Pacto Mundial sobre migrantes, objetivo 8: Salvar vidas y establecer esfuerzos internacionales coordinados en beneficio de los migrantes desaparecidos.

En 2021 se cumplieron 28 años de muerte diaria en la frontera entre México y Estados Unidos.

Cada vez que hay que decirlo o escribirlo, las palabras pesan, y hay que leerlas lentamente: muerte diaria en la frontera durante 28 años.

Cuento las casi tres décadas desde que el gobierno de Bill Clinton puso en marcha la llamada Operación Guardián, que comenzó la construcción del muro y fortaleció la vigilancia en la frontera en las zonas urbanas, lo que provocó que las rutas migratorias se trasladaran a áreas inhóspitas y de alto riesgo.

Así fue como dio inicio esta tragedia tan incontenible como invisible. Los años han pasado y han ido dejando una estela de muerte y sufrimiento en la frontera de dos países que además de ser socios comerciales gustan de llamarse amigos.

En 2019 y 2020, las cifras ya superaban el saldo mortal de años anteriores. En el primero murieron 524 y en el segundo 476, para una cifra total, exacta y escalofriante de mil migrantes fallecidos en dos años (*).

En 2021, sin embargo, el drama migrante alcanzó una cifra récord: 681 personas perdieron la vida en la mencionada franja fronteriza: 348 hombres, 89 mujeres y 19 niñas y niños. Los 225 restantes no pueden sumarse a alguno de estos grupos porque la descomposición en la que se hallaron ha hecho imposible saber su sexo o edad (El Universal, 10 de febrero, 2022).

¿Cómo mueren las personas migrantes en la frontera? De forma lenta, a veces con agonía de días, casi siempre en soledad, en ocasiones extraviados o imposibilitados para seguir al grupo, y siempre aconsejados para que avancen hacia la carretera que se les señala y se entreguen a la Patrulla Fronteriza, lo que siempre es una apuesta alta. Así, el año pasado murieron 130 por las condiciones climáticas y/o por falta de alimento o agua; 101 por ahogamiento; 76 por accidentes viales; 45 por violencia; y 19 por caídas o piquetes de animales. Otra vez la cifra de los indescifrable es numerosa: en 302 casos, no pudo determinarse la causa de su muerte.

De los 681, se identificó como mexicanos a 151; guatemaltecos, 72; hondureños, 34; ecuatorianos, 17; salvadoreños, 16, y a un senegalés. De los 390 restantes no hubo forma de saber su procedencia.

Así son los desiertos, los ríos, las montañas: con frecuencia, al acabar con la vida, borran cualquier vestigio de identificación. Así son las áreas inhóspitas que en su desesperación aceptan o eligen los migrantes, conocedores ellos o quienes los guían de que mientras traten de internarse en Estados Unidos más lejos de los centros urbanos, hay un poco más de probabilidades de cruzar la frontera… o de morir en ella.

(*) Todos los datos son del Proyecto de Migrantes Desaparecidos, de la OIM.

Secretario general de Servicios Administrativos del Senado y especialista en derechos humanos. @mfarahg

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