Una de las veinte reformas de AMLO pretende eliminar los plurinominales, es decir, que la Cámara de Diputados se conforme con 300 diputado electos, todos, por mayoría relativa, y el Senado con 64 senadores por el mismo principio. Sorprende la reforma, ya que la última que pretendió pasar iba precisamente en el sentido contrario: que todo el Congreso se conformara por plurinominales. Independientemente de eso, vale la pena recordar y defender la figura de la representación proporcional. Los plurinominales son garantía de pluralidad democrática. Veamos.

En 1963 se estableció la figura de los “diputados de partido” o plurinominales para darle un espacio de representación a figuras y causas ajenas a las del partido oficial. Luego en 1988 se reestructuró la integración de la Cámara de diputados como permanece ahora: 300 electos por mayoría relativa (o uninominales) y 200 por representación proporcional (plurinominales). Además, desde 1996 se estableció que ningún partido podría tener más de 300 diputados en total, ni un porcentaje de legisladores que exceda su porcentaje de votación por más de 8 puntos.

El Senado, por otro lado, desde el 2000 obtuvo tres principios diferentes de elección: primero se eligen dos senadores por el partido más votado en el estado, luego uno para el segundo lugar y finalmente otro más de una lista nacional de representación proporcional. Así se alcanzan 128 curules, cuatro por estado (en principio).

La intención de la representación proporcional es darle cauce a los votos de todas las personas sin importar si sus candidatos o candidatas obtuvieron la mayoría relativa, pues ésta, al ser relativa, puede resultar de una minoría. Esto es, si compiten tres candidatos, uno puede ganar con, digamos, el 35% de los votos, de manera que los restantes 32% y 32.5% —la verdadera mayoría en su conjunto, 64.5% sumados— no tendrían voz en el congreso. Es decir, los votos opositores, aunque en porcentajes muy cercanos al voto ganador, no valdrían, no generarían representación. El voto opositor mayoritario —un 64.5%— se anularía porque la mayoría relativa se torna absoluta, a saber: el ganador —aunque sea por un solo voto— se lleva todo.

El ejemplo es aún más claro cuando se toma la conformación total de la Cámara. Por ejemplo, en 2021, la coalición Juntos Haremos Historia obtuvo el 62% de los curules por mayoría relativa con un 43% de los votos. Esto es, de no existir los plurinominales, se hubieran borrado por completo las intenciones de voto del 67% de los ciudadanos que no votó por la coalición y ésta tendría el 62% de la Cámara. Gracias al balance de los plurinominales, la coalición obtuvo el 56% de los diputados: un porcentaje mayor al de sus votos, pero menor al que obtendría con el puro principio de mayoría relativa.

La representación proporcional les molesta a los presidentes que quieren tener un control absoluto de las cámaras. Por eso, la fórmula de representación proporcional es vital para la pluralidad democrática. Sin ella no hubiéramos podido abandonar el presidencialismo que desde el 17 hasta el 94 impidió la división de poderes.

Cuando el presidente habla de regresar a la Constitución del 17 hay que ponerle atención, habla del sistema presidencialista del viejo PRI.

X: @MartinVivanco

Abogado y analista político

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