Lo bajaron a la mala. Más allá de la opinión que cada uno tenga sobre Samuel García, lo que hicieron los partidos de la coalición que respalda la candidatura de Xóchitl Gálvez fue una chicanada para apoderarse del gobierno de Nuevo León y bloquear, desde ahí, la campaña de Movimiento Ciudadano. Además se han dado el lujo de culpar de este episodio al gobernador de esa entidad: como si las aspiraciones legítimas de contender por un cargo de elección (criticables o no) justificaran cualquier despropósito para descarrilarlas.

Alegaron que el Congreso del estado tiene plenas facultades para designar al gobernador interino que cubriría la ausencia temporal de Samuel García y que la Corte avaló, en el último minuto, la constitucionalidad de esa decisión. Pero no buscaron la continuidad de un gobierno legítimo electo por la mayoría, cuyo titular pidió licencia por seis meses, sino apropiarse de ese gobierno para siempre como patrimonio y como trinchera de campaña. No cabe duda de que el PRI sigue siendo el PRI: durante décadas conservó el poder modificando en las mesas de los abogados lo que se contradecía en las calles y en las urnas. Si Samuel García quería competir, el costo era ceder ante el golpe de Estado técnico que se fraguó en los despachos de los poderosos.

Por lo demás, no cabe duda que el poder aturde a los inteligentes (y a los tontos los vuelve locos). ¿Qué podemos esperar de Xóchitl Gálvez, quien se hizo de la precandidatura de la coalición opositora desplazando con artimañas a las otras aspirantes que buscaban esa posición y que hoy, de nuevo, celebra la obligada renuncia de Samuel García? Una vez más: nos guste o no, a Beatriz Paredes también la sacaron de esa competencia con argucias, dejando con un palmo de narices a quienes esperaban una elección interna. La entonces senadora Gálvez se dijo ganadora de antemano y no hizo nada por respetar el procedimiento al que se inscribió, supuestamente, para dar lecciones democráticas. Y ahora, ante este nuevo zipizape, aplaude nuevamente que le despejen el camino echando mano de las mismas prácticas tramposas que dice denostar y que han plagado la historia de los aparatos políticos que la defienden. Es la misma candidata que aplaudió con alegría el triunfo de Javier Milei en Argentina. ¿Es así como ofrece gobernar?

Empero, nadie sabe para quién trabaja. La burda operación de los partidos coaligados ha producido un doble efecto inopinado: de un lado, limpió de un solo trazo la imagen de frivolidad que pesaba sobre el gobernador de Nuevo León, quien reaccionó con un indiscutible sentido de responsabilidad a la penosa ofensiva de sus opositores. Apenas ayer le escuché decir a uno de sus peores detractores: “nunca pensé que podría simpatizar con alguna decisión tomada por Samuel. Pero tengo que aceptar que hizo muy bien”. Y yo coincido: a mi tampoco me gustaba la candidatura propuesta por Movimiento Ciudadano, porque no veía ninguna conexión entre las ideas del personaje y la ideología socialdemócrata de ese partido. Hoy, en cambio, rectifico: quien es capaz de anteponer la ética de la responsabilidad a sus ambiciones personales, merece mi respeto.

De otra parte, Movimiento Ciudadano tendrá una nueva oportunidad para elegir una candidatura que corresponda fielmente con su trayectoria iconoclasta y podrá hacerlo tras haber probado que su decisión de acudir solo a las elecciones no era trivial. Hay entre sus filas varias posibilidades dignas: mujeres extraordinarias que han luchado desde la socialdemocracia durante toda su vida, jóvenes formados entre sus filas que han dado batallas ejemplares y viejos lobos de mar. Hoy se reunirán en su Consejo Nacional para dirimir esa decisión crucial.

Otra vez se equivocó el PRIAN. A la mala, seguirán hundiéndose cada vez más.

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