que sabemos a ciencia cierta es que Beatriz Paredes ya es la carta definitiva del PRI. Todos los demás, caminan sobre la cuerda floja.

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