El Presidente califica a sus adversarios como “conservadores”. En lo personal me molesta el término. He sido crítico de este gobierno y no creo ser conservador y muchos de sus adversarios tampoco lo son. Pero, en dado caso, ¿qué sería rescatable del pensamiento conservador en nuestra coyuntura actual? Veamos.

Soy un liberal igualitario. Creo firmemente que cada ser humano debe gozar del esquema más extenso de libertades, siempre y cuando éste sea compatible con un esquema igual para todos los demás. Creo que si la libertad no se alimenta de igualdad carece de sentido: es una libertad quimérica. Por ello, estoy convencido de una fuerte intervención estatal para igualar la individuos en el punto de partida a través de políticas redistributivas y programas sociales. Si quisiera colocarme en un punto específico en el espectro político, sería de izquierda a la cual le calzarían algunos adjetivos: democrática, moderada, pero no radical.

No creo en nada radical porque desconfío de las grandes epopeyas políticas, de los cambios épicos. Estoy convencido que las reformas bien pensadas, ponderadas, deliberadas –es decir, producto de un verdadero intercambio de razones entre quienes pueden ser afectados por las mismas-; siempre serán más benéficas que las reformas intempestivas que buscan refundarlo todo, empezar de cero. En este sentido prefiero ser cauto. Y es aquí donde reside mi principal incomodidad con el actuar de AMLO y Morena.

En los partidarios de Morena (hay excepciones, por supuesto) veo una actitud soberbia. Veo a estatuas infalibles resultado de realmente creer que se encuentran en el lado correcto de la Historia –así con mayúscula- y que, de verdad, lo que pasó en el 2018 fue una refundación de la vida política mexicana. No veo un atisbo de duda, una dosis de autocrítica, una aceptación de la complejidad de los asuntos públicos. El problema es que esta madeja de creencias les produce la ilusión de que realmente deben – por imperativo moral- cambiar todo. Creen tener en sus manos una licencia para destruir todo, en nombre de esa épica, de ese futuro utópico, de esa tierra prometida que sólo ellos pueden ver.

Por eso, aunque liberal igualitario, a veces encuentro en el pensamiento conservador –el de verdad- algunas cosas que no deberíamos olvidar. Michael Oakeshott decía con mucho tino que ser conservador era, sobre todo, una actitud que el calificó como “disposición”. Decía que si el conservador se ve “obligado a navegar en lo desconocido, le parece virtuoso ponderar cada paso. Lo que otros identifican plausiblemente como timidez, él lo reconoce como prudencia racional […] Es cauteloso y se inclina a indicar su asentimiento o disentimiento en términos graduales no absolutos”. (1) Bajo esta actitud se es más proclive a las reformas, al gradualismo, que a los procesos revolucionarios o grandes transformaciones.

Y si alguien navega en lo desconocido es nuestra generación, basta ver los problemas actuales y nuestra falta de ideas para enfrentarlos: cambio climático, movimientos sociales, las “crisis” de la democracia, el capitalismo, el neoliberalismo, y un largo etcétera. Pero en México parecería que ese barco no existe. Aquí navegamos en el barco de las certezas, de las certezas del Presidente y del “pueblo” que finalmente despertó. Y como aquí sí sabemos lo que está mal, y más aún, lo entendemos a cabalidad, lo que sigue es cambiarlo todo, cueste lo que cueste.

Decía Marx que los filósofos deberían de dejar de interpretar el mundo, para empezar a cambiarlo. AMLO de hecho, nos apostrofó con la misma frase en una mañanera hace algunos meses. A lo mejor deberíamos proceder al revés. Fernando Escalante, en una entrevista reciente, dijo que probablemente es momento de dejar de cambiar el mundo y empezar a entenderlo (2). Eso implica rescatar esa disposición conservadora que prefiere “el hecho al misterio, lo cercano a lo distante, lo suficiente a lo excesivo, lo conveniente a lo perfecto”.

Me atrevo a decir, pues, que soy liberal igualitario en todo, y en lo que no logro comprender, prefiero optar por esa disposición a reflexionar antes de actuar.

@MartinVivanco

1 Oakeshott, Michael, El racionalismo en la política y otros ensayos, trad. de Eduardo Suárez Galindo, México, FCE, 2000, p. 380.

2 Entrevista en Tragaluz a Fernando Escalante: https://www.youtube.com/watch?v=Z9E1A3OfyFs

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